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Premios Príncipe de Asturias ad hoc

La monarquía se consolida con dinero y el prestigio ajeno

Fuentes: Rebelión

Todos los años el mismo ritual, vacío y hueco, que arranca con la movilización mediática sobre la realeza y los afortunados ganadores de los ocho premios principescos. Sobre la composición del jurado, mejor dejarlo para otra ocasión, baste ahora decir que el de las Ciencias Sociales lo preside Fraga Iribarne de todos conocido por su […]

Todos los años el mismo ritual, vacío y hueco, que arranca con la movilización mediática sobre la realeza y los afortunados ganadores de los ocho premios principescos. Sobre la composición del jurado, mejor dejarlo para otra ocasión, baste ahora decir que el de las Ciencias Sociales lo preside Fraga Iribarne de todos conocido por su protagonismo en la dictadura y en la transición de «punto final» (borrón y cuenta nueva) hacia la democracia de los borbones impuesta por el Caudillo que iba bajo palio -conviene recordarlo- en los rituales religiosos, flanqueado por la jerarquía católica, su defensora y beneficiaria.

El Premio Príncipe de Asturias tiene pilares bien definidos con los que intenta «legitimarse» para su provecho y supervivencia, por lo sucedido hasta ahora, con los personajes galardonados y con el movimiento social en torno a los premios y premiados, dirigido por los que participan directamente -con gran provecho personal- en este trasiego de influencias, dinero y demás prebendas que acompañan a este acontecimiento elitista, mientras se cierran empresas, despiden y condenan a trabajadores, se consolida el contrato basura y la precariedad laboral. Pero, ¿Qué tiene que ver todo esto? Nada, claro, pero eso hay que decírselo a los afectados.

El ADN de la sangre azul sólo da para ser de sangre azul. Pero, el premio a personajes ilustres sirve para justificar a esta realeza como si hubiera tenido algo que ver con el mérito y los años de estudio o de trabajo del premiado. El provecho y premio para el homenajeado no pasa de ser el reconocimiento público de su buen hacer -a buenas horas- , pero para la monarquía y su Príncipe es mucho más, es la justificación de su cargo y la garantía de perpetuarse en él al asociarse -identificándose- a personas tan relevantes para compartir (usurpar) su protagonismo. Pero, es más, a la sombra de estos personajes insignes por su vida y obra o por sus aportaciones, la Fundación del Premio Príncipe de Asturias cuela, con todo descaro, a personajes, que lo son, pero justamente por su nefasta aportación a la humanidad, legalizando así conductas y actitudes que marcan la pauta de una sociedad cada vez más injusta y creando un modelo social, cultural y ético que de otro modo, sin estos premios y el mérito de alguno de los galardonados, sería mucho más difícil de camuflar.

Detrás del Premio Príncipe de Asturias se esconde una Fundación millonaria cuyo presupuesto ha sido sustraído de los fondos públicos que bien podrían estar destinados a fines sociales mucho más justificados y desde luego más necesarios que sí darían honor y prestigio a la comunidad asturiana y no tanta gala medieval con comidas y cenas fastuosas. Con decenas de millones de euros se ha creado una Fundación en la que pululan -se a techan- un centenar de personas que buen provecho personal y social sacan durante todo el año. El montaje es muy sencillo, reuniones, viajes, jurado y cargos de los que se derivan toda clase de influencias, como es obvio. El compromiso con la monarquía -y su defensa- del largo centenar de «personalidades» alrededor de la Fundación son la mejor garantía para lo que haga falta, bien sea para la monarquía o para la «legalización» de personajes galardonados que nada tienen de ejemplares, pero, que sí serán un nuevo apoyo de la institución real.

La Fundación Príncipe de Asturias, este año, premia y se adhiere a la trayectoria de:

– Amós Oz, premio Príncipe de Asturias de las «Letras», un escritor que apoya y defiende la ocupación de Palestina (eso sí, previo diseño de Israel, a los palestinos hay que darles un Estado), que mantiene el apartheid, que aplaudió y justificó en bombardeo del Líbano, etc.

– El Museo del Holocausto, Premio Príncipe de Asturias a la «Concordia». Museo levantado en Jerusalén, en una ciudad ocupada militarmente por Israel. Un Museo en memoria los judíos asesinados por los nazis, pero levantado encima de otro genocidio, que en definitiva, premia al Gobierno israelí, a su política belicista y de apartheid cuyas instituciones recogerán el premio.

– Al Gore, premio Príncipe de Asturias a la «Cooperación Internacional», cuando siendo vicepresidente de EEUU se negó a firmar el protocolo de Kioto y es responsable de bombardeos y demás políticas de ocupación y violación de los DDHH, como demostró con creces durante su mandato. No es casual que -cuando Al Gore acaba de emparentarse con al Príncipe- el Gobierno español se haya gastado alegremente 580.000 euros en la compra de 30.000 dvd del documental «Una verdad incómoda» al disparatado precio de casi 20 euros cada uno y que las instituciones le estén organizando conferencias por las que cobra cientos de miles de euros.

Toda la parafernalia entorno a los premios y a los premiados no pretende más que el reconocimiento y legitimación (y la utilidad para algunos) de una monarquía impuesta, no hereditaria, convertida en noticia para que sea cubierta por cientos de periodistas en los medios de comunicación. Llaman la atención en la prensa regional -sobre todo- los numerosos artículos dedicados a Israel y a su proyecto sionista con entrevistas, declaraciones y artículos a los que no es posible responder por que en ningún caso se puede aspirar a réplica alguna. Sorprende, también que, en tanto artículo, la negación de la identidad de Palestina y de los palestinos a los que se ignora en todo momento o se mencionan como «algo» pero sin llegar a ser una entidad definida.

Se asocia la actual situación de Israel con las víctimas del Holocausto de forma biunívoca, continua y así ya no hay más tragedia, es la única tragedia. Se acaba estableciendo, de este modo, una espiral en la que cada vez los israelíes son más víctimas -cada vez más- de los palestinos (a los que se les ignora y ningunea) trasladando la idea del Holocausto al sionismo actual. Se da por hecho que es lo mismo judío que sionista, se usurpa el Holocausto a los judíos víctimas para venderlo como un nuevo Holocausto de los sionistas asimilándolos a las víctimas judías de los nazis, precisamente. No hay potencia ocupante, Israel no lo es -esto nunca se menciona-, sólo hay un «conflicto» con los palestinos a los que consideran como «vecinos sin alma» pero, agresivos y terroristas incapaces de negociar y de aceptar ninguna propuesta de paz a pesar de los esfuerzos de los sionistas israelíes y de la comunidad internacional. En cambio, los asentamientos de los israelíes no son más que vergeles maravillosos -bíblicos- creados por laboriosos colonos allí donde no había nada (que no fueran palestinos a los que han expulsado, asesinado y destruido sus casas) pero cuya seguridad y paz está amenazada por estos palestinos deshumanizados.

El Premio Príncipe de Asturias premia lo que valora, tampoco cabe esperar otra cosa porque nadie puede dar lo que no tiene y menos cuando se es cómplice de la situación.