Decenas de trabajadores de la imprenta industrial Monprint S.L., radicada en la localidad extremeña de Plasencia, permanecen encerrados en las instalaciones de la empresa desde hace dos semanas, en reivindicación del pago de sus salarios de los últimos tres meses. La empresa, una de las más importantes por volumen de negocio y número de empleados […]
Decenas de trabajadores de la imprenta industrial Monprint S.L., radicada en la localidad extremeña de Plasencia, permanecen encerrados en las instalaciones de la empresa desde hace dos semanas, en reivindicación del pago de sus salarios de los últimos tres meses. La empresa, una de las más importantes por volumen de negocio y número de empleados de esta población cacereña de aproximadamente 45.000 habitantes, gozó para su instalación de fuertes apoyos públicos: la Junta de Extremadura, a través de su Sociedad de Fomento Industrial (SOFIEX), es uno sus principales accionistas, aportando un 45% de la inversión, y el Ayuntamiento de Plasencia cedió a la empresa una parcela de 30.000 metros cuadrados para sus instalaciones, que fueron inauguradas en 2007 por el entonces ministro de Industria, Joan Clos. Recientemente, Monprint S.L. ha hecho público su enorme endeudamiento (que alcanzaba los ocho millones de euros el pasado julio) y ha anunciado su intención de presentar ante los juzgados un concurso de acreedores y un expediente de regulación de empleo para la totalidad de su plantilla.
Para conocer algunas de las circunstancias de este conflicto, conversamos con un compañero extremeño que fue durante algunos meses trabajador de esta empresa, y que por motivos personales pide que se salvaguarde su anonimato.
– ¿Cuánto tiempo trabajaste en Monprint S.L., y qué puedes contarnos de aquella experiencia?
– Trabajé en Monprint durante aproximadamente dos meses, hace unos dos años, subcontratado a través de una empresa de trabajo temporal. En Monprint había entonces, más o menos como hasta ahora, en torno a ochenta trabajadores en plantilla y un número variable de subcontratados. En condiciones normales, en la zona de la empresa en que yo trabajaba, los subcontratados podíamos estar en proporción del 30% respecto a los fijos, pero en determinados momentos, por un pico en la producción, o porque se echaba encima algún plazo de entrega, te podías encontrar con un montón de gente, procedentes de distintas ETT, a la que no conocías de nada ni volvías a ver luego. Algunos eran contratados en Cáceres, a ochenta kilómetros de Plasencia, avisados por la ETT ese mismo día, y que debían pagarse ellos mismos el desplazamiento.
En Monprint se trabajaba entonces (y por lo que dicen los trabajadores, se ha seguido trabajando hasta el mismo cierre patronal de hace unas semanas) en un destajo permanente. Todos los fijos daban doce horas al día, seis días a la semana, y resultaba bastante difícil encontrarte a alguien con los brazos cruzados. En Monprint se hacían tiradas enormes de materiales promocionales de empresas muy importantes, algunas de ellas destinadas al mercado internacional. Precisamente cuando yo estaba allí se estaban metiendo máquinas nuevas, toda una linea de encuadernación de última generación, que no es precisamente un trasto barato. No cabe en la cabeza que con esa carga de trabajo una empresa pueda tener dificultades, y hasta se vea en trance de cerrar. Salvo que las cosas se hayan hecho de muy mala manera, claro.
– ¿Cómo describirías el ambiente de trabajo en la empresa? ¿Cómo os relacionabais los subcontratados con la plantilla de la empresa?
