Una vez pasada la resaca de las elecciones europeas, en las que han ganado, como era de esperar, los de siempre (no nos engañemos, en este Estado opresor unos y otros son los mismos perros con distinto collar), y en las que ha destacado el importante resultado de la lucha contra el fascismo ilegalizador, estamos […]
Una vez pasada la resaca de las elecciones europeas, en las que han ganado, como era de esperar, los de siempre (no nos engañemos, en este Estado opresor unos y otros son los mismos perros con distinto collar), y en las que ha destacado el importante resultado de la lucha contra el fascismo ilegalizador, estamos ante otra decisión que marcará el futuro de nuestro país.
La aprobación de la Constitución Europea lleva consigo que Euskal Herria pierda otra oportunidad de lograr lo que, no por justo y sabido, deja de ser cada vez más difícil. El pueblo vasco debe, porque es a la vez que su derecho histórico su obligación, lograr la independencia de los dos estados que la someten y ser nosotros los únicos dueños de nuestra palabra. Se ha visto en las últimas elecciones que el pueblo vasco no se rinde. Así hemos de seguir.
Si los distintos estados refrendan la Constitución aprobada este fin de semana tal como está planteada, ese derecho que el pueblo vasco merece se verá abocado a un largo camino de pelea que alargue los ya muchos años de lucha que se vienen desarrollando.
La Constitución Europea proclama sin ambages la primacía de los estados sobre los pueblos a los que, en el caso de tener reconocida algún tipo de organización territorial, les dejará participar en el Comité de Regiones, como una gracia, sin poder decisorio, sólo consultivo. Ese es el caso de nuestro pueblo, que como «entidad regional» en realidad, por mor de la política de los estados opresores, dos entidades regionales tendrá «derecho» a participar en ese Comité de Regiones. Pero región sometida a intereses de otros, no Estado independiente que pueda velar soberanamente por sus propios intereses.
Por otra parte, está la necesidad de que todas las decisiones acerca de la posibilidad de integración de otros miembros ha de ser tomada por unanimidad. Así las cosas, en caso de que logremos nuestros objetivos y Euskal Herria se convierta en estado libre e independiente, tanto el Estado español como el francés tendrán derecho, según la Constitución Europea, a vetar la entrada de Euskal Herria como miembro de la Unión. Y nadie duda de que ésta sea la decisión de dos países que siempre se han caracterizado por ser estados con una amplia capacidad de venganza y pataleo.
Caso aparte, o acaso el mismo, es el tema de las lenguas a usar dentro del seno de la Unión. La Constitución se refiere en este apartado al uso de las «lenguas oficiales», entre las que, como es obvio, no está, ni posiblemente esté, el euskara. Y digo que no estará porque, a pesar de los cantos de sirena del Gobierno de Zapatero sobre la traducción de los textos constitucionales a las «lenguas regionales» (euskara, catalá y galego) y sus «intentos» de inclusión en los mismos, dudo mucho que entre sus intenciones se encuentre que éstas se conviertan en oficiales dentro de la Unión. No se pueden esperar grandes alardes de quien lo primero que ha hecho con relación a Euskal Herria desde que llegó al poder es ilegalizar Herritarren Zerrenda.
Otro tema a tener en cuenta es el referido a la política de seguridad europea, tanto interna como externa. Según se destaca, dicha política será común y partirá de las iniciativas del llamado ministro de Asuntos Exteriores de la Unión. Se pretende que dicho individuo sea Javier Solana, español y dado a ciertos excesos cuando a la restricción de libertades se refiere.
Es en este tema donde hay que tener mucho cuidado, pues gracias al llamado Informe Watson y a la letra y espíritu del texto constitucional, se somete como en pocos otros sitios a la disidencia. Ya no hará falta pertenecer a un grupo para que te declaren terrorista, bastará con que seas librepensador en contra de los principios «democráticos» que sustentan la UE para ser detenido, que te incluyan en las listas de «peligrosos terroristas», que te marquen de por vida por disidencia. Europol, Eurojust… Todos ellos nombres de un sombrío futuro si finalmente se aprueba la Constitución Europea, tal y como ahora está planteada.
Esto y más es lo que nos espera como abertzales pero, ¿qué decir desde el punto de vista de la izquierda? Hasta ahora no he mencionado los principios socioeconómicos en los que basan toda esta política y que, al final se basan en la misma idea imperialista.
Porque, ¿quién duda de que quien es capaz de someter culturas y pueblos lo es también de someter trabajadores, inmigrantes, mujeres y no sólo en Europa sino en el resto del mundo? No hay más que ver cómo, cuan buitres, se han lanzado a la caza de negocio en Irak después de que el Gran Satán norteamericano haya hecho el trabajo sucio. Mucho hablar, mucho hablar, pero en el momento en que han visto la puerta abierta a la rapiña se han lanzado a por ella sin reparar en «gastos».
Al final, esta Europa es como los USA, sólo que, con la experiencia que le dan los siglos, han sabido nadar y guardar la ropa hasta ahora, que se le ven las intenciones.
De aprobarse la Constitución Europea, tal como está planteada en la actualidad, nos esperan malos tiempos para los que pensamos que la libertad es un valor importante, que la solidaridad es un término a poner en práctica.
Hoy ya se conoce el resultado de la reunión que los primeros ministros de los estados miembros de la Unión tuvieron el pasado fin de semana. Unos resultados que, indefectiblemente, están marcados por la alta abstención de las pa- sadas elecciones y que, sin duda, restan legitimidad a todas las decisiones que se han tomado, como darse prisa en proponer la Constitución Europea tal y como está para no dar lugar a que haya grupos rebeldes que se rebelen. ¿La mayor discusión? Quién tiene más o menos poder.
Que ya se encargarán ellos de poner a sus acólitos a trabajar para que, en los referéndums que se vayan a realizar, si es que se hacen, ganen sus objetivos. Así de fácil. ¿Así de fácil? No. Está en nuestra mano concienciar a la sociedad, especialmente a la de Euskal Herria, de lo que supone este texto Prostitucional, que nos deja vendidos a los deseos de los fuertes, de los poderosos, de las multinacionales, de los burócratas, de los estados que no de los pueblos, de los políticos que no de los ciudadanos. De los que, en suma, quieren que todo cambie para que se quede como está, con ellos en la poltrona y los demás en la puta calle.
Por esto es necesario que todos los que nos sentimos de izquierdas, todos los que estamos en contra de este texto constitucional (y no sólo vascos, también escoceses, bretones, corsos, castellanos, catalanes, galegos, galeses… en fin, todos) nos organicemos en contra de la Constitución Europea. Que no se nos pase la oportunidad de pararla.
(*) Pablo Martín Galiana. Coordinador del «Eje de derechos civiles y libertades democráticas» del Foro Social de Euskal Herria.