En julio de 1953, Guillermo García Frías, un poblador de la Sierra Maestra, trabajador de la tierra y vendedor de viandas, ya había cumplido los 25 años. Vivía en El Plátano, un barrio serrano cuyo telón de fondo era el lomerío de la Sierra Maestra. …Papá había desmontado una especie de realengo improductivo de cinco […]
En julio de 1953, Guillermo García Frías, un poblador de la Sierra Maestra, trabajador de la tierra y vendedor de viandas, ya había cumplido los 25 años. Vivía en El Plátano, un barrio serrano cuyo telón de fondo era el lomerío de la Sierra Maestra.
…Papá había desmontado una especie de realengo improductivo de cinco caballerías (67 hectáreas), enclavado entre las tierras de dos compañías norteamericanas, y había construido un bohío de techo de guano, paredes de yagua y piso de tierra. En ese lugar montañoso vivían mis padres desde que se casaron y lograron constituir una familia a pesar de la permanente amenaza de desalojo, pues no tenían documento alguno que los acreditara como propietarios. Los antecedentes de aquella decisión estaban en mi abuelo materno, Bautista Frías Figueredo, que se había establecido en El Plátano debido a la persecución desatada luego de la intervención de los norteamericanos contra quienes habían peleado por Cuba. Mi abuelo había luchado en las dos guerras de independencia sostenidas por Cuba para librarnos del coloniaje español, y alcanzado los grados de capitán del Ejército Mambí. No obstante la pensión de 75 ó 76 pesos que recibía como veterano -que en aquella época le permitía un poder adquisitivo bastante alto en comparación con el nivel general de los campesinos-, la vida no era fácil, por lo que decidió tomar un pedazo de tierra para iniciar una nueva vida… En aquel entonces las compañías norteamericanas se apropiaban de las tierras, y apoyadas por el Ejército cometían todo tipo de atropello. Como las nuestras estaban entre la New Niquero Sugar Company y la Cape Cruz, que a su vez estaban separadas entre sí por el río Las Calabazas, éstas exigían que nos desalojaran …(*)
Para ese momento, el joven campesino no sólo tenía inquietudes de subsistencia, sino también las lógicas de un hombre sin perspectivas, con una familia de 14 miembros, que había visto morir de enfermedades curables a dos de sus hermanos pequeños.
– No había ninguna familia en el campo que no tuviera un hijo muerto, tenían 8, 12, 14, y hasta 18, como la madre de los Pardo que tuvo 18 hijos.
… Mi familia nunca fue atendida por un médico, y no éramos de los más pobres; en realidad no teníamos dinero para pagarlo. Como casi todos los campesinos, mamá tenía una libreta, especie de recetario de hierbas medicinales de la zona basado en las experiencias transmitidas de unos campesinos a otros. Recuerdo una vez que me herí la pierna hasta el pie con un fondo de botella. Sin titubear, mi madre me lavó la herida con agua y jabón, y después me la cosió con aguja e hilo corrientes.
…La salud constituía una gran preocupación desde que la mujer estaba embarazada. En la ciudad de Niquero, distante más de veinte kilómetros de El Plátano, no había un solo hospital. Sólo existían tres médicos privados a cuyas consultas no podía acceder ninguno de los vecinos de nuestros barrios, pues no tenían dinero para pagar sus honorarios -de entrada había que pagar un peso a sus secretarias para solicitar una consulta- ni para comprar las medicinas que prescribían
EL MUNDO QUE LE TOCO
Rebelde por naturaleza, no se conformaba con la vida que le había tocado vivir, pero se sentía impotente.
– Las familias numerosas vivían del sustento de su sudor, la economía campesina no tenía valor pues las ciudades tenían un poder adquisitivo muy bajo y los productos del campo no valían nada.