– En Monprint como en todos sitios te encontrabas a esa gente de buen corazón que se esfuerza por llevarse bien con sus compañeros de trabajo y echarles una mano si puede. Pero si te paras a pensarlo, tampoco resulta muy extraño que haya casos de lo contrario entre peña que está dando 70 horas semanales durante muchos meses seguidos, con horarios constantemente cambiantes, haciendo tareas muy por encima de la categoría profesional que se les reconoce y por la que se les paga, con reiterados retrasos en las nóminas… Por ejemplo, entre los fijos se veía ya muy clara la brecha que separaba a quienes querían seguir dando las doce horas diarias y quienes estaban ya hartos de ese ritmo de trabajo… Muchas veces la presión se respiraba en el ambiente y había gente que curraba muy crispada, porque acumulaba muchos caldeos, mucho agotamiento y mucha frustración…
Respecto a los subcontratados, la actitud de los compañeros de plantilla era muy distinta según el caso. Había gente que se esforzaba en facilitarte las cosas y te trataba con mucho respeto, y hasta con afecto… Era la gente que bajaba el ritmo de las máquinas si veía que estabas solo en la zona de embalaje, que era donde estaba yo. Y luego había alguno que, si llevabas puesta la sudadera de la ETT, ni te veía, salvo para putearte y pegarte voces, y te trataba más bien como a una máquina más que como a un compañero de trabajo. Eran los que, si te quedabas sólo en el estáquer, te decía que trabajaras el doble de rápido, y punto, que así habían conseguido ellos su contrato. Ante estas cosas la respuesta de los temporales era, casi siempre, el silencio. Había mucho miedo a que la ETT dejara de llamarte, o a que la empresa, por llamar la atención, te descartase para meterte en plantilla.
– ¿Cómo dejaste de trabajar allí?
– La ETT te avisaba más o menos cada semana (a veces menos) para decirte que te renovaban la semana siguiente. Y al acercarse el fin de la última semana, al ver que no me llamaban, llamé yo a la ETT y me dijeron que por descenso de la producción ya no iba a hacer falta. Hasta ahí, dentro del disgusto, si ya tienes algo de experiencia con empresas de este tipo, te lo tomas con normalidad. Lo curioso, por decirlo de algún modo, es que esa misma noche entró otra persona, a través de la misma ETT, para cubrir mi puesto, una persona que casualmente era familiar mía (las ciudades pequeñas tienen estas cosas). Finalmente, a través de terceras personas, un tiempo después, te enteras de que el problema ha sido otro. En mi caso, parece ser que bastó con que alguien me viera echando un cigarro y charlando, diez o quince minutos, con unos representantes sindicales (no recuerdo ahora si de UGT o de CCOO) que estaban en la puerta de la empresa cuando yo entraba a mi turno, y a los que no recuerdo exactamente con qué excusa la dirección había denegado el acceso a la empresa, por haber hecho algunos comentarios acerca de las situaciones laborales que se vivían en la empresa y por haberme interesado por la situación sindical en la empresa. No sé ni quién ni en qué términos correría hacia arriba la voz, pero fue suficiente con eso. En ese momento estaban a punto de celebrarse elecciones sindicales y ya había habido algunas tensiones (por ejemplo con una candidatura de CGT que había intentado presentarse y a la que se había desestimado por un presunto defecto de forma), así que supongo que la empresa decidió que los problemas es mejor matarlos de pequeñitos.
– ¿Sabes si se dieron más situaciones de este tipo en la empresa?
– Sí. Por ejemplo, un trabajador de la plantilla fue despedido fulminantemente tras haber hecho comentarios en su blog sobre las jornadas larguísimas y los horarios cambiantes, sobre las dificultades que se ponían a los sindicatos para acceder a la empresa… Su caso era conocido por la plantilla, y de hecho fue otro trabajador el que me pasó la dirección del blog [http://blogdelperdedor.
