Poeta, periodista, campeona de España de lanzamiento de jabalina, la primera mujer en formar parte de la junta directiva de un club de fútbol, reportera de guerra, anarquista, feminista y lesbiana. Que una persona reúna todas estas características y las desarrolle en una única vida parece imposible. Que existiera de verdad y que a día de hoy sea una figura prácticamente desconocida sorprende aún más. Pero es real. Ana María Martínez Sagi (Barcelona, 1907) fue la escritora que aunó todas estas facetas y que el escritor y columnista Juan Manuel de Prada ha rescatado en una biografía. Para ello ha necesitado más de veinte años de investigación, en los que tuvo la oportunidad de conocer a la protagonista antes de que falleciera en el año 2000.
La autora le entregó toda su obra inédita, tanto en verso como en prosa, con la directriz expresa de que no la publicara hasta que hubieran pasado veinte años de su muerte. Dos décadas después, El derecho a soñar: Vida y obra de Ana María Martínez Sagi (Espasa) recorre su historia desde su nacimiento en el seno de una familia burguesa de derechas a su solitario desenlace, pasando por su éxito durante la Segunda República, su etapa en el frente de la Guerra Civil y su exilio en Francia. “Que alguien que había sido tan destacada en tantos aspectos no figurara en ninguna parte me pareció muy injusto”, reconoce a este periódico De Prada. Fue a finales de los 90 cuando descubrió a la artista por una entrevista que le realizó César González-Ruano. Saber quién era aquella “poeta, sindicalista y virgen del stadium”, como se le definía en el texto, fue la duda que se instaló inmediatamente en su interior.
Tras constatar que seguía viva, la convenció para que le abriera las puertas de su casa en Moià. Allí le reveló que había cubierto como periodista “los combates en el frente de Aragón, que cruzó a los Pirineos cuando las tropas enemigas entraban en Barcelona, que sobrevivió en el país vecino a duras penas, que había participado con riesgo en actividades de la Resistencia durante los años de la ocupación alemana, que tras la Liberación se había ganado la vida con los oficios más variopintos, desde pintora callejera hasta floricultora, antes de conseguir plaza como profesora de la Universidad de Illinois, donde se jubiló”.
Posteriormente regresó a España, donde se tropezó, como describe la biografía, “con un recibimiento hosco que le llevó a convencerse de que debía refugiarse en aquel pueblecito”. “Intentó darse a conocer de nuevo en los ambientes literarios, pero no le hicieron ni caso, así que decidió recluirse y vivir en el anonimato más absoluto”, explica el autor, “pensó que se le acogería con los brazos abiertos porque sabía que había una nueva generación antifranquista, pero no”. El machismo imperante en aquel periodo tampoco ayudó: “Mientras que exiliados como Rafael Alberti volvieron siendo aclamados, nadie quiso saber nada de ella”.
Con aquellas primeras informaciones, De Prada publicó en el año 2000 la novela Las esquinas del aire. Sin embargo, a medida que continuó indagando y recuperando datos sobre Sagi en archivos y bibliotecas de diferentes ciudades del mundo, entendió que merecía una publicación más extensa que recogiera con detalle su biografía. Y decidió hacerlo por la vía académica en forma de tesis doctoral. Sus tutores fueron Jaime Olmedo, director técnico del Diccionario biográfico en la Real Academia de la Historia y Gonzalo Santonja, polémico consejero de Cultura de la Junta de Castilla y León que ha pasado del comunismo a la extrema derecha. Al primero lo eligió porque había sido su profesor en un máster de Filología y al segundo, por ser “amigo de toda la vida”. “Su especialidad es la literatura del exilio, a pesar de que ahora se tenga la imagen de él como aficionado a la tauromaquia y, más recientemente, por su nombramiento de Cultura en Castilla y León por Vox”, indica el escritor.
De hecho, a Juan Manuel de Prada, cuya ideología política se acomoda más en la derecha que en la izquierda, le han preguntado “cómo siendo tan católico estás ahora recuperando la vida de una roja”. “Hoy en día tenemos una visión muy maniquea de las cosas que nos hace pensar que solo nos podemos fijar en aquello que tiene que ver con nosotros. La vocación del escritor no tiene nada que ver con esto, te puedes sentir atraído por personas muy distantes a ti ideológicamente. Lo que te enamora es la historia”, responde.
Una mujer ‘fuera de sitio’
Una constante en la biografía de Sagi fue estar “fuera de sitio”, empezando por cómo rompió con su familia por su “deriva ideológica”. Antes de virar hacia el anarquismo, fue simpatizante de Esquerra Republicana y defensora del nacionalismo catalán, aunque siempre escribió en castellano. “Esto ya la dejó en tierra de nadie”, opina de Prada. Fue deportista de élite hasta el nivel de ganar un campeonato nacional de lanzamiento de jabalina y fundó en plena dictadura de Primo de Rivera el Club Femení d’Esports; uno de los espacios feministas más importantes de la Barcelona de la preguerra donde, además de practicar deporte, las mujeres aprendían a leer. Con 27 años se convirtió en la primera directiva de un club de fútbol en todo el mundo, cargo que ostentó en el F.C. Barcelona entre 1934 y 1935.
