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La pantomima de las elecciones catalanas

Fuentes: Diagonal

Los próximos comicios en Catalunya evidencian el juego sucio de la cúpula del poder con un PSC que ya no quiere gobernar y cederá con gusto la Generalitat a la derecha nacionalista de CIU. La campaña electoral para los comicios del 28-N ha sido puro teatro. Los socialistas del PSC ya no quieren gobernar. Sus […]

Los próximos comicios en Catalunya evidencian el juego sucio de la cúpula del poder con un PSC que ya no quiere gobernar y cederá con gusto la Generalitat a la derecha nacionalista de CIU.

La campaña electoral para los comicios del 28-N ha sido puro teatro. Los socialistas del PSC ya no quieren gobernar. Sus líderes han participado en mítines que han sido un mero trámite, porque en la cocinilla del poder político ya se ha decidido que ahora toca cambio. Ni se han molestado en ocultar el bochornoso juego de poder bipartidista. Un panorama que ha desmotivado como nunca al electorado, pues se prevé que estos comicios tengan la participación más baja en la historia de la democracia catalana. Ni el auge de la extrema derecha en Europa, ni la xenofobia creciente tanto en el discurso españolista como en la base social del nacionalismo catalán, parecen motivar a ese sector indeciso de los votantes que dio poder al Tripartito y que ahora aceptará sin problemas un considerable giro hacia la derecha en Cataluña.

A unos días para las elecciones a la Generalitat ya casi todo el mundo cree poder cantar el resultado. De hecho gran parte de la sociedad catalana, en un inexplicable quórum espontáneo, parece haber asumido hace tiempo y sin la menor resistencia, el discurso de la derecha mediática:¨el Tripartito de izquierdas formado por socialistas del PSC, independentistas de Esquerra Republicana, y ecosocialistas de Iniciativa per Catalunya , supone una fuente de problemas, decepciones y fracasos que hay que superar y olvidar cuanto antes¨.

Para agravar la situación de la izquierda parlamentaria, desde la cúpula del poder político se suceden declaraciones suicidas, sin que nadie parezca inmutarse ante ese cambio hacia la derecha inminente, indiscutido y pretendidamente inexorable. El mismísimo , ex presidente de la Generalitat, lo reconoció el pasado septiembre al declarar: «creo que ganará Artur Mas porque toca».

Desvelaba con estas declaraciones el secreto a gritos del bipartidismo pendular: la cúpula política y económica se reparte el poder sin complejos. El PSC está cansado de co-gobernar Cataluña junto a sus dos socios de la izquierda y cederá sin miramientos la Generalitat a Convergència i Unió (CIU). Resultado de este vergonzoso juego político: el electorado de izquierdas está hastiado, desmotivado. Los comicios previsiblemente contarán con un nivel de abstención de alrededor del 50%.

Los que sí votarán, mayoritariamente por CIU, parecen buscar desesperadamente seguridad en un pasado que nunca volverá. Una aparente mayoría social ignora que CIU ya no es aquel partido de centro derecha ¨civilizada¨ que desde la transición española, ponía en evidencia una y otra vez la herencia predemocrática del PP.

Al igual que Europa ya no es lo que era cuando la Cataluña franquista miraba hacia su frontera norte buscando modelos de democracia y libertad, Artur Mas no es Jordi Pujol ni conoció como él la represión de las cárceles franquistas y eso se nota.

Mas pertenece a una nueva generación derechista sin memoria y ¨sin complejos¨ diseñada para gobernar que ya no siente que tenga que moderar, justificar o demostrar nada.

A pesar de la contundencia de los hechos (CIU está implicada directa o indirectamente en la corrupción del reciente caso Millet en el Palau de la Música, y siguen apareciendo nuevos casos de xenofobia catalanista, como el de Vic en el que el alcalde de CIU se negó a empadronar a inmigrantes sin papeles), la Cataluña sociológica, en un ejercicio inexplicable de ingenua autocomplacencia, se sigue sintiendo, de derecha a izquierda y de norte a sur, más ¨moderada y democrática¨ que el resto de la península Ibérica.

Más nacionalismo y xenofobia

Pero la verdad es que en plena crisis económica la cuestión nacionalista no-nacionalista toma más y más protagonismo en el debate político, relegando a un segundo plano los problemas socio-económicos de fondo y alimentando así los extremos más virulentos del espectro político institucional. En este contexto la reacción españolista y la xenofobia crecen en apoyo social gracias a un PP más reaccionario que nunca, y a la propuesta populista y vacía de contenido de Ciutadans liderada por el ex-militante popular Albert Rivera. Ambas formaciones ampliarán su representación parlamentaria, según vaticinan las encuestas.

En definitiva el conflicto social está servido en Cataluña. Un país pequeño y fronterizo que ahora sí puede haber llegado a ser lo que siempre quiso ser: un país profundamente ¨europeo¨, justo en el momento en que comparte con Europa una honda crisis social, política y económica envuelta en una corriente ideológica decididamente involucionista. Una Europa egoísta y xenófoba, que asombrosamente busca soluciones locales de derechas a una crisis económica precisamente provocada por la aplicación de políticas globales de derechas, mientras la izquierda institucional y social dividida y desmoralizada, se mira el ombligo o directamente practica el sálvese quien pueda.

Fuente: http://www.diagonalperiodico.net/La-pantomima-de-las-elecciones.html