Después de unos años en los que la gestión de Gaspar Llamazares llevó al centro a Izquierda Unida, perdiendo la identidad revolucionaria de la coalición además de base social y apoyo electoral, las bases de IU se pronunciaron por una refundación que diera un giro a la izquierda a la coalición. Y es que con […]
Después de unos años en los que la gestión de Gaspar Llamazares llevó al centro a Izquierda Unida, perdiendo la identidad revolucionaria de la coalición además de base social y apoyo electoral, las bases de IU se pronunciaron por una refundación que diera un giro a la izquierda a la coalición.
Y es que con Llamazares, Izquierda Unida se convirtió en una maquinaria electoral que garantizase una cuota de poder a los dirigentes mejor posicionados: dejó de ser un movimiento político-social, para convertirse en un partido político al uso. Y precisamente Izquierda Unida se creó en 1.986 como instrumento de las clases más desfavorecidas para llevar su voz a las instituciones, un movimiento que tuviera un pie puesto en el movimiento social y el otro en las instituciones (congreso, senado) para atronar a los burgueses con las reivindicaciones del pueblo.
Ahora, con Cayo Lara aupado por las bases de Izquierda Unida, están volviendo a correr sangre roja por las adormecidas venas de la mayor organización de izquierdas de España. La refundación de La Izquierda reivindica de nuevo un movimiento político y social al servicio de las luchas del pueblo por lograr una vida digna y lo hace declarándose republicana, federal, feminista y socialista.
El socialismo que reclama Izquierda Unida no es el que sirve a los intereses del capital, maltratando a los trabajadores, protegiendo intereses de las grandes empresas, reduciendo el gasto social mientras se aumenta el dinero a instituciones arcaicas y, desde luego, nada democráticas como la Casa Real o la Iglesia, tampoco es el que apoya las guerras imperialistas para robar los recursos naturales de otros pueblos, ni el que aprueba leyes de extranjería que vulneran los derechos humanos, ni el que deja a los que murieron defendiendo la democracia en las cunetas, después de igualar a ellos, las víctimas, con sus verdugos.
El socialismo que propugna Izquierda Unida es el del S XXI, el mismo que ha reducido la pobreza a la mitad en Venezuela y destina el 50% de sus presupuestos al gasto social, además de garantizar el control total del pueblo de los cargos públicos y encargarse de las obras públicas. El mismo que nacionaliza los recursos naturales y erradica el analfabetismo como en Bolivia. El mismo que acaba con los latifundios, las bases militares extranjeras y la propiedad privada de los medios de producción, como en Ecuador.
El socialismo que respeta a todos ciudadanos garantizando un estado laico, el que garantiza la calidad y gratuidad de los servicios básicos como la salud y la educación, el que sube salarios e impide la especulación del suelo para garantizar una vivienda digna a sus ciudadanos, el que da la tierra a quien la trabaja para que se produzcan más alimentos y bajen sus precios, el que democratiza los medios de comunicación, quitándoselos a los grandes empresarios y dándoselos al pueblo organizado, el que reduce la jornada laboral y aumenta los derechos laborales, el que vela por el medio ambiente… En definitiva por el Socialismo del S XXI que está dando una vida digna a millones de personas en Latinoamérica.
Ese socialismo que tiene por padre ideológico a Allende, que varió la concepción del socialismo de inspiración marxista en los años 70 con su texto «La vía chilena al socialismo». Allende expuso cómo conquistar el poder de manera democrática y pacífica y como conseguir la consecución de la superación del capitalismo por el socialismo de la misma forma.
Para Allende, era posible la transición del capitalismo al socialismo valiéndose de algunas instituciones que habían servido al capitalismo y creando otras que el capitalismo, en su afán del máximo beneficio económico se había encargado de que no surgieran para garantizar la sumisión popular a sus intereses. Pero el socialismo debe crearlas con la participación protagonista del pueblo y dárselas a este como herramienta para su emancipación, como la organización popular que controle a los cargos públicos y tenga competencias para revocarlos mediante un referéndum en caso de que su gestión sea corrupta o no cumpla con lo prometido y participar directamente en el poder legislativo decidiendo en asambleas con diputados los contenidos de las leyes, lo que se conoce como Parlamentarismo Social de Calle.
Pero, lo más importante, según explicaba el presidente Allende, era cambiar las estructuras del capitalismo, pues estas limitan e impiden el desarrollo de un sistema socialista y aquí entra en juego una institución que sirve bien al capitalismo pero que también puede hacerlo al socialismo: el parlamento. Allende sostenía que la constitución que rige la sociedad en el capitalismo no sirve para el socialismo y por ello hay que redactar una nueva que no ponga trabas a la construcción de un nuevo estado donde lo económico sirva a lo social y no al revés.
Por lo tanto hay que cambiar una constitución que recoja algunos derechos y libertades por otra donde recoja todos los derechos y libertades y cree instituciones que los garanticen, una constitución que nacionalice los recursos naturales y los sectores estratégicos, que recoja la república como forma de que todos seamos iguales ante la ley, y el estado laico como garantía de la igualdad social. Que garantice el socialismo priorizando las organizaciones laborales populares como las cooperativas para que los medios de producción sean de propiedad social, de todos; que prohíba los latifundios, que establezca que España no usará la guerra como política de estado prohibiendo las bases militares norteamericanas y disponga nuestra salida de la OTAN, que especifique que los servicios básicos como la educación y la sanidad son públicos y gratuitos, una constitución en la que el medio ambiente esté protegido, al igual que los trabajadores frente a las empresas y las mujeres frente al maltrato. Una constitución en la que se pueda leer una ley que sea integradora con los inmigrantes y otra ley que condene a la dictadura franquista y declare nulos los juicios sumarísimos para poder recuperar la dignidad democrática asesinada a golpe de estado fascista. Una constitución con democracia participativa que establezca que el pueblo participe todos los días en los asuntos públicos y, ni tenga que esperar 4 años para poder echar a un corrupto, ni pueda decidir ni elaborar las leyes que van a regir su vida. Que democratice los medios de comunicación para que sirvan a los intereses de las mayorías.
Una constitución, en definitiva, que forme la columna vertebral de un sistema que tenga por valores la justicia social, la igualdad y la libertad.
Una reforma a la actual constitución que fue elaborada por los mismos que dieron el golpe de estado al último gobierno en el que cualquier español podía llegar a ser jefe de estado, sería quedarse a medias en la construcción del socialismo, sería remendar el capitalismo. La no convocatoria a una asamblea constituyente sería la señal de que el socialismo no es una seña de identidad de La Izquierda que se está refundando.
Fuente: http://www.tercerainformacion.es/spip.php?article11374