La derechona española está desempolvando truculentos fantasmas. Ve en la iniciativa la mano de comunistas y masones, el preludio de un nuevo Frente Popular donde se confabulan separatistas y comefrailes. Nada más ajeno a la realidad. Soplan aires revueltos en Navarra. Alguien congregó a batzarra para dar cuenta de lo que estaba sucediendo. Don Fernando […]
La derechona española está desempolvando truculentos fantasmas. Ve en la iniciativa la mano de comunistas y masones, el preludio de un nuevo Frente Popular donde se confabulan separatistas y comefrailes. Nada más ajeno a la realidad.
Soplan aires revueltos en Navarra. Alguien congregó a batzarra para dar cuenta de lo que estaba sucediendo. Don Fernando Sebastián, de tapadillo y casi gratis, estaba registrando como pertenencias diocesanas mil edificios que forman parte del patrimonio navarro.
Curioso proceder el del riguroso don Fernando. Mientras actuaba como celoso guardián de las doctrinas, iba haciendo acopio hasta de las propinas; impulsor estricto de breviarios, no hacía ascos al tintineo de los denarios. Me recuerda a otro obispo que pastoreó Navarra a finales del siglo XVIII, don Lorenzo Igual de Soria (que dicho sea de paso, ni actuaba como igual ni era de Soria). Detentaba cargo de inquisidor cuando fue nombrado obispo de Pamplona. Dijeron de él sus cronistas que era persona magnánima; quizá lo fuese en sus costumbres personales, pero, en lo que se refiere al gobierno de la diócesis, esquiló al rebaño. El pueblo llano, harto de tanto expolio, zahería al monseñor contando coplas en las tabernas: «Para perpetua memoria/ de los siglos venideros/ dejó a los pueblos en cueros/ don Lorenzo Igual de Soria».
La reciente llamada a concejo ha tenido amplio eco y son ya 102 los ayuntamientos navarros que se han personado en el pleito. La actitud de los regidores es prudente (nada que ver con la de los vecinos de Fitero que en 1670, hartos de pagar diezmos y primicias, asaltaron la iglesia parroquial y persiguieron campo a través a sus abades). La derechona española, habida cuenta de que es lo único que sabe hacer, está desempolvando truculentos fantasmas. Ve en la iniciativa la mano de comunistas y masones, el preludio de un nuevo Frente Popular donde se confabulan separatistas y comefrailes. Nada más ajeno a la realidad. Los regidores no pretenden mandar a la feligresía a la calle para que celebre sus ritos a la intemperie como le sucedió a la txaranga de Zirauki cuando quiso dar un concierto en la iglesia. No aspiran a censurar los cantos o vestimentas de las celebraciones litúrgicas, como le sucedió antes al otxote Orbela en Olite (vio cribado su repertorio en euskera) y ahora a tres grupos culturales de Tafalla (sus mantones de Manila y txapelas son atuendos irreverentes para actuar en un espacio parroquial).
Los alcaldes sólo quieren salvaguardar la propiedad de los edificios que les pertenecen. No cabe duda de que también la Iglesia, poder casi absoluto en otros tiempos, incentivó la construcción de dichos edificios; pero fue la gente llana, con más obediencia que pertenencias, quien arrimó el hombro arrastrando materiales y regalando jornales. Aunque las vecindades de hoy sean menos practicantes, se consideran legítimas herederas de unos bienes que, con tanto esfuerzo, levantaron sus mayores. El Arzobispado, dado a invocar la paz, debiera de actuar en consecuencia. No bastan las discutibles y distantes notas de prensa. Siéntese don Fernando con los regidores navarros y hablen de igual a igual. Si a Vd. le ampara su autoridad arzobispal, les asiste a los alcaldes su autoridad ancestral, atributo reconocido en nuestra tierra y de hondo arraigo popular.
* Jesús Valencia Educador Social