Alumnas y alumnos de todo el mundo salieron a las calles el 15 de marzo para pedir que se tomen medidas para frenar el cambio climático. En España las manifestaciones se sucedieron también en más de cincuenta ciudades. Una movilización sin precedentes dentro de la conocida como huelga climática mundial. Todo empezó hace poco más […]
El pasado mes de diciembre, Greta Thunberg fue invitada a asistir a la última cumbre del clima (COP24), celebrada en la ciudad polaca de Katowice. Su discurso ante el plenario, de apenas tres minutos, se convirtió rápidamente en lo más visto de la cumbre a través de las redes sociales 1 .
Alejada de la corrección política habitual en estos foros, Greta lanzó duros reproches por la incapacidad de los adultos para actuar de forma coherente frente a la crisis climática. Fue una intervención emocionante, dura y llena de determinación, cargada de la legitimidad de quien entiende que es su propio futuro el que está en juego: «Decís que amáis a vuestros hijos más que a nada, pero sin embargo les robáis el futuro ante sus propios ojos», dijo.
Y añadió: «No hemos venido a mendigar preocupación a los líderes mundiales. Nos habéis ignorado en el pasado y volveréis a hacerlo. Vosotros os habéis quedado sin excusas y nosotros nos estamos quedando sin tiempo. Hemos venido para haceos saber que el cambio está llegando, tanto si os gusta como si no».
La determinación de Greta, que lleva ya algo más de medio año manteniendo su protesta semanal, ha resultado altamente contagiosa. Tras las navidades, las propuestas escolares de los Viernes por el futuro se han extendido con rapidez.
El pasado 15 de febrero, el diario británico The Guardian estimaba que unos 70.000 escolares estaban participando en la huelga climática en unas 270 ciudades. Para el 15 de marzo hay convocada una huelga global #strikeforfuture por el clima llamando a la acción colectiva estudiantil en todo el planeta.
Huelgas por el clima
Por ejemplo, en el Reino Unido, las huelgas del clima ya se han extendido por 60 pueblos y ciudades. En Londres los jóvenes se han concentrado frente al Parlamento británico con pancartas y carteles mostrando eslóganes como: «No hay planeta B», «¿Cuándo se convirtieron los niños en los adultos?» o «¿Por qué debería ordenar mi habitación cuando tenéis el mundo hecho un desastre?».
Londres, París, Berlín, Bruselas, Estocolmo… En el momento de escribir estas líneas, hacer una relación de las ciudades escenario de las acciones escolares por el clima es ya tarea imposible: el mapa publicado en Google Maps para informar sobre la geografía de las protestas muestra chinchetas en todos los continentes, aunque sigue siendo Europa occidental la región con mayor densidad de eventos. En algunos lugares, detrás de una chincheta hay apenas unas decenas de estudiantes; en otros casos hay miles. Pero todos cuentan.
Las respuestas de los estamentos políticos ante el fenómeno han sido diversas. Algunos han dado la bienvenida a las protestas infantiles y juveniles, reconociéndolas como un ejercicio legítimo de implicación en los problemas que les afectan.
Otros han reaccionado con una peculiar mezcla de paternalismo y cinismo; es el caso de la primera ministra británica Theresa May, cuyo portavoz oficial declaró hace unos días 2: «Todo el mundo desea que la juventud se implique en las cuestiones que más les afectan de forma que podamos construir un futuro mejor para todos. Pero es importante resaltar que esa interrupción incrementa la carga de trabajo de los profesores y desperdicia las lecciones que han preparado cuidadosamente».
Y añadía también el portavoz inglés: «Ese tiempo de estudio es esencial precisamente para los jóvenes, para que puedan convertirse en grandes científicos, ingenieros y abogados que necesitamos para contribuir a abordar este problema».
Los y las jóvenes huelguistas han contestado al argumento con una lógica difícil de refutar: «¿Para qué sirve la educación si los políticos no escuchan a las personas que tienen más conocimiento? ¿Qué sentido tiene estudiar para un futuro que no va a existir?».
En otras ocasiones, el movimiento escolar o sus protagonistas han sido desacreditados con burdas falsedades. Quizá el caso más sonado ha sido el protagonizado por la responsable de medio ambiente de Flandes, Joke Schauvliege, que acusó públicamente al movimiento estudiantil de ser un montaje: «Sé quién está detrás de las manifestaciones del domingo y del absentismo escolar. También he sido informada por la seguridad del estado. Puedo garantizarles que no veo fantasmas y que las manifestaciones climáticas son más que acciones espontáneas de solidaridad con nuestro clima». Tras un contundente desmentido por parte de los servicios secretos de su país, la ministra fue forzada a dimitir, convirtiéndose en la primera víctima política de las protestas 3.
