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La razón gobernista

Fuentes: Viento Sur

«Para hacer frente a una situación que tiende a agravarse, y en la que el tiempo de reacción está en cuenta atrás, hacen falta alternativas unitarias, pero fuertes. Que se propongan cambiar el país. Que hayan aprendido de la experiencia de los dos últimos años que sólo puede haber una izquierda política creíble, que se […]

«Para hacer frente a una situación que tiende a agravarse, y en la que el tiempo de reacción está en cuenta atrás, hacen falta alternativas unitarias, pero fuertes. Que se propongan cambiar el país. Que hayan aprendido de la experiencia de los dos últimos años que sólo puede haber una izquierda política creíble, que se gane la posibilidad de gobernar y sepa hacerlo, si se subordina al campo social antagonista. Lo que significa ahora mismo tener como primera prioridad su construcción y adaptar a este objetivo, cualquier táctica, incluso las electorales». Miguel Romero (Moro), «Sí, se puede»… pero ¿qué es lo que se puede?» (06/10/2013)

El debate actual sobre formar parte o no de un gobierno con Sánchez no sólo es legítimo, sino necesario. Y no se resuelve ni con fórmulas sumarias, ni con eslóganes; y menos aún con descalificaciones. Las situaciones complejas no admiten simplificaciones que acaban, como lo estamos comprobando en ocasiones, en simplezas y sectarismos. El debate no debe sacralizar (y mitificar) las fórmulas posibles y debe partir de que a priori ninguna es ideal, porque desde el punto de vista de las fuerzas transformadoras hoy se parte de una situación de minoría. Por lo tanto, es una cuestión de valorar ventajas e inconvenientes en tres terrenos en cualquiera de sus fórmulas: 1) qué resultado beneficioso/perjudicial puede tener para la mayoría social; 2) establecer el coste/beneficio en términos político-electorales para las diversas fuerzas; 3) que características deben tener las fuerzas con las que se puede establecer una alianza sea esta puntual para una investidura, de legislatura o de gobierno. A la hora de abordar estas cuestiones, el orden no altera el producto.

Obviamente a quienes nos situamos en el espacio de la izquierda nos interesa especialmente reflexionar sobre los pasos que la misma debe dar, teniendo en cuenta en qué contexto se mueve y que fines se persiguen. Y debatir fraternalmente con nuestras compañeras y compañeros de izquierda. Las fuerzas transformadoras están sumidas en una situación muy compleja que esperemos no acabe siendo un callejón sin salida. Para comprender sus entresijos conviene partir de los puntos de vista expresados por Pastor (2019), por un lado, y por Monereo (2019), por otro. Pese a que entre ambos existen algunas diferencias sobre el momento político y el laberinto en el que nos encontramos; porque se trata de un laberinto.

Y no debemos hacernos trampas: tras la moción de censura a Rajoy no hubo «gobierno a la…», aquello fue un mientras tanto se convocaban elecciones; ahora ya se han celebrado. Soy laico con esto de los gobiernos; no me creo a pies juntillas los de coalición ni demonizo los de acuerdo-voto de investidura-hacer oposición. Una socialdemocracia-liberal hegemónica en el campo de la izquierda no es de fiar. Tampoco es tan fácil torcer su brazo, ni fuera ni dentro de un gobierno. No nos creemos falsas ilusiones ni hagamos apuestas sin garantías.

El punto de partida y llegada de Podemos (por el momento) 

Tras los debates de investidura Podemos ha enviado el siguiente documento a la gente inscrita titulado ¿Qué ha pasado en las negociaciones de investidura? (Podemos 26/07/2019), del que reproduzco un párrafo clave:

«Porque estos tres años de experiencia institucional nos han demostrado que es imposible aquel anhelo del 2015 de gobernar desde el Parlamento. La realidad es que el diseño institucional del Estado otorga mucho más poder, capacidad e influencia al Gobierno que al Congreso y al Senado. Muchísimo más. Lo comprobamos durante tres años de triquiñuelas, vetos, cupos limitados y declaraciones muy bonitas, pero que nadie cumple. Las leyes se cambian con el empuje de las calles -el movimiento de pensionistas es un buen ejemplo de ello-, pero se materializan en el BOE [ver Nota 1]. Y la capacidad de hacerlo desde el Gobierno es infinitamente mayor que desde la oposición. Lo comprobamos en nuestras propias carnes. De ahí nace nuestra insistencia en formar parte del próximo Gobierno».

