Dice Alfonso Sastre en «La prosa y la política» que «hay un arte de mentir, en el que son duchos los políticos pegados a los poderes del capitalismo, que se desarrolla por y para el sistema, con sus propias metáforas y toda clase de «bellezas» (adornos de su basura)». Ejemplo de prosa mentirosa es el […]
Dice Alfonso Sastre en «La prosa y la política» que «hay un arte de mentir, en el que son duchos los políticos pegados a los poderes del capitalismo, que se desarrolla por y para el sistema, con sus propias metáforas y toda clase de «bellezas» (adornos de su basura)». Ejemplo de prosa mentirosa es el intento de convertir dicho artículo, que reclama la solución pacífica del conflicto político en Euskal Herria, en una amenaza terrorista.
Ciertamente, desde que Zapatero alcanzó el poder, su gobierno no ha dejado de mentir. Prueba de su permanente impostura es la política migratoria. De la Vega presentó el I Plan África como la solución en origen al problema de la inmigración: al escucharla, nos sentíamos tentados a suscribir su objetivo de garantizar unas condiciones de vida digna para evitar la huida de la población africana hacia Europa. Cuando leímos el Plan, supimos que, en realidad, se trataba de garantizar la seguridad energética de España y los intereses de las empresas de hidrocarburos y pesqueras en el continente africano. Alambradas, centros de detención e inversiones rentables sustituían, en la práctica, a las promesas de desarrollo, prosperidad, justicia y dignidad. Tres años después, los consejeros de las oficinas comerciales de España en Ghana, Senegal y Nigeria presentan el II Plan África como «una segunda ofensiva diplomática» para reforzar la presencia empresarial española en el continente.
Hace unos meses, Rubalcaba aseguraba que las redadas contra la población inmigrante no existían. Los controles policiales con criterios racistas son tan evidentes que el ministro, con sus palabras, se ridiculizaba y ofrecía una muestra más de la prosa mentirosa del gobierno. Con la nueva Reforma de la Ley de Extranjería, el gobierno promete una inmigración legal y ordenada. Lograr la armonía social mediante el equilibrio entre la oferta y la demanda de trabajo -supuesto objetivo de la política de ordenamiento de los flujos migratorios- es una mentira más, avalada por los grandes sindicatos cómplices de la política de extranjería. Hoy más que nunca, con millones y millones de personas explotadas y en el paro, sabemos que el capitalismo no puede ofrecer armonía. Que buena parte de la población, con y sin papeles, sea explotada gracias a su vulnerabilidad jurídica y social es una condición necesaria para el buen funcionamiento del mercado de trabajo: a sus necesidades responde una Ley que seguirá garantizando la explotación de millones de personas y la expulsión de las sobrantes.
Eduardo Romero es miembro de Cambalache