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La reacción del juez Castro y la síntesis de los contrarios

Fuentes: Rebelión

Que la vida iba en serio uno empieza a saberlo muy tarde señaló el poeta. Que el entramado del caso Nóos-Aizoon-ESADE iba en serio se vio inmediatamente. De entrada… y de salida. Primero se negó la mayor: el yernísimo, todo un Duque de Palma, todo un guapo y deportivo consorte de la gran duquesa palmesana, […]

Que la vida iba en serio uno empieza a saberlo muy tarde señaló el poeta. Que el entramado del caso Nóos-Aizoon-ESADE iba en serio se vio inmediatamente. De entrada… y de salida.

Primero se negó la mayor: el yernísimo, todo un Duque de Palma, todo un guapo y deportivo consorte de la gran duquesa palmesana, no podía realizar tropelías sin fin. Más tarde se insistió y publicitó que su suegro, el ex Rey de España, un modelo de transparencia en sus actividades económicas, la primera autoridad del Estado, le obligó a rectificar y a exiliarse. La empresa amiga, la Telefónica borbónica, mientras despedía a trabajadores por bajas justificadas por enfermedad, buscaba un lugar decorativo para el ex Príncipe del balonmano. Pero la iniciativa emprendedora de don Urdangarin no cesó: como el rayo crematístico insaciable, seguía haciendo de la suyas incluso en la embajada española en Washington. Su esposa, toda una Infanta con ubicación no anulada en la sucesión dinástica, participaba en empresas del entramado y salvo incompetencia, ceguera o sordera total no pudo ignorar nudos y aristas del plan diseñado, acaso en aquellas hermosas y apacibles noches del verano barcelonés en los que compartía mesa con sus amigos del alma, los señores Torres-ESADE.

Tras la imputación, se intentó por todos los medios trazar una gruesa línea de demarcación (¡ni el Althusser del corte epistemológico hubiera llegado a tanto!) entre los Urdangarin y la cabeza cazadora de la Casa Real y sus próximos. Allí los malos y corruptos; aquí los buenos y modélicos. Cuando determinados correos amenazaron la escena de separación, se intentó envolver la trama en penumbra. Vino luego el intento de imputación de doña Cristina, la desimputación posterior, la actuación no fiscal de la fiscalía mallorquina, la abdicación del padre, la coronación del hijo y, finalmente, la nueva imputación de doña Cristina Federica Victoria Antonia de la Santísima Trinidad de Borbón y Grecia. Gritos, susurros, protestas, escándalos, no puede ser, no puede ser, alegría, satisfacción ciudadana, y la inversión de la derecha hegeliana borbónica: del «no va a ser imputada por ser quien es -o le han hecho ser-» al «ha sido imputada injustamente por ser quien es». Cabeza arriba lo que andaba por los suelos. Si no fuera el caso, si doña Cristina no fuera doña Cristina, estaría como don Millet, el de las 400 familias con mando en plaza: feliz, relejado y paseando tranquilamente por los barrios altos de Geneve, París, Barcelona, Berna o Madrid. ¡A mi que no me toquen!

Hasta el momento, el último paso del diseño protector tiene en el fiscal de Palma, al servicio de la fiscalía general del Reino, el instrumento destacado. Un fiscal anticorrupción que parece no ver nada o casi nada delictivo en las actuaciones de doña Cristina y, en cambio, ve indicios de delito, en la actuación del juez Castro. ¡Otra gran inversión!

En su recurso a la decisión de imputación, un duro texto dicen quienes lo han leído en su totalidad, un escrito de 63 páginas pueden encontrarse tesis y expresiones como las siguientes: 1. El juez Castro ha llevado a cabo una instrucción a la carta. 2. Ha practicado investigaciones contradictorias en torno a doña Cristina de Borbón al modo de encaja de bolillos. 3. Ha manejado datos equívocos, simples suposiciones, para construir hechos (¡construir hechos, la sociología de la ciencia posmoderna causa estragos!) con apariencia delictiva. 4. El objetivo estaba predeterminado: imputar a la Infanta de España. 5. El juez, de hecho ha relegado los parámetros de imparcialidad, objetividad y congruencia. 6. La instrucción encierra un trato discriminatorio (a doña Cristina, of course!) 7. Desarrolla una espiral inquisitiva, magnificando datos desfavorables y despreciando otros exculpatorios. 8. El juez ha realizado, además, juicios de valor basándose en meras conjeturas. 9. La guinda: «Cuando el puerto de destino está determinado antes de iniciar la investigación, basado en meras conjeturas, contamina de tal forma la marcha exploratoria que la convierte en un itinerario inamovible, en el cual los parámetros de imparcialidad, objetividad y congruencia que deben presidir cualquier actuación judicial quedan relegados».

¿Falta don Horrach el respeto, y con él la fiscalía del Reino, al juez Castro? ¿Le estará acusando, entre líneas o a las claras, de prevaricación? ¿Silencio? ¿Callamos?

Nada de eso. La respuesta-reacción del juez, una magnífica síntesis de contrarios, de posiciones opuestas: que se querelle contra él. ¡Venga, adelante! Si el fiscal Horrach cree realmente lo que ha escrito y no lo ha hecho al dictado de instancias superiores, que se querelle.

Jueces por la democracia han apoyado al juez Castro en sus actuaciones. Muchos ciudadanos y ciudadanas también. El proceso, pues, continúa. No será fácil. La justicia, dicen, es igual para todos. Veremos. Por lo demás, don Gallardón sigue siendo cola de león y sigue en su puesto, como comandante judicial en plaza. ¡Qué horror y era, decían, la esperanza blanca y democrática de la derecha española!

…Perdón, me olvidaba: Miquel Roca i Junyent, todo un padre de la Constitución de 1978, está encantadísimo con la actuación del fiscal «anticorrupción» de Palma. Es uno de los suyos

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.