Para una fuerza que nació con carácter impugnador, que se planteaba de forma clara un nuevo proceso constituyente en ruptura con el régimen de 1978 y que se enfrentaba a la oligarquía financiera e industrial con suma decisión, la transformación no es baladí. Ha habido un cambio en la correlación de fuerzas en la sociedad y comienzan a cerrase las ventanas de oportunidad, pero también hay cambios en la naturaleza, ideas, prácticas y expectativas del propio Podemos, a la par que han ido desapareciendo actores fundamentales de sus inicios que fueron sustituidos por otros llegados posteriormente. Hoy, más que acabar con la casta, el objetivo es realizar una sustitución -por cierto, limitada- de las élites. Ello ha venido acompañado de un progresivo debilitamiento de Podemos y las confluencias, el abandono de construir un partido-movimiento de masas antineoliberal, la reducción del núcleo decisor a los más allegados y a centrar todo el esfuerzo en el grupo parlamentario. Proceso del que da buena cuenta el interesante trabajo de César Rendueles y Jorge Sola «Estrategias y desafíos. La situación de la izquierda en España», publicado por la Fundación Rosa Luxemburg por (Rendueles y Sola, 2018). Y también artículos como «España vota, Podemos duda» García y Vindel (2019) publicado en Le monde Diplomatique el pasado abril. Ambos trabajos pueden responder a una pregunta que mucha gente se hace ¿cómo hemos llegado a esto?

¿El poder está en la punta… del BOE? 1/ 

Si para Mao el poder estaba en la punta del fusil, pareciera que a los actuales dirigentes de Podemos les basta sustituir un objeto por otro. Recientemente formulé varias ideas en torno a esta cuestión (Garí, 2019) que resumidas telegráficamente son:

Formar parte de un gobierno implica que la independencia de propuesta y actuación de los partidos que lo componen se ve mermada. Por lo que el BOE es un arma de papel que no solo puede quedar en papel mojado, sino que sus líneas no las escribe cada ministro/a, sino el conjunto del gobierno y depende de la correlación de fuerzas en el seno de este, pero sobre todo en la sociedad. Y con la correlación de fuerzas existente entre PSOE y Unidas Podemos más sus confluencias es falso afirmar que no pugnar por un gobierno de coalición supone una renuncia, cuando lo que hemos visto en el hemiciclo es que el PSOE exigía unas renuncias políticas y programáticas de gran envergadura para las fuerzas de izquierda que claramente suponían subalternidad y renunciar al propio proyecto independiente. Bien al contrario, actualmente mantener la capacidad práctica de disentir y poner en cuestión al gobierno se asegura mejor desde fuera del mismo.

Por otro lado, la política no se reduce al marco de los ejecutivos, ni siquiera del correspondiente legislativo. Y, sin embargo, pareciera que para influir sólo tiene interés el accionar de los grupos parlamentarios y rogar desesperadamente una presencia en el gobierno de turno. En muchas ocasiones, desde fuera de los gobiernos, los sindicatos y las organizaciones feministas, ecologistas y sociales -que obviamente prefieren gobiernos amigos- han redactado los contenidos de las leyes y decretos. Por no hablar de los condicionantes que se pueden imponer al gobierno desde la acción parlamentaria, máxime si se apoya sólo en una minoría mayoritaria, como es el caso del PSOE hoy. Actualmente, el campo de trabajo de las fuerzas de izquierda es más fértil fuera que dentro del gobierno, siempre y cuando se construya una amplia coalición en la sociedad que abarque desde las organizaciones políticas a las sindicales, feministas, sociales y ecologistas para plantear, exigir, vigilar y arrancar presupuestos, medidas y políticas favorables a la mayoría social.