Estas cosas dejan en la gente un poso de constante miedo, de constante recelo… Claro que en ocasiones la gente hablaba de las condiciones de trabajo que se padecían. Pero siempre en voz baja, de trabajador a trabajador o en pequeños corrillos, y siempre con la coletilla de «cuidado con delante de quien hablas de estas cosas«, o «aquí las paredes oyen«… Y por supuesto a nadie se le pasaba por la cabeza encarar la situación colectivamente, y te miraban como a un marciano si les planteabas esa posibilidad. Para empezar, porque no había, como ya he dicho, demasiada confianza entre los mismos trabajadores, más bien todo lo contrario. Eventualmente alguien, en un arranque de ira, le pegaba dos patadas a una máquina, o decía que le iba a dar dos hostias a nosequién o a rajarle las ruedas del coche a nosecuantos. Pero ahí se quedaba la cosa, en el cabreo del momento. A los cinco minutos todas las cabezas estaban otra vez agachadas…
Por otra parte, el desconocimiento acerca de los derechos laborales por parte de la mayoría de la plantilla era evidente. Sólo algunos veteranos del gremio tenían la menor idea de lo que pone el convenio vigente de artes gráficas… Respecto a los subcontratados, ya ni te cuento. Recuerdo que un compañero, un chaval de veintitantos años, que habría visto algún cartel en el tablón anunciando lo de las elecciones sindicales, me preguntó textualmente: «Oye, ¿qué es eso del comité de empresa?«. Ante una pregunta así, no puedes hacer otra cosa que llevarte las manos a la cabeza. Pero es que, en realidad, ya son muy pocos los trabajadores que piensan en términos de derechos, sólo prima la necesidad de sobrevivir, de preservar el empleo, de pasar a la plantilla fija… Con el caramelo de un posible contrato (que en realidad muy pocos, casi ninguno, iba a conseguir al final), la empresa consigue que hasta entre los subcontratados las relaciones sean de desconfianza, de competitividad, de no llamar la atención de los jefes, incluso de reprenderte si te quejas por algo, no sea que las represalias puedan salpicarles…
– Supongo que estarás informado de las actuales circunstancias que vive la empresa, las movilizaciones de tus antiguos compañeros… ¿Cuál es tú opinión al respecto?
– Sí, claro. La prensa regional extremeña está dedicando mucha atención al tema, tantos trabajadores encerrados en una fábrica tan grande, en uno de los principales polígonos industriales de la región, no se pueden meter debajo de la alfombra así como así… Por un lado, claro, me solidarizo con ellos, son gente que tiene unas familias, que lleva mucho tiempo dejándose media vida en esa empresa… Ojala consigan todas sus reivindicaciones, se les pague lo que se les debe, se encuentre una salida para la planta que no sea el cierre… Pero por otro lado, qué quieres que te diga, puede sonar muy bestia, pero al final se recoge lo que se siembra, y esto es lo que se recoge después de tanto tiempo permitiendo una impunidad patronal tan absoluta. Mira, seamos claros: la movilización ha llegado demasiado tarde. Y por chunga que sea la empresa, que lo es y mucho en este caso, algo de responsabilidad tendrán también los trabajadores, ¿no?
La gente joven sigue teniendo que emigrar de Extremadura, hay un tejido industrial y empresarial muy débil y resulta muy difícil encontrar un empleo (no digo un empleo fijo ni decente, sino un empleo a secas), y más ahora con la crisis. Así que la gente carga con la cruz que le pongan a las espaldas y tira para adelante, haciéndose el ciego, el sordo y el mudo acerca de lo que pasa a su alrededor e incluso de que les pasa a ellos mismos. Y eso, al final, se paga. Es como aquel poema sobre los nazis, primero vinieron a por unos y no hice nada, luego vinieron a por otros y tampoco hice nada… y al final vinieron a por mí y ya no había nadie para ayudarme. ¿Protestó la plantilla de Monprint por un abuso tan evidente de la mano de obra temporal, o por la obligación de dar tantas horas extra para que la empresa se ahorrase el establecer un tercer turno, o por los cambios repentinos de horarios, o por…? No. De hecho, ha pasado lo contrario, las tensiones y los recelos han dividido y enfrentado a los trabajadores, creando un clima que ya era bastante tenso cuando yo pasé por allí, y que al parecer ha ido todavía a peor después (por lo que puede deducirse de los comentarios en el blog que mencioné antes, que a lo largo del tiempo se han convertido en una especie de «bitácora extraoficial» de la vida de la empresa en las voces de sus trabajadores). Al final todo esto, claro, sólo beneficia a la empresa, que a base de apretar clavijas coloca a los trabajadores exactamente donde más le conviene. Creo que si los trabajadores de Monprint se hubieran puesto las pilas antes, hace seis meses, hace un año, y hubieran montado un buen pollo para poner en cuestión, colectiva, pública y razonadamente, el modelo de gestión de la empresa, esto no hubiera llegado a donde ha llegado. Ahora, con una deuda tan enorme acumulada, ya parece muy difícil salvar la empresa y los empleos, y sólo se puede pelear por cobrar los sueldos que se adeudan y poco más… Hay que reaccionar antes, cuando todavía se pueden salvar las empresas. Es una lección que espero que los trabajadores extremeños aprendan con todo lo que está pasando con esta crisis, en Monprint y en otras tantas empresas de la región.