…A pesar de estar entre tres centrales azucareros, casi nunca se podía comprar azúcar, de ahí que los campesinos buscaran sus propias soluciones, entre ellas sembrar algunas cañas que molían artesanalmente -con el cual extraían guarapo que una vez hervido les servía para endulzar los alimentos. Pero también había otra opción: la miel. Casi todas las familias trataban de tener una o dos colmenas. En casa teníamos 20 ó 30. Era una vida de miseria. La necesidad nos obligaba a ser lo más autosuficientes posible.
…La educación también constituía un problema. Por lo general a la montaña no venían maestros, pues los salarios de miseria que les pagaban no los estimulaban. Y si venía alguno, los campesinos casi nunca enviaban a sus hijos porque no tenían con qué comprarles zapatos ni libretas. Mi primer maestro fue mi padre, ya que la única escuelita que había en la zona se encontraba a cuatro kilómetros de la casa. Los tres hermanos íbamos en un mismo caballo.
La electricidad era un sueño imposible. Nos alumbrábamos con un candil, y a veces empleábamos cuaba, un árbol cuya resina ardía muy bien y que usábamos con un hacho (candil) para viajar de noche a largas distancias. Nunca tuvimos radio, pues además de lo costoso funcionaba con baterías, cuyo precio era de cuatro pesos y había que reponerlas a menudo. Como tampoco podíamos comprar un periódico o una revista, estábamos prácticamente aislados del exterior; vivíamos en un mundo aparte, y nuestra cultura únicamente se apoyaba en las relaciones sociales entre los propios campesinos, en su mayoría analfabetos.
Aunque nuestra vida estaba plagada de sinsabores y sacrificios… Nos divertíamos con el órgano oriental y los instrumentos musicales que fabricábamos nosotros mismos, como las claves, las maracas, el tres, la marímbula, el guayo y otros típicos de la región. Organizábamos canturías en las que interpretábamos diversos ritmos, pero en aquella época el changüí era el que más gustaba.
LA CLASE MAS EXPLOTADA
En la manera de mover las manos cuando habla, en la mirada que se pierde en el tiempo, parece como si aún estuviera viendo la miseria, los desalojos, el desamparo y el abuso de que eran objeto la gente del campo en la Isla.
… Los guardias rurales prácticamente desataron una guerra contra nosotros. Eran soberbios, abusadores. Los permisos para las fiestas en los cuartones los vendía el Jefe de Puesto, pero los guardias que enviaba a «cuidarlas», lo que hacían era comer y beber sin pagar un centavo, y dar plan de machete, su arma favorita. Para colmo, los 4 de septiembre, en nombre del general Batista, recogían un puerco por campesino para las fiestas que hacían en los cuarteles. Nadie denunciaba estos desmanes porque después tomaban represalias, y la denuncia se convertía en un delito interminable para toda la familia.Su prepotencia era algo que los campesinos no aceptaban. Así, aun sin proponérselo, la propia Guardia Rural nos fue haciendo una conciencia de repudio a los gobiernos de turno.
– Como prácticamente todo aquel que se sentía desplazado de las ciudades iba al campo tratando de buscar la manera de vivir, se creó un campesinado muy grande a todo lo largo del territorio. Los campesinos eran los más explotados, los más humildes, los que vivían en la mayor miseria, los más subdesarrollados. Años después, cuando triunfa la Revolución, al llegar a La Habana esperaba encontrar un mayor desarrollo en la ciudad, y fue todo lo contrario, los campesinos vivían alrededor de la capital y ni la conocían, en su mayoría eran analfabetos. El subdesarrollo estaba generalizado en el país.
La memoria del hoy Comandante de la Revolución, Guillermo García es admirable. Sin ningún esfuerzo recuerda detalles, anécdotas, de hace más de medio siglo.
…La población de los tres barrios en general era muy pobre, pero Pilón era la de peores condiciones a causa de las prolongadas sequías que sufría. El año en que ésta era muy fuerte, no podía hacer zafra.