Pero hay razones de mayor calado todavía para poner en cuestión la identificación gobierno-poder. Desde hace años es frecuente escuchar a diversos líderes e izquierdas afirmar que es en el gobierno dónde se toman las decisiones. Ello es obvio pero incompleto. Se toman algunas decisiones, sometidas no sólo a los límites impuestos por los posibles socios sino también a los establecidos por el marco constitucional y los poderes económicos que gobiernan en la sombra con el apoyo del aparato de Estado. Para establecer las consecuencias y categorías políticas recurro a las palabras de Miguel Romero, Moro, publicadas en viento sur, en 2013:

«No es lo mismo ganar en sentido electoral (obtener una mayoría electoral que permita formar gobierno), ganar en sentido político (tener las capacidades y los medios para poner en práctica el programa de gobierno) y ganar en sentido social (contar con una movilización activa de la mayoría social que oriente, controle e impulse la acción de gobierno y socialice la política). Admito que estas categorías están simplificadas, y que además no son entidades autónomas, sino interrelacionadas, y en la fuerza de esta interrelación se basan las posibilidades de éxito del proyecto emancipatorio; pero me parecen útiles para los propósitos de esta tribuna». (Romero, 2013)

Un PSOE social liberal ¿puede ser un socio de gobierno fiable y útil? 

Visto lo ocurrido en el parlamento en los debates de la investidura fallida fue un error sacar al PSOE de la casilla de casta y darle el label de fuerza del cambio o la consideración de partido de izquierdas, convirtiéndolo en un posible de socio de gobierno. Parece que se nos olvidan dos cosas: que el partido socialista es un pilar del sistema social y económico capitalista y del régimen de la reforma; y también las tristes y negativas experiencias de los gobiernos de fuerzas de izquierda con la socialdemocracia. Para acabar de complicarlo hay que tener en cuenta que aunque el partido de Sánchez tiene sus dos pies en las políticas neoliberales, con sus manos sigue teniendo que atender a su electorado basado ampliamente en sectores populares. Así pues, si bien no soluciona de raíz los problemas sociales, juega un importante papel en paliar y edulcorar los aspectos más sangrantes de las políticas austeritarias, con lo que contribuye a legitimarlas. Por ello la táctica a seguir por parte de las fuerzas de izquierda respecto a ese partido debe tener en cuenta ambos aspectos.

Estos días estamos asistiendo a un espectáculo de trileros consumados por parte del híbrido entre Macron y Tsipras en el que se ha convertido Sánchez. El partido socialista utiliza de forma torticera las fórmulas de gobierno «a la portuguesa» o «a la danesa» (experiencias, por cierto, nada conocidas aquí y bien diferentes entre si). Y de pronto lo hace convocando a las organizaciones sociales (por supuesto con exclusión de las no afines y entre las que cuenta, parece ser, a los representantes empresariales) con la finalidad de recoger sus propuestas para lanzarlas como un bumerán contra Unidas Podemos y sus confluencias. Lo lógico es que ese escuchar a las organizaciones sociales (a todas) se hubiera hecho antes y de forma continuada. Ahora bien, la obligación de los partidos es comprometerse, hacer propuestas programáticas y con las mismas ver el grado de acuerdo con otras fuerzas. Y no es de recibo intentar poner contra la pared a quien se le piden los votos para la investidura como socio preferente escondiéndose tras esas conversaciones. Una razón de más para desconfiar del PSOE de Sánchez y para imaginar el grado de chantaje que puede ejercer en el seno de un gobierno de coalición.

El gobierno de coalición con Sánchez se califica de progresista. No hay palabras más ambiguas y polisémicas, más citadas e idealizadas que las de progreso y progresismo. Y por lo tanto más vacías 2/.