Y habría que preguntarse también qué papel han jugado la Junta de Extremadura, el Ayuntamiento de Plasencia, los sindicatos… ¿es que nadie sabía nada? ¡Claro que sí! Para empezar, lo sabía toda Plasencia, salías a tomar unas cañas, te presentaban a alguien, le contabas donde currabas y lo primero que te decía era «joder, ahí dais más horas que un reloj, ¿no?» Así las cosas, ¿cómo es que no intervino la inspección de trabajo? ¿Cómo es que los sindicatos no pusieron el grito en el cielo, ni siquiera cuando no les permitían entrar en la planta? Que estas situaciones laborales se den en una empresa 100% privada es un abuso y una injusticia, pero que se den encima en una empresa que se ha beneficiado de tantas ayudas con el dinero de todos… ¡es denigrante! ¿Cómo es posible que las mismas instituciones que hablan de conciliación entre vida laboral y familiar, de reparto justo del empleo, financien con los ojos cerrados una empresa que se ahorra turnos enteros tirando de horas extras de la plantilla y de trabajadores precarios? ¿No deberían precisamente empresas como Monprint, que se benefician de tanta ayuda, dar ejemplo actuando de otra manera en el plano laboral? Y sobre las deudas, ¿es que nadie de la Junta ha ido supervisando las cuentas de una empresas en la que SOFIEX ha metido tantísimo dinero público? Circulan algunas teorías por internet, se habla de desplazamiento de beneficios y deudas entre distintas empresas y otros chanchullos de ese tipo. Son sólo rumores, claro, pero lo que no hay es una auditoría transparente y pública para desmentirlos… Parece ser que, con una participación accionarial del 45%, la Junta de Extremadura no tenía ni un sólo representante en la directiva de la empresa, ¿cómo se iban a enterar de lo que estaba pasando? ¿Así es como maneja la Junta de Extremadura el dinero de todos los extremeños? Todo esto, lo cojas por donde lo cojas, es intolerable.
ANEXO I: Algunos despieces extraídos de http://blogdelperdedor.
· Así se mueven en esta empresa, les hemos tenido que dar nuestra vida para que ellos dispongan de ella con entera libertad, no hay vida fuera del trabajo, no puedes hacer planes y si lo haces sabes de antemano que se van a estropear por que siempre a ultima hora surgirá algo que te haga tener que ir a trabajar. Quiero volver a recordar que la Junta de Extremadura tiene una importante participación en la empresa y que todavía no ha venido nadie a prguntarme por mi situación dentro de ella.
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· Otra cosa que me jodió enormemente fue lo de llegar un lunes a las 23 horas a trabajar, salir a las 7 de martes y que te digan que tienes que entrar a las 15 del mismo martes, salir a las 23 para volver a entar a las 7 de la mañana del miercoles para dar 12 horas, un correturnos de 3 días 3 turnos, lo que quiere decir que de 44 horas estuvimos trabajando 28, con el agotamiento psíquico y físico que ello conlleva.
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· ¿Veis normal trabajar TODOS los dias de un mes, excepto dos días; trabajar todos esos dias 12 horas; quince dias de 07 a 19 h., y quince dias de 19 a 07 h.; incluyendo los fines de semana? Si pides un dia para tus asuntos, te dicen que no, que te necesitan. Si has acabado lo que estabas haciendo y no hay mas, se inventan algo para que, aunque no hagas nada, estes alli mirando las musarañas durante 12 putas horas, y asi dia tras dia…
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· Las pretensiones de este texto son tratar de sobrevivir pidiendo, como trabajador y ciudadano a la Junta de Extremadura que ponga gente competente en nuestra empresa para poder salir adelante.
