Entrevista a Jonathan Coe, que presenta Su novena novela, ‘La espantosa intimidad de Maxwell Sim’ (Anagrama, 2011)
Nunca lo de no ser profeta en la tierra de uno fue más cierto que en el caso de Jonathan Coe. En la Gran Bretaña se le considera un autor ligero, poco profundo, un narrador eficiente que, sin embargo, jamás logrará acceder al panteón de los literatos serios. En Francia, España o Italia, sin embargo, Coe es simplemente uno de los grandes. Su novena novela, La espantosa intimidad de Maxwell Sim (Anagrama, 2011) narra la historia de un abúlico vendedor de cepillos a domicilio, recién divorciado y en plena crisis de los 40, que enloquece en el curso de un viaje comercial a las islas Shetland.
El libro es una suerte de «road movie a la inglesa» con todos los elementos típicos de Coe: esperpento, digresión útil, crítica izquierdosa, humor negro, emoción, melancolía y culpa, secretos no confesados y nostalgia rampante. Público conversa con Jonathan Coe sobre cultura popular, soledad, comunidades electrónicas y postura de izquierdas.
Aunque La espantosa intimidad de Maxwell Sim’ cosechó un buen número de críticas laudatorias, sorprende ver cómo algunos críticos ingleses siguen tratando con dureza sus libros (y los catalogan en lite lit’, o literatura ligerita). Es inevitable sospechar que una de las razones es por su continuado uso del humor, la herramienta literaria más menospreciada que existe.
No tengo claro que sea tan sencillo como eso. Después de todo, el mismo año que se publicó Maxwell Sim una novela cómica ganó el Booker Prize (The Finkler Question, de Howard Jacobson), mientras que la mía ni siquiera entraba en la selección inicial. Creo que la verdadera explicación de por qué el establishment literario inglés desprecia mis libros yace en la mezcla de géneros que exhiben: más específicamente, la forma en que combino elementos de la cultura popular, ignorando deliberadamente la diferencia entre «alta» y «baja» cultura. Creo que eso es lo que los críticos no pueden soportar (aunque a muchos lectores parece gustarles). Por supuesto, siempre existe la explicación alternativa: que mis libros no son demasiado buenos (en ese caso, deben su éxito en Europa al trabajo de traductores excelentes), pero prefiero no contemplar esa opción.
A pesar de que la voz de Maxwell Sim suele estar a favor de los cambios globalizadores que se suceden en Inglaterra, uno sospecha que los personajes que acarrean su verdadera opinión son Clive o Miss Erith (es decir, los que se posicionan claramente en contra de esos cambios). Más de una vez ha hablado sobre cómo le entristece que el mercado global y el «progreso» estén alterando su país a peor.
Supongo que la mayoría de la gente está contenta con la dirección que está tomando la sociedad occidental; después de todo, hemos votado a favor de esta dirección, en las urnas y, más importante aún, con nuestras carteras. Así que decidí que iba a probar un experimento: en lugar de elegir el punto de vista de un personaje excepcional (como Benjamin en El Club de los canallas o la Rosamond de La lluvia antes de caer), quise escribir desde la perspectiva de alguien que en realidad no cuestiona el statu quo. Una de las razones por las que elegí contar la historia en primera persona fue que quería sumergirme en los puntos de vista de Maxwell, y no subvertirlos o satirizarlos, o convertirlo en un narrador poco fiable (estoy empezando a pensar que ese es uno de los mayores clichés de la narrativa contemporánea). Pero tienes razón, rara vez puedo resistir la tentación de expresar mi punto de vista en algún lugar u otro este es uno de los privilegios del novelista, después de todo, y una de las ventajas de la literatura polifónica y en este caso Clive y la señora Erith son los que realizan mi trabajo.
Uno de los temas principales de Sim es la soledad, y cómo las nuevas redes sociales están contribuyendo a su difusión, en lugar de lo opuesto. Vonnegut lo expresó maravillosamente en su famosa frase: «Las comunidades electrónicas no construyen nada. Al final, terminas con nada. Somos animales bailadores». ¿Es este su punto de vista?
Esa es una cita preciosa de Vonnegut, no la conocía. Creo que lo que afirma es esencialmente correcto: las comunidades virtuales pueden ser un complemento a las comunidades reales, pero no un sustituto. El error de Maxwell es pensar que algo como Facebook puede resolver su problema de fondo, que es su falta de conocimiento sobre sí mismo. Por supuesto, Facebook no puede hacer nada por el estilo. El libro no está diciendo que las comunidades virtuales sean peligrosas o inútiles, sino que no deberíamos exigirles demasiado.