El socio minoritario gubernamental siempre carga con los problemas 

Acordar unos puntos entre Unidas Podemos, confluencias y PSOE y permitir (vigilando) un gobierno de Sánchez no asegura que lo consensuado se cumpla, pero desde la independencia siempre cabe hacerle pagar caro en el parlamento. En cambio, participando en el gobierno hay importantes restricciones a la libertad de expresión y voto parlamentario, tanto en los puntos acordados como en los no acordados. Y estos serán importantes.

¿Qué hacer en un gobierno conjunto ante ciertas políticas de Estado? Desde la independencia, no formando parte del ejecutivo, se puede votar contra las políticas no acordadas en asuntos relevante. Pero si se forma parte del gobierno qué hacer ante unos pocos pequeños ejemplos no exhaustivos: las medidas dictadas por el FMI (con los que será plenamente respetuoso un PSOE que presenta candidatura -en retirada- para dirigir esa arma letal contra los pueblos), la relación con la OTAN, la participación en guerras y raids al servicio de la geopolítica imperialista, el conjunto de la política exterior, particularmente las relaciones con las monarquías marroquí y árabes conculcadoras de los derechos más elementales, el acatamiento de los Tratados de la UE y de las decisiones de la Comisión europea, las relaciones con el oligopolio energético -hoy es una prioridad estratégica el control y propiedad pública de la energía-, el soporte a la monarquía, la actitud ante los dramas del pueblo saharaui o palestino o ante las migraciones sean objeto de refugio o simplemente huyendo del hambre y la sed. Y, aún más cercano ¿qué votar formando parte del gobierno ante la inminente privatización de Bankia o de la red ferroviaria; cómo responder ante el conflicto catalán…?

La lógica gobernista puede acabar mutándose en comprensiva con los límites que impone la estabilidad gubernamental para los socios minoritarios, y ese es un mal camino para acabar convirtiendo la razón gobernista en una variante táctica de la razón de Estado. ¿Imposible? Puede que sí, puede que no. Echemos un vistazo a la historia cercana.

La vieja táctica fracasada 

Hay otros casos muy similares a la actual encrucijada, pese a haberse producido en décadas anteriores en diversos países europeos. En todos ellos, el motor que movía a la izquierda era formar parte de gobiernos coalición hegemonizados por la socialdemocracia, hoy convertida al social liberalismo. Aprender de esas experiencias es vital. Como lo es debatir y zanjar cuentas con la raíz del gobernismo actual que no es otra que la del viejo compromiso histórico en el que se embarcó el poderoso Partido Comunista italiano (PCI) del inteligente eurocomunista Enrico Berlinguer; teoría y práctica que fueron el germen de su posterior descomposición.

Conviene no repetir la vieja (y errónea) táctica probada del gobernismo que tiene un largo arraigo en las fuerzas a la izquierda de la izquierda europea. En todos los casos se parte de la consideración de que se puede aprovechar una situación excepcional para cogobernar siendo la fuerza minoritaria sin perecer en el intento. Ante la entrada en el gobierno con el partido socialista francés en 1984, Roland Leroy, dirigente del Partido Comunista de Francia afirmó en declaraciones a Le Nouvel Observateur: «Nuestra presencia concuerda bien con nuestra misión y nuestra estrategia: utilizar cada oportunidad, incluso el más pequeño paso hacia adelante, para construir un socialismo original mediante medios democráticos» (10/02/1984).

En el caso de Die Linke en Alemania nos encontramos con frases e ideas que estos días aparecen en nuestros debates. El título del texto que la dirección del partido presentó en 2010 en el Congreso de Rostock fue: «No podemos dejar al SPD y a los Verdes gobernar solos. Lo social sólo es posible con nosotros». Por su parte, Steffen Bockhahn, presidente regional de Die Linke en el Land Mecklenburgo-Pomerania Occidental declaró en esas fechas «Die Linke puede gobernar, incluso mejor que los demás. Y nosotros, en el Mecklenburgo-Pomerania Occidental tenemos ideas muy claras sobre qué se debe mejorar y cómo hacerlo» (Disput, junio de 2010).

