Lo anuncian como si estuvieran haciendo un favor a los colombianos y sus tierras. No es que se decretará una mínima reforma agraria que favorezca al campesino. No es que se empezará a dar oportunidad a los 5 millones de habitantes para que se acuesten sin hambre. Ni que el ejército y sus paramilitares dejarán […]
Lo anuncian como si estuvieran haciendo un favor a los colombianos y sus tierras. No es que se decretará una mínima reforma agraria que favorezca al campesino. No es que se empezará a dar oportunidad a los 5 millones de habitantes para que se acuesten sin hambre. Ni que el ejército y sus paramilitares dejarán de asesinar a inocentes. No es que se quiere negociar con la guerrilla para detener la guerra. Nada de eso: la sensacional noticia es que las Fuerzas Armadas se ponen a la moda mundial con lo bio, lo verde, lo ecológico. La Industria Militar, Indumil, comunicó el Primero de junio que está perfeccionando las bombas ‘inteligentes’ de 500 libras, las mismas que ya son fabricadas en Colombia bajo tecnología israelí y estadounidense. Como lo dice el mismo comunicado castrense, la innovación es que serán «ecológicas», al ser producidas con «explosivos biodegradables, que buscan proteger a la población civil de ataques indiscriminados o accidentes.» Así como se lee. Escribió el diario El Tiempo de Bogotá sobre el tema: «Las bombas que fabrica Indumil, además de garantizar mayor precisión, tienen un componente ecológico-humanitario. En alianza con varias universidades, se trabaja en la elaboración de explosivos ‘biodegradables’.» Nuevamente: aunque no lo crea, es así como lo lee. Lo «ecológico-humanitario» es que aquellas que no estallan «pierden su potencia pasado un tiempo, lo que evita riesgos para la población civil y los combatientes.» No se precisa cuál será la acción ‘bio’ ni ‘ecolo’ sobre los cuerpos destrozados por las bombas que estallan.
Coincidencialmente, al finalizar la tarde del mismo día, habitantes de los barrios aledaños al batallón Pichincha en la ciudad de Cali, al sur occidente del país, empezaron a sentir escozor en los ojos, dolor de cabeza, dificultades para respirar, congestión nasal, vómito. Como lo diría un testigo, «síntomas que aumentaban en la misma medida en que aumentaba la desesperación de no saber qué estaba pasando y cómo actuar.» Los pobladores, desesperados, se lanzaron a las calles en busca de una ayuda que nunca llegó.
Cuando se llamó a la policía e instituciones de socorro se informó que en el batallón se estaban haciendo unas prácticas con bombas, y que «unos gases se habían escapado» Que no era posible hacer algo porque el ejército es autónomo. Que había que esperar que los efectos pasaran solos. A las 8 de la noche aún había personas con dolor de cabeza y aguda irritación en los ojos.
Si esto sucede en una de las ciudades más importantes del país, qué no pasará en los campos.
Y ante las bombas ‘verdes’ e ‘inteligentes’ algunas preguntas quedan en el aire, como estas: ¿Cuántos cientos de miles de campesinos han muerto por culpa de las bombas ‘brutas’ que se han lanzado desde 1964, cuando se decidió acabar con las guerrillas por la vía militar? ¿Cuántos miles de kilómetros cuadrados de tierras han quedado contaminados con los productos tóxicos de esos explosivos? ¿Cuándo el Estado colombiano empezará a invertir en maíz, habitaciones, salud, educación, y todo aquello que genere vida y paz, sean ecológicos o tradicionales?
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