Como es habitual en sus libros, la historia principal lleva unas cuantas historias y obsesiones del autor sólidamente entrelazadas con la trama fundamental. Esta vez se trata del regatista Donald Crowhurst, el Soho de los años cincuenta y otras. Al margen de su innegable utilidad dentro de la novela, esas tramas secundarias sirven para expresar algunas de sus creencias y opiniones.
Bueno, era consciente de que estaba contando una historia bastante larga desde el punto de vista de un personaje que podría ser considerado aburrido por algunos lectores. El tono de la voz de Maxwell es deliberadamente plano, su estilo de narración es simple y a veces un poco autocompasivo. Así que sabía que me tocaba darles a los lectores un poco de alivio de él aquí y allá, y por eso decidí incorporar cuatro historias separadas o digresiones. Con Donald Crowhurst, existían tantos paralelismos con la historia de Maxwell el tema del viaje, la tecnología, la soledad y el aislamiento que me sentí obligado a incluirlo. Por añadidura, la historia de Crowhurst es un mito moderno de gran alcance y resonancia.
Hay una postura izquierdosa que siempre impregna su trabajo. En Sim puede detectarse en las conversaciones con el banquero de inversión, en casa de Clive, y cuando comenta sobre las autopistas, la tecnología y la Inglaterra que está en proceso de desaparecer. ¿No se vuelve más de derechas a medida que envejece, como dice el cliché?
Puede ser que me vuelva cada día más socialmente conservador, pero, políticamente, en realidad la mayoría de gente que conozco está decantándose más y más hacia la izquierda. Creo que la revelación de cómo el capitalismo ha estado operando realmente en los últimos años ha sido un shock terrible para la mayoría de gente. Las sumas de dinero que han perdido los banqueros de inversión menos escrupulosos son asombrosas, y el hecho de que el contribuyente tenga que pagar la factura es una injusticia social evidente. En realidad, nadie puede negar algo así. Si el conjunto de la sociedad occidental se ha estado moviendo continuamente hacia la derecha desde la década de los ochenta, creo que ahora es inevitable que el péndulo comience a pivotar en la otra dirección, según las personas se vayan dando cuenta del fraude que se ha perpetrado sobre ellos.
La crisis de mediana edad. Una terrible enfermedad que provoca que hombres perfectamente sanos de 40 años desarrollen de repente un deseo irresistible de consumir drogas y follar con chicas jóvenes. Disculpe mi intromisión, pero: ¿ha llegado a sufrirla?
Creo que mi adolescencia se prolongó hasta mis 40 años, por lo que probablemente sea todavía demasiado temprano para sufrir mi crisis de mediana edad. Lo más probable es que se active cuando tenga 60 o 70, al paso que voy. Por desgracia no soy lo suficientemente valiente como para tomar drogas, y tampoco lo suficiente bien parecido como para atraer a mujeres jóvenes, así que probablemente lo que acabaré haciendo será comprarme un coche deportivo, o algo parecido.
Una pregunta más sobre el notorio y difamado «giro» que colocó al final de la novela. Para algunos lectores, representa la parte más débil de una obra otramente perfecta. Defienda su decisión de incluir ese truco metaliterario y de realismo mágico final.
Hay un post en mi sitio web dedicado a este tema y que me gustaría citar. El autor del post afirma que el final de la novela «provocó una de las respuestas más viscerales que he tenido respecto a un libro, en el sentido que me sentí muy enojado y traicionado por el giro final». Creo que la razón de ello es, como otros han mencionado, que al leer un libro tiene lugar una suspensión voluntaria de la fe y cualquier cosa que amenace esa suspensión va a provocar una reacción extrema. Después de haber pensado más sobre el tema, ahora me doy cuenta de que es un final muy profundo que me ha hecho pasar algún tiempo pensando acerca de las relaciones, tanto reales como online, y la relación entre el lector y el libro. Creo que en ese sentido, el final es mucho más potente que si a Maxwellse le «permitiese» vivir un final feliz».
Esto para mí es la respuesta perfecta a cómo termina el libro: por supuesto que los lectores se van a sentir sorprendidos y traicionados al principio, pero quería hacerles reflexionar sobre la experiencia que acababan de atravesar: ¿por qué has elegido pasar horas de tu vida con gente inventada en una historia de ficción? ¿Por qué he pasado yo años de mi vida enfrascado en la creación de algo así? ¿Tenemos miedo de comprometernos con el mundo real? ¿Estaríamos todos mejor hablando con nuestro GPS, en lugar de con nuestros amigos y seres queridos? ¿O, por el contrario, las novelas no son realmente una forma de escapismo en absoluto, sino una forma esencial (aunque indirecta) de hacer frente a aspectos de la vida real que son demasiado difíciles de tratar directamente? Estas eran las preguntas que quería plantear, ¡arriesgándome, sin duda, a indignar a un buen número de mis lectores!