Durante el VIº Congreso del Partido Rifondazione Comunista (PRC) en marzo de 2005, Fausto Bertinotti afirmó que su partido debía ser la fuerza motriz de un proceso de reforma. Y por ello, la participación en el gobierno se volvió un paso necesario en dicha dirección. Pero… ¡Qué mal le fue a Bertinotti la amistad con D´Alema y Prodi!

Y en todos los casos, se formulan al menos cuatro enunciados como ideas fuerza produciéndose un mismo resultado.

  1. Creer que el propio partido puede realizar la acción de gobierno mejor que el resto sin necesidad de apoyarse en la movilización; y considerar que se va a ser inmune a la correlación de fuerzas existente y al abrazo del oso de otros partidos políticos gubernamentales o del conjunto del aparato de Estado (militar, judicial, administrativo…) y de los poderes fácticos económicos y sus instituciones.
  2. Pensar que se puede dosificar el programa para evitar/atrasar el choque con los representantes del capital sin anticiparse al suceso y sin tomar medidas.
  3. Disociar las medidas concretas del conjunto del programa inmediato del cambio, argumentando que así se mejora las condiciones de vida de las gentes. ¿Así pues, el resto del programa es una floritura?
  4. Confiar todo a la capacidad (sobrevalorando siempre) de mantener el discurso y de gestionar más de forma más inteligente que el resto los recursos, aceptando los límites inmediatos impuestos por el capital, el régimen político y en su caso las instancias supranacionales.

En todos los casos citados, el balance común de los partidos que disponían de largas tradiciones, importante implantación social, electoral y sindical, dirigentes de gran talla y reconocimiento, y una estructura de cuadros experimentados, es que, tras formar parte de gobiernos en minoría, se dejaron jirones de su proyecto y programa, con el corolario de pérdida de base electoral y social. Y, lo que es peor, se dio una desafección de partes importantes del propio electorado así como un retroceso en la conciencia del movimiento social y de las clases trabajadoras que, en varios casos, ha beneficiado a partidos de la derecha.

¿Por qué? La larga lista de medidas antisociales y privatizadoras que se dieron por parte de los gobiernos de coalición en los que participaron partidos a la izquierda de la socialdemocracia perdiendo su credibilidad ante sólidas bases electorales por plegarse a los dictados neoliberales en temas como el agua, la vivienda, seguridad social, reformas laborales y un largo etcétera, es largo y podría ser objeto de otro artículo. La derivada de todo ello es que el poderoso PCF es hoy marginal, que Rifondazione es ultra minoritaria y Die Linke está experimentando un largo declive y tiene dificultades para superar la cota del 5% de votos en diversas elecciones.

Hay un caso extremo en la reciente experiencia europea que se dio en condiciones diferentes, muy diferentes, al de la fórmula de gobierno de coalición pero que comparte la lógica gobernista a toda costa. Es el caso de Syriza: gobernó sin respetar el programa con el que se presentó; no respetó el resultado del «Oxi» (no) en el referéndum convocado y Tsipras acabó gestionando los Memorándum de la Troika, sumiendo al pueblo griego en una profunda crisis social, comunitaria y moral a causa del deterioro de sus condiciones materiales de vida y ausencia de expectativas mientras Tsipras y su entorno han ido transitando hacia posiciones social demócratas mientras iban perdiendo votos. Tsipras ya ha pasado a la historia como el político griego procedente de la izquierda que mintió, cambió de bando social y años más tarde perdió las elecciones.