En la Segunda República, en la que vivó su mayor reconocimiento como poeta y periodista, fueron especialmente comentados sus reportajes sobre el sufragio femenino en un momento en el que este tema se estaba peleando en la calle y en el parlamento. En su suplemento diario Las Noticias incluyó entrevistas con perfiles de todos los estratos sociales, ya fueran mendigos, prostitutas o políticos. En 1929 publicó su primer poemario, Caminos, al que seguirían Inquietud (1931), Canciones de la isla (1932) y País de la ausencia (1938), entre otros. “Que una mujer empezara a hacer una serie de actividades hasta entonces consideradas masculinas se contemplaba con hostilidad, independientemente de la orientación ideológica”, expone De Prada. “El amor lésbico no se aprobaba. Las relaciones entre mujeres se mantenían en la clandestinidad, fuera de foco y de la vida pública, por lo que su lesbianismo contribuyó a convertirla en esa persona sin cabida en la sociedad de la época”, añade sobre cómo su vida sentimental también estuvo marcada por la diferencia.
La novelista y poeta Elisabeth Mudler fue su gran amor, reconstruido en la biografía a través del diario lírico que Ana María dejó de su romance y su poesía inspirada en ella. También fue uno de los motivos por los que Sagi pidió al escritor que no publicara sus textos hasta veinte años después de su fallecimiento: “Todos los poemas que dedica a evocar su relación con ella son extraordinarios, pero creo que tenía miedo a que sus familiares se sintieran ofendidos porque algunos de sus textos son eróticos y muy explícitos”. En cualquier caso, considera que “quería asegurarse de que la gente de su generación estuviera muerta y había aspectos de su vida que quería ocultar”. Además de confiar que “llegaría otra época que fuese más receptiva a sus valores”.
El impacto de la guerra en primera línea
Otro ámbito en el que fue Sagi pionera lo propició la Guerra Civil, alzándola como la primera fotorreportera de guerra española. “Combinaba las fotografías en la primera línea bélica con crónicas de lo que sucedía. En una de ellas cuenta que un miliciano recibió un disparo en la frente mientras le tendía su cantimplora para que bebiera agua. Murió en sus brazos”, recuerda De Prada. Durante este periodo escribió Por el río venía, que para el novelista es uno de los poemas más relevantes de la autora. “En él narra cómo el cadáver es arrastrado por la corriente. Es precioso. Lo podría haber firmado Federico García Lorca”, reivindica. “Venía tu cuerpo moreno, inmóvil y frío. El agua, cantando, pasaba por tus dedos rígidos. ¡Venías tan pálido, soldado, en el río!”, rezan algunos de sus versos.
Para el escritor, esta obra es una muestra de la “huella indeleble que la muerte dejó en su espíritu”. “Estaba en el centro del conflicto, lo vivió muy de cerca y lo sufrió en sus propias carnes con tres heridas: una leve de metralla, un accidente de coche y unas terceras muy graves en el bombardeo de Alcañiz en 1938 por las que estuvo en coma y ciega varios días”, añade.
Todavía queda material por publicar
La biografía de Sagi está dividida en dos volúmenes que suman un total de 1.709 páginas. El primero ofrece una visión panorámica de las tres primeras décadas de la vida de la autora hasta 1937, en el que su rastro desaparece tras la caída del Consejo Anarquista de Aragón. El segundo ahonda en los años venideros hasta el 2000, abordando el exilio de la autora, fuertemente marcado por la escasez. “Fue durísimo. Vivió en condiciones penosas durante unos cuantos años”, señala De Prada. El novelista considera que la “misantropía” de la poetisa le perjudicó en esta etapa, ya que mientras “muchos intelectuales exiliados tejen relaciones entre ellos, ella se aparta totalmente de esos ambientes. Trató de incorporarse a la cultura francesa pero tampoco lo consiguió”.
Allí mantuvo una relación con Marie-Thérèse Eyquem, pionera de la defensa del deporte femenino que acabó siendo secretaria general del Partido Socialista Francés. Una figura a la que terminó convirtiendo en protagonista de una de sus novelas, de contenido lésbico, pero en clave. En París vivió bajo la ocupación alemana entre 1942 y 1944, pero sus años más complicados como expatriada fueron los que residió en Chartres, donde se vio involucrada en “rocambolescas historias”, como así las define el autor, por su amistad con Joaquín Ascaso, Antonio Ortiz y otros anarquistas perseguidos por la justicia.
Antes de esta biografía, De Prada publicó La voz sola (2019, Fundación Banco Santander), una antología de poesía y textos periodísticos de Sagi. Por delante avanza que tiene pendiente el lanzamiento de prosas de la autora y un Andanzas de la memoria, un libro “con viñetas en las que ella evoca algunos episodios de su pasado y un diario idealizado de su relación con Mudler”. A través de él seguirá ampliando y haciendo accesible la obra y legado que la escritora le confió.