Malestar político
Ante el rápido efecto contagio de las huelgas juveniles, algunos responsables políticos han optado por amenazar directamente a los escolares y a sus profesores. El nuevo ministro de Educación del Estado australiano de Nueva Gales del Sur, anunció recientemente a través de Sky News que los alumnos serán sancionados si participan, en horario escolar, en las protestas climáticas previstas para el 15 de marzo: «Los directores de los centros han sido advertidos de que esperamos que tomen las medidas oportunas».
El nerviosismo en el seno del status quo es comprensible: independientemente del recorrido futuro del movimiento de protesta, éste ya tiene en su haber conquistas importantes. Entre estos logros está, por un lado, plantear el cambio climático como un problema esencialmente político, lo que subraya convocando las protestas en las puertas de los parlamentos y otros edificios administrativos y exigiendo acción a los poderes públicos.
Por otro lado, centrar la atención en la dimensión humana de la crisis climática, superando los estereotipos de los osos polares, y abordando sus repercusiones sobre el futuro de las personas. Otra conquista de este movimiento es incidir en el plano ético del problema, destacando lo inaceptable de condenar a las futuras generaciones a una vida difícil por nuestra incapacidad para realizar los esfuerzos necesarios hoy. Otra victoria es la de convertir a niños y jóvenes en auténticos actores políticos, cargados de legitimidad y capaces de actuar en la defensa de sus propios intereses.
Y por último, esta lucha de los jóvenes por el clima presenta el cambio climático como una cuestión socialmente relevante, aquí y ahora y no en un problema del que tendremos que ocuparnos en el futuro. Porque, ciertamente, aunque las peores consecuencias están por llegar, son nuestras decisiones inmediatas, las que tomamos hoy, las que condicionarán la dimensión y nivel de reversibilidad de los impactos.
Apoyo científico
Es importante aclarar que los chicas y chicos que demandan una acción coherente con la magnitud de la crisis climática, no pretenden hacerse cargo del problema; exigen que sean los adultos de hoy los que asumamos nuestras responsabilidades:
«Hay quien dice que somos la esperanza; que vamos a salvar el mundo. Pero no es cierto; no lo haremos. No hay tiempo para esperar a que crezcamos».
Las demandas de los estudiantes son coherentes con el conocimiento acumulado durante años en el ámbito de la ciencia. La mejor prueba de ello es que cientos de científicos del clima han mostrado públicamente su apoyo al movimiento, entre ellos algunos de los expertos de mayor relevancia mundial.
Todo este conjunto de circunstancias hace que las huelgas escolares 4 demandando respuestas tangibles constituyan un soplo de aire fresco en el interminable debate climático. Los escolares están tratando de darnos una lección. ¿Seremos capaces de aprenderla?
Primeras movilizaciones en España
La protesta iniciada por Greta Thumberg también se inició en el Estado español. Tras manifestaciones masivas en diversos países, estudiantes de Girona primero y Barcelona, Madrid, Valencia y Málaga después han reaccionado a la llamada internacional. Se inició el 18 de enero cuando tres jóvenes se sentaron por primera vez frente a la Generalitat, en Girona. Luego Barcelona y después en Madrid. El 1 de marzo 400 adolescentes se plantaron frente al Congreso para exigir responsabilidad a los representantes políticos siguiendo la llamada del movimiento europeo Fridays for Future.
Después llegó el 15 de marzo y miles de estudiantes salieron a las calles pidiendo actuar ya. Se calcula que fueron más cincuenta las ciudades en las que se llevaron a cabo manifestas de alumnas y alumnos por el clima.
Emergencia climática
Los estudiantes británicos ya han pedido que se declare la emergencia climática. A modo de ejemplo, éstas son las cuatro demandas de la Students Climate Network del Reino Unido, un grupo que ha contribuido a coordinar algunas de las protestas más importantes en ese país:
- Declarar la «emergencia climática» y emprender medidas para lograr una justicia en materia climática.
- Modificar el curriculum escolar para que la crisis ecológica pase a ser una prioridad de la educación pública.
- Hacer más para comunicar la gravedad del problema a la sociedad en general.
- Fijar la edad de voto a los 16 años para que los jóvenes puedan hacer valer su voz a la hora de determinar su futuro.
Notas:
- Discurso de Greta Thunberg en la COP 24 (subtitulado en español): http://www.comunidadism.es/video/discurso-de-greta-thunberg-en-la-cop24
- Theresa May criticises pupils missing school to protest over climate change. https://news.sky.com/story/theresa-may-criticises-pupils-missing-school-to-protest-over-climate-change-11638238
- https://www.theguardian.com/world/2019/feb/05/belgian-environment-minister-joke-schauvliege-claimed-children-climate-protests-a-set-up?CMP=share_btn_tw
- #FridaysForFuture #schoolstrike4climate #climatestrike #YouthFofClimate
Fuente: Revista Ecologista nº 99