En los largos prolegómenos que tiene el incipiente proceso democrático hacia la paz y normalización en Euskal Herria hay una expresión que el PSOE repite con machacona insistencia y que de tanto repetir se puede asentar en la conciencia de muchos ciudadanos y ciudadanas como si de una obviedad se tratara: «La Paz no tiene […]
En los largos prolegómenos que tiene el incipiente proceso democrático hacia la paz y normalización en Euskal Herria hay una expresión que el PSOE repite con machacona insistencia y que de tanto repetir se puede asentar en la conciencia de muchos ciudadanos y ciudadanas como si de una obviedad se tratara: «La Paz no tiene precio político». Es la frase más repetida por la mayoría de los representantes políticos, que refleja falsedad y una peligrosa desviación de un proceso que persigue la normalización de la convivencia ciudadana en nuestro pueblo. Planteamiento falso que precisamente constituye una de las causas de la crisis que se palpa en la actualidad.
El Sr. Zapatero, al igual que cualquiera que tenga sentido común, sabe perfectamente que la paz no se reduce a la desaparición de las expresiones violentas de ETA. Desear que se superen las mismas es un deseo loable y lícito, compartido por toda la izquierda abertzale, pero evidentemente eso no es la paz. Eso es un reduccionismo falseado y además peligroso de la «paz de los cementerios».
Para hablar de paz tan necesario es lo anterior como erradicar la tortura de todas las comisarías de la Policía Española, Guardia Civil o de la Ertzaintza, así como la desaparición de las legislaciones y tribunales especiales. Para hablar de paz es imprescindible que se respeten escrupulosamente todos los derechos humanos de las presas y presos políticos dispersados a miles de kilómetros de Euskal Herria y tratados como alimañas, así como reconocer a toda la ciudadanía vasca los derechos sociales y políticos que le corresponden.
Y, sobre todo, para hablar de paz con mayúsculas es imprescindible reconocer y respetar los derechos de la ciudadanía vasca, tanto a nivel individual como colectivamente. Sólo podemos lograr un escenario de paz construyendo un ordenamiento político que garantice el derecho que nos corresponde a sentirnos y vivir como vascos y a decidir sin ingerencias externas nuestro presente y nuestro futuro.
Señores, es hora de hablar claro. La paz tiene precio político: la democracia. Así de claro y simple. ¿Eso significa ceder ante la lucha de ETA ? Llámenlo ustedes como quieran. Si prefieren reconocer públicamente ante toda Europa que efectivamente la organización armada vasca viene luchando por la instauración plena de la democracia castrada por la reforma política franquista y que ha llegado la hora de reconocer la necesidad de asumir un acuerdo histórico que supere el conflicto, un aplauso por su valentía. Si, por lo contrario, aunque nieguen algo tan obvio, adoptan las medidas pertinentes para que en Euskal Herria se respeten todos los derechos humanos individuales y colectivos, bienvenidos sean.
No buscamos vencedores ni vencidos, pero es imprescindible no vender un objetivo tan deseado y necesario como la paz en falsas coordenadas. La paz se fundamenta en la justicia y la democracia o será una quimera.
El precio de la paz no es la derrota y la humillación de los estados, ni el logro de la independencia y el socialismo, objetivos de la izquierda abertzale. No, no se persigue eso. El precio es sencillamente algo asumible por cualquiera, como es la democracia plena en toda Euskal Herria. El derecho a decidir el presente y el futuro por parte de toda la ciudadanía vasca, sea de nuestra Vasconia peninsular como de la continental. No exigimos ningún privilegio ni prebenda alguna, reivindicamos algo tan elemental como que se devuelva al pueblo el derecho de decisión, largo tiempo secuestrado por los estados español y francés.
Los españoles y los franceses tienen derecho a sentirse, actuar y vivir como tales. ¿Por qué no se nos per- mite a los que sencillamente nos sentimos vascos ni franceses ni españoles otro tanto? El día que los independentistas vascos tengamos la igualdad de oportunidades que tienen los españoles o los franceses se habrá superado el conflicto. La clave del conflicto es sencillamente que en la España una, grande y libre y la grandeur française no tiene cabida otra identidad nacional que no sea la de suya. Y la realidad es otra: Una parte importante de Euskal Herria se siente parte de una nación con identidad propia y diferenciada.
Reconocer que la paz tiene precio político es una evidencia cuya negación no nos lleva más que a envalentonar al franquismo sociológico. Desenfocar el tema reduciendo todo ello a la desaparición de ETA es un error estratégico del PSOE, porque debía tener claro que mientras no sitúe las coordenadas de una convivencia ciudadana en el mutuo respeto a las distintas naciones que existen dentro de los límites geográficos de los estados francés y español no puede haber entendimiento estable y acordado. Y, además, desfigurar las claves del proceso ayuda y posibilita a los añorantes del franquismo numerosos jueces, fiscales, cuerpos policiales y medios de comunicación a cargar las baterías con el objetivo de macha- car y hacer desaparecer del mapa a la izquierda abertzale, creyendo que de esa manera desaparece el problema. En la medida en que el PSOE rehuye el debate ideológico está ayudando a situar el conflicto político en los mismos parámetros que han entendido los fascistas desde el levantamiento armado del año 36: arrasemos a los combatientes, que así desaparecerá el problema.
Hace unas semanas el Parlamento Europeo reconoció que en Euskal Herria existe un conflicto político. Un conflicto que hunde sus raíces en el no reconocimiento de Euskal Herria como nación (la territorialidad) y en su derecho a la autodeterminación. Existe un conflicto claro entre soberanías (la vasca por una parte y la española por otra) como denunció con rotundidad Telesforo Monzón en las Cortes Españolas en el año 35, y muy recientemente el Sr. Ibarretxe, Lehendakari del tercio autonómico. Y es evidente que, mientras nos niegan a los vascos ser soberanos en nuestras decisiones y formas de funcionamiento, nos están cerrando las vías para que todos los proyectos políticos puedan ser realizables. Nos están negando la igualdad de oportunidades.
Si el PSOE no quiere desaprovechar esta inmejorable oportunidad, debe plantear con valentía la lucha ideológica sobre las claves democráticas del proceso. Negar un precio político es cegar cualquier posibilidad de cambio del estatus político actual, es decir, apostar por la viejas recetas. Mal camino.
* Tasio Erkizia es militante de Batasuna