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· hola monprint,la verdad es que me averguenzo de estar dentro de tus entrañas,sinceramente estas en declive por la banda de inepto e incompetentes que tienes como dirigentes desde tus climatizadas oficinas hasta el humilde puesto de los calurosos trabajadores que a duras penas estan dando sus vidas por esta empresa que a la larga no se sabe donde ira a dar.
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· Lo que comentas de las rotativas es cierto y tiene una explicación, somos mano de obra barata, dicho de otro modo el paso intermedio entre Europa y Africa
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· vaya panda de explotadores!!
deberiamos pegarle fuego a la planta con alguno que yo me se dentro!!!
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· hola compañeros,esta empresa cada dia va a peor,esto es un puto cachondeo,para empezar estamos a 13 y no emos cobrado,no sueltan mentiras y nosotros nos callamos,parecemso borregos guiados y aun asi cuanto mas protesta la gente menos se hace,solo hay competitividad entre los compañeros y piques absurdos cn el fin de ir escalando con un fin q al menos yo no conozko,los trepas y los chivatos estan mejor mirados q los q se parten los cuernos,lo cual es abusivo e incluso ridiculo
http://blogdelperdedor.
· Pues si señores, esto sigue de mal en peor, con directivos que estan llevando a esta empresa a donde esta en este momento,a los que mandan que estan en Madrid no les importa demasiado esto porque saben como llenarse los bolsillos con el dinero de todos. En fin desde aqui mis mejores deseos de que Monprint salga adelante, si señores, que salga adelante por la gente que alli hay que merece la pena, deseos de suerte y gente preparada y honesta se haga cargo de esta empresa y la saque adelante.
ANEXO II: «El drama de Monprint», de Antonio Sánchez-Ocaña (Diario Hoy, 12/12/09)
El belén de las navidades es el de Monprint. Con encierro incluido. A la desesperada, los trabajadores persisten en hacerse oír, trasladar su indignada impotencia y en reclamar lo suyo. Antes de la resignación del ERE y el incierto futuro del paro. Exigen, ya testimonialmente, los sueldos de octubre, noviembre y diciembre. A sabiendas de que no hay dinero.
Lo ha dicho la empresa. Así de claro. Y nadie más les garantiza nada. Ni la Sofiex, compañera de viaje en esta aventura industrial con grupos de inversores extranjeros que le ha salido cara. Alguien deberá explicar algo. Pero lo peor es el drama de esas 85 familias. El sueño desvanecido de un futuro laboral prometido. El proyecto político empresarial señero de la pasada legislatura se diluye estos días como un azucarillo en la impenetrable realidad. O gestión. Los trabajadores también quieren saber qué ha pasado.
Por qué se viene a pique una empresa en la que hasta última hora no faltaron pedidos, ni trabajo. CC.OO se teme que la producción de la planta de Plasencia haya ido facturada por otras del grupo. Y sus beneficios hayan ido a parar sueldos de otros empleados. Es una opción.
Pero a día de hoy, las empresas del grupo Printone, en Madrid, Barcelona y Plasencia, están cerradas. Y las dos primeras, en concurso de acreedores.
Del socio mayoritario, el grupo inglés de inversión Coller Capital, nos llega el nombre. Y poco más. No es con el que la Sofiex se asoció para crear Printone. Entonces era E-A Inversiones Ibéricas. Aunque la cara visible del consejero delegado no haya variado.
A Plasencia ha venido a darla. Y nada más. Sin un papel, sin un balance, sin una explicación. Solo el mensaje de «no hay dinero para pagar». Con la directora general de la Sofiex de testigo. Después de lo que ha costado. De dinero público a los extremeños. No es el primer caso. Que sea el último.