En nuestro país también tenemos material para aprender. Las experiencias de Carrillo y Llamazares que obtuvieron descalabros electorales en su empeño por formar gobiernos como fuera; como tabla de salvación, como placebo frente a los problemas, sin tomar las riendas para construir una alternativa no subordinada e independiente. Estos son los precedentes de la negativa experiencia de IU cogobernando la Junta de Andalucía y también en Asturias o la tenida por Podemos en la anterior legislatura en Castilla-La Mancha donde, pese a estar en el gobierno, no se llevaron adelante las dos leyes con las que se justificó pactar con Page.

Posteriormente el gobernismo ha tenido unas secuelas esperpénticas para los epígonos de Podemos, como la reciente de La Rioja -una sola diputada elegida empeñada en tener tres carteras- o la del Pacto programático para investir al socialista Lambán en Aragón (que se ha presentado como ejemplo a seguir por el negociador de Podemos) en alianza con varios partidos (uno de ellos derechas) para llevar a cabo un programa de gobierno calcado del socialista y con graves problemas: acatamiento de la Constitución, mantenimiento de la explotación y uso de la hulla, aumento de regadíos en una tierra con déficit hídrico en buena parte de su territorio, que se unen a los planteados por Rochela (2019) en «La izquierda aragonesa entre el gobernismo y la restauración» cuya lectura es necesaria para comprender el sinsentido.

La táctica de cogobierno en minoría es un error. Y quien lo defiende sigue teniendo la misma consideración por mi parte que el día anterior. Ninguna otra táctica asegura el éxito. Pero la del cogobierno ya está verificada. En todo caso, debemos tener presente algo que ya es una evidencia: cuanto más se aleja de nuestra mirada el horizonte transformador, cuanto más intentamos homologarnos al sistema, más se alejan las reformas más elementales. Para transformar la sociedad no hay atajos. Hoy como ayer la independencia política, el impulso de la organización y la movilización popular, la construcción de un proyecto de sociedad, de un programa y de partidos sólidos, democráticos y audaces son ingredientes indispensables para disputar la hegemonía al social liberalismo y levantar la Unidad Popular.

Notas

1/ BOE: siglas del Boletín Oficial del Estado en el que se publican leyes, decretos-ley, decisiones, convocatorias, subvenciones, etc. de los diversos departamentos gubernamentales.

2/ Manuel Monereo afirma sobre el término progresismo que «En momentos como este, nada hay peor que un progresismo bien pensante incapaz de conectar globalización capitalista con políticas neoliberales y pérdida de poder y condiciones de vida de las mayorías sociales» http://mientrastanto.org/boletin-152/de-otras-fuentes/triunfo-de-trump-el-momento-polanyi

Bibliografía y referencias 

García JA. y Vindel J. (2019) «España vota, Podemos duda». Le monde Diplomatique edición española núm. 282, abril de 2019

Gari, Manuel (2019). «Cogobierno o alternativa. Esa es la cuestión.» Nueva Tribuna. https://www.nuevatribuna.es/opinion/manuel-gari/cogobierno-alternativa-es-cuestion/20190731180435165002.html

Monereo, Manuel. (2019) «El PSOE es el problema». Cuarto poder. https://www.cuartopoder.es/ideas/2019/06/11/pactos-gobierno-psoe-unidas-podemos/

Rendueles, César y Sola, Jorge (2018). Estrategia y desafíos. La situación de la izquierda en España. Rosa Luxemburg-Stiftung, Madrid

Rochela, Pablo (2019). «La izquierda aragonesa entre el gobernismo y la restauración». Arainfo, 2 de agosto, 2019. https://arainfo.org/la-izquierda-aragonesa-entre-el-gobernismo-y-la-restauracion/

Pastor, Jaime (2019) «El gobierno de coalición en vía muerta ¿Y ahora qué?» Disponible en https://vientosur.info/spip.php?article15005

Podemos. ¿Qué ha pasado en las negociaciones de investidura? [email protected] 26 julio de 2019

Romero, Miguel (2013). «Políticas del 99%». Disponible en https://www.vientosur.info/spip.php?article8142

Manuel Garí forma parte del Consejo Asesor de viento sur