– Cortar caña era un privilegio. Los campesinos hacían colas para que el mayoral les permitiera cortar aunque fuera un bulto para conseguir alimentos, la gente cabalgaba kilómetros y kilómetros para ir a las colonias cañeras. Recuerdo que en ese sector los haitianos eran una fuerza considerable de trabajo pues era muchísimo más barata, y ocurre que por el año 44, el Gobierno de Grau San Martín decidió repatriarlos y quitarles todas sus pertenencias, con el fin de que más cubanos pudieran trabajar 40, 60 días en la zafra, ganando 20 centavos por 100 arrobas, después subió a 40 y más.
– Entre los años del 33 al 44 habían tenido lugar luchas intestinas muy fuertes en toda la clase obrera, esto trajo aparejado un gran rechazo a las dictadura, había pasado la de Machado, luego viene el fenómeno de Grau, en que hay una etapa de Gobierno muy corto donde éste da esperanzas al pueblo, lo cautiva con promesas, más tarde se produce el golpe de Estado de Batista. Todo esto va calando en la población, y a través de toda la clase obrera cubana llega a introducirse en el campo, que va definiéndose ya en el terreno de la política, y en el de la economía.
TIENE QUE HABER UN MAÑANA MEJOR
A pesar de tener una cultura netamente campesina, disponía de una gran inteligencia natural, de ahí que previera que esa situación tendría que cambiar, pero cómo y cuándo no tenía la menor idea.
Para entonces el nombre Fidel Castro no le decía nada ni a él ni a los pobladores de decenas de pueblitos serranos. Lo que no podría imaginar aquella tarde de julio, cuando le llegó el rumor del asalto a la segunda fortaleza militar del país, y que algunos adeptos al Gobierno calificaban como una «acción de locos», era que se había dado el primer paso hacia la transformación definitiva del campo cubano.
– En esta etapa ya hay todo un proceso de maduración, de luchas intestinas muy fuertes de los trabajadores, y los campesinos se van nucleando como una fuerza, de la que se nutría diariamente con su miseria, su tragedia, sus problemas familiares. Esto se consolida cuando Fidel hace el programa del Moncada; para ese momento ya hay una seguridad de lo que significó la acción, y hay una línea política trazada con La Historia me Absolverá .
…Al ocurrir el desembarco se produjo un fenómeno inesperado para la mayoría de los campesinos. La conmoción que provocó el hecho trajo gran intranquilidad y movimiento en la zona, donde de inmediato el Ejército desplegó numerosas unidades por aire, mar y tierra.
-Entonces se avizoraba un futuro porque se había producido el Moncada. En aquel momento, cuando ocurre el desembarco, que fue algo prometido por Fidel, hay confianza, hay fe, y nos percatamos que era necesario darlo todo por defender a esos jóvenes, que sí era verdad que tenían un programa para cambiar la situación, y hay una convicción generalizada, lo que trae consigo un apoyo total que hace muy fácil el trabajo con los campesinos para convencerlos de la realidad.
Sus responsabilidades actuales no le hacen olvidar a quienes le ayudaron entonces: los Naranjo, los Areviche, los Castro, los Barón Castro y decenas de familias más. A pesar de sus múltiples ocupaciones en la conservación y protección de la Flora y la Fauna siempre dispone de tiempo para quienes vienen a verlo retando a la distancia, y a veces a la memoria.
…Como se conoce, todo el que cayó prisionero, expedicionario o campesino, fue alevosamente asesinado. Sin embargo, la unidad que había generado la situación existente, las tradiciones de lucha del territorio, más el trabajo que se pudo hacer en un tiempo récord, habían ido sentando las bases para que muchos de sus habitantes no se dejaran amedrentar y corrieran el riesgo de tenderles la mano.
Cuando logra contactar con los sobrevivientes del desembarco, eludiendo el acoso de las tropas gubernamentales, salva a unos poniéndolos en manos amigas, ayuda a otros a salir a la ciudad y guía al resto hacia la Sierra Maestra para continuar la lucha, entre estos últimos a Fidel Castro. Fascinado por su personalidad, le siguió a las montañas.
( * ) Fragmentos del libro en preparación «Encuentro con la verdad», del Comandante de la Revolución Guillermo García Frías