A media mañana, cuando bullen los despachos y las fábricas, Julio Anguita está sentado plácidamente en el banco de una plaza pública de Córdoba. Pero Anguita, prejubilado de su plaza de profesor, a la que volvió después de veinte años de actividad política, quizá sólo tiene en común con el resto de jubilados de Córdoba […]
A media mañana, cuando bullen los despachos y las fábricas, Julio Anguita está sentado plácidamente en el banco de una plaza pública de Córdoba. Pero Anguita, prejubilado de su plaza de profesor, a la que volvió después de veinte años de actividad política, quizá sólo tiene en común con el resto de jubilados de Córdoba el instante que dura la sesión fotográfica, en esta plaza. Aún jubilado, Anguita tiene la agenda tan cargada que resulta una tarea casi imposible encontrar un par de horas libres a la semana. Artículos de prensa, conferencias, charlas y hasta un libro sobre su vida política. «Tengo mucha actividad, sí. La diferencia con la de hace unos años es que no tengo aquellas tensiones, no voy a los sitios con urgencia y no debo soportar reuniones interminables, una y otra vez diciendo lo mismo. En eso, he ganado».
La Izquierda y los Progres
«Derecha e izquierda existen. Con los nombres que usted le quiera poner. A lo largo de toda la historia, la derecha es el poder económico y su intento será siempre que no cambien las cosas. La izquierda es la que busca y defiende cambios en la sociedad para que haya una mayor igualdad. Lo que ocurre es que los imperativos del mercado, los efectos de la globalización, ha llevado a la izquierda a ceder continuamente y los objetivos se reducen a la lucha por el poder. Pero que ésta sea la realidad no implica que la izquierda no exista, sólo que ha perdido su línea de combate. Yo, como hombre de izquierda, creo en la intervención pública del mercado como única forma de intentar frenar las diferencias enormes injusticias y desigualdades que provoca el capitalismo. La globalización no es más que el desarrollo extremo del sistema capitalista. Lo que decían Marx y Engels. No hay ningún fenómeno nuevo que no esté en el Manifiesto Comunista.
Otra cosa es las posiciones progres, el progresismo… Mire usted, se lo diré con mucha claridad, prefiero que se acuerden de mi padre y de mi madre a que me llamen progre. La progresía es, ni más ni menos, que el sumidero por donde se han ido las ideas de la izquierda. La progresía es quedarse en la reforma de una serie de aspectos sociales, como los matrimonios homosexuales o las medidas de discriminación positiva de la mujer, mientras que se deja intacta una realidad económica injusta».
El Estatuto de Cataluña
«El problema mayor es que se quiere cambiar el modelo territorial a pellizcos. Pero no se hacen así las cosas. Lo adecuado es que se afrontara el problema de cara y se llegara a un acuerdo sobre qué tipo de España queremos. Y definir en una Constitución nueva qué estado queremos. No se hace así, sino que, arrastrados por el peso político y económico de Cataluña, se está realizando esta transformación a pellizcos. Yo no veto ninguna fórmula, pero que se diga. Que se plantee claramente y que lo decida el pueblo español, pero que no se plantee un cambio de modelo por la vía de los hechos consumados.
Claro que a esta situación se llega, en gran medida, a consecuencia de la política que se ha seguido en Andalucía. Quiero decir que, después de que en los ochenta esta tierra venciera en la calle a un gobierno y torciera los planes iniciales sobre las autonomías, Andalucía tendría que haber liderado a las autonomías del artículo 141, las autonomías a las que no se denomina como «históricas». Pero no ha ocurrido así».
Rafael Escuredo tenía una cierta idea de lo que le explicaba antes, la necesidad de que Andalucía liderase la transformación de Estado, buscando el equilibrio territorial. Pero, ¿qué ocurre? Que a Escuredo, que era presidente de la Junta, lo puso en la calle su propio partido. Llegó luego Rodríguez de la Borbolla y, aunque era ya un pálido reflejo de Rafael Escuredo, también su partido le acabó cortando la cabeza. Y Chaves, en fin, es un funcionario. Si Andalucía hubiera ejercido el liderazgo que logró el 28 de febrero, no estarían ocurriendo estas cosas. Sin ese contrapeso andaluz, lo primero que se ha planteado en Cataluña es lo de siempre, la pela».
El declive de Izquierda Unida
«Usted sabe que yo siempre he defendido el programa, programa, programa. La cuestión sigue siendo la misma, se trata de saber si Izquierda Unida aparece como una fuerza política soberana que negocia con el PSOE sobre programas y, por el contrario, aparece como alguien que sigue de forma permanente la estela del PSOE.
Hay momento, y sobre todo pensando en la política estatal, en los que parece que Izquierda Unida es el portavoz del Gobierno socialista. Mire usted, cuando se está contra la derecha se está contra las políticas de la derecha, no contra Rajoy o contra Aznar porque nos caiga mejor o peor. Y si el PSOE mantiene en el Gobierno las políticas de la derecha, tenemos que seguir estando en contra. Ni es una cuestión de siglas, sino de políticas».
La tregua de ETA a Zapatero
«Yo soy partidario desde hace mucho tiempo del derecho de autodeterminación. Entre otras cosas porque estoy convencido de que ese referéndum lo ganábamos los que somos partidarios de España como un Estado unido. En la tregua de 1998, le dije por escrito al lehendakari Ardanza que, al final, tendrán que pronunciarse y decidir el pueblo vasco y el pueblo español. No nos espantemos por ello, es mucho peor que la burguesía vasca se lleve el dinero».
La ‘pinza’, diez años después
«Lo pasé mal, sí, pero no sólo por el falso montaje de la pinza, que no se le hubiera ocurrido ni a Goebbels. Lo pasé mal por cómo aquella mentira acababa influenciando a mis propios compañeros, que sabían perfectamente que no había pinza alguna entre Izquierda Unida y el Partido Popular, y sin embargo parecían darle crédito a aquellas falsedades. La pinza fue un invento de quienes creían, y creen, que Izquierda Unida debe ser la criada solícita en apoyo del PSOE. Nada importaba, además, que el PSOE acabara de atravesar sus peores años de corrupción. La dignidad y la soberanía de Izquierda Unida hacían daño, claro, y por eso la atacaron de aquella forma, con una campaña orquestada por el PSOE y por los medios de comunicación del señor Polanco.
Diego López Garrido, entonces en Izquierda Unida, fue el que montó toda aquella patraña. El sabía bien lo que estaba pasando, porque era un elemento más de aquella campaña, junto a la alta dirección de Comisiones Obreras. Pero yo decía estas mismas cosas entonces y me decían que era un dogmático, un estalinista… No, no, sencillamente yo sabía lo que estaba pasando. ¿Dónde están hoy Diego López Garrido y Antonio Gutiérrez? En fin, a niveles coloquiales, yo digo eso, que han cumplido su objetivo, que hemos sido derrotados. Sí, sí, así son las cosas».