La policía española da un trato vejatorio y encarcela por mas de 40 horas como promedio a cientos de personas que diariamente llegan al aeropuerto de Barajas y que son declarados visitantes indeseados simplemente por su aspecto o nacionalidad. Algunas de ellas con hijos menores a quienes se les hacina en la carcel mixta, sin […]
La policía española da un trato vejatorio y encarcela por mas de 40 horas como promedio a cientos de personas que diariamente llegan al aeropuerto de Barajas y que son declarados visitantes indeseados simplemente por su aspecto o nacionalidad. Algunas de ellas con hijos menores a quienes se les hacina en la carcel mixta, sin siquiera ofrecerles leche o alimentos infantiles durante ese tiempo y obligadas a dormir sobre el suelo, algunas sobre colchones arrojados allí cerca de la medianoche.
Soy un periodista chileno. Mario Morales Esparza, y me tocó hace unos días vivir en carne propia esa experiencia que se cree propia de «países crueles o antodemocrático» y que me parecía increible que ocurriera en España, país al que regularmente vengo desde el año 1974 cuando trabajé como corresponsal de Televisión Francesa.
Estuve retenido hace 10 días junto a decenas de personas de diversas nacionalidades a quienes no se nos permitió cambiarnos de ropa ni hacer uso de nuestros efectos de aseo ya que se nos quitó todo antes de encarcelarnos.
Sin entrar a cuestionar si corresponde o no rechazar a turistas por la sola sospecha de que son posibles inmigrantes disfrazados, que es otra materia que se debería aclarar de una vez para evitar estos papelones. Esta vez quiero simplemente denunciar el procedimiento humillante a que somos sometidas, personas libres a quienes no se nos hizo previamente un juicio condenatorio y menos se nos había permitido el ingreso al país por lo que técnicamente no se nos podría cohartar nuestro derecho de movilidad.
Exactamente lo mismo que reclamó tantas veces contra Estados Unidos el presidente español, Rodríguez Zapatero refiriendose a Guantánamo, es decir, a retenido y encarcelados sin un juicio; en un hoyo negro jurídico en el universo en que las leyes y convenios internacionales no alcanzan.
Yo venía por visita de negocios, por 5 días. De nada sirvió que mostrara reserva de hotel y contratos de negocios. Me dejaron 3 horas esperando antes de trasladarme a las dependencias de la policía del aeropuerto. Se me pidió que firmara un documento en el que aceptaba que se le trasladara a un «hotel» para luego tener una audiencia con el jefe de migraciones quien decidiría su situación. Hasta allì todo me parecìa razonable. Pero resultó que el hotel era la carcel del aeropuerto, situada en el tercer pido de las dependencias policiales.
Antes de entrar a ella se nos quitó todo el equipaje de mano y hasta los móviles para evitar que tomaramos fotos, segùn explicaron. Luego se nos metió en la carcel, una sala de 3 por 2 metros abarrotada de gente de diversas nacionalidades, alguna de ellas sentadas en sillas de plástico con los respaldos rotos que intentaban calmar los llantos de sus hijos menores. Sobre una pared dos teléfonos públicos, uno de ellos que supuestamente recibía llamadas pero que jamás pasaba desocupado.
La máquina expedidora de tarjetas de llamadas estaba fuera de la celda, en el pasillo y solamente se podía adquirir cuando de tiempo en tiempo aparecía por la sala una asistente social cuya única misión era del de ir a cambiar monedas a los reclusos o bien comprarles tarjetas telefónicas.
La comida del mediodía consiste en carne mal cocida, algunas simplemente crudas, sin pasarlas por el microondas. Para los de la religión islámica nada. Vi arrojarle una bandeja en la cara a un marroquí jóven y elegantemente vestido a quien se le gritó que se comiera eso o nada luego de lo cual el marroquí no pudo contener los sollozos de impotencia.
Una señora uruguaya que estaba allí con sus 4 hijos menores, habían preparado por mas de un año este viaje de visita a su hermana, casada con español y radicada en Madrid. «Hemos hecho un gran esfuerzo en los pasajes y en la ropa para venir por unos días», decía esa señora quien no escondía su rabia al comentar que «Uruguay recibió a miles de españoles que llegaron buscando mejor suerte y hasta mi abuelo vino de Galicia y es un agradecido de nuestro país», decía. Pero su mayor indignación, decía, era el trato. «Ya de entrada, al verme junto a mis hijos, ese muchacho que recibió mi pasaporte se rió en mi cara y me preguntó de que granja venía». Es increible. En la noche, solo algunos afortunados durmieron en alguna de las 8 literas, dandose preferencia solidaria a las madres y los niños. Los demás sobre colchones tirados al suelo de la celda a los que se les dió espacio apilando sillas y mesas.
A nadie se le llama para la cita con el jefe de migraciones antes de las 30 horas o 48 horas de estar allí. Mientras estaba allí recordé que Naciones Unidas en su declaración universal de los Derechos Humanos en su punto 2 proclama el derecho a libertad sin importar raza,color, sexo, religión u origen social o económica. Y el artículo 5 en que se prohibe que se someta a una persona a trato degradante. En el Noveno en que dice que nadie puede ser retenido arbitrariamente o el artçiculo 13 en que señala que toda persona tiene el derecho de circular libremente y salir de cualquier país, etc etc. pero en ese limbo nada tenía validez.
Para colmo la cita no era con el jefe dfe migraciones como se nos habçia dicho. Simplemente era someterse a una serie de preguntas que le hacía un policía. Se le presenta a cada uno un abogada de oficio, quien permanece sentado nuestro lado sin abrir la boca. Si no pregunto quien era esa persona, no sabria que era MI abogado defensor. Todo es una farsa. Una burla de comienzo a fin. No dejan explicar nada y al terminar presentan un documento confeccionado al día anterior cuando ya lo habian condenado antes de escucharlo. Da lo mismo lo que uno diga porque no hay defensa, no hay alegatos ni hay un juez. Todos estan sentenciados de antemano y ese trámite se hace simplemente para jusficar una farsa. Los documentos de rechazo son impresos confeccionados por miles al que agregan los datos personales de cada uno y a mano se le pone en ese momento la hora y la fecha. Lo mas irónico es que inmediatamente luego de la audiencia, le obligan a apurarse a buscar su equipaje de mano porque coincidentemente el avión de regreso a su país esta a punto de salir; reserva y preparativo que lógicamente se había ya hecho el día anterior.