El historiador Juan Luis Porcar, técnico documentalista de la UJI y activo miembro del Grup per la Recerca de la Memòria Històrica de Castelló, es uno de los grandes especialistas en la represión franquista en el norte del País Valenciano. Su última investigación se ha centrado en la represión y en la memoria en la montañosa comarca de Els Ports, la primera ocupada por el Ejército sublevado en abril de 1938. Las tropas del general Antonio Aranda entraron en Morella, capital de la comarca, el 4 de abril de 1938 y, pocos días después, llegaron al mar por Vinaròs, partiendo así en dos el territorio republicano. “Rápidamente comienzan a instalar todos los mecanismos de represión, en abril ya hay juicios sumarísimos abiertos en diferentes localidades tomadas por las tropas”, explica a elDiario.es el historiado, autor de Els Ports: franquisme i repressió, ciutadania i memòria (Onada Ediciones, 2022).
Frente a 12 divisiones republicanas, los militares sublevados contaban en su ofensiva con un total de 150.000 efectivos, 150 piezas de artillería, unos 200 carros de combate y la “ayuda inestimable y decisiva” de la aviación alemana e italiana. La entrada del bando franquista en la comarca, una de las más despobladas del territorio valenciano con una doble frontera con Catalunya y Aragón, supuso la inmediata militarización de las poblaciones ocupadas y la declaración de la ley marcial.
En su avance hacia el Mediterráneo, los sublevado ocuparon sin resistencia alguna Castell de Cabres, Coratxà, la Pobla de Benifassà, el Boixar, Fredes y el Bellestar, localidades convertidas hoy en día en tranquilos destinos de turismo rural del interior. La inmediata represión —“fruto de una planificación fría y sistemática que pretendía impedir la reorganización futura del oponente político”, sostiene Porcar— se aplicó “de forma más extrema sobre las clases sociales populares y más desfavorecidas”.
A requerimiento de la Comandancia Militar de Morella, las nuevas autoridades municipales de la comarca y los jefes locales de Falange elaboraron informes destinados a los responsables de la justicia militar sobre los vecinos republicanos. El investigador alude a un documento del alcalde accidental de Morella, Francisco Querol, que reseña el éxodo de 108 familias.
Asesinatos en caliente
El historiador ha logrado, tras un ingente trabajo en archivos y con fuentes orales, documentar las 87 víctimas mortales de la represión franquista en Els Ports, ya sea en asesinatos en caliente (incluso en prisiones) o fusilamientos. Además de decenas de familias expoliadas en aplicación de la Ley de Responsabilidades Políticas, cerca de 800 vecinos de la comarca fueron detenidos, sometidos a consejos de guerra sumarísimos y encarcelados. Un “elevado número de familias”, escribe Porcar en su investigación, huyeron tras la entrada de las tropas franquistas para no volver nunca más a sus lugares de origen o partir al exilio.
“En un primer momento Morella es la localidad que inicia los primeros sumarísimos y a partir de mayo trasladan la auditoria a Benicarló”, declara Porcar, quien destaca el papel en el asesoramiento y el control territorial de José Gilbert Ferreres, diputado provincial, delegado gubernativo en la comarca y jefe local de Falange. En una primera fase, miembros de la quinta columna y falangistas conocedores de las localidades se encargaban de la localización y detención de los rojos que no habían huido.
La obra rescata documentación sobre la vigilancia y el control de la población que asiste al sexenio de Morella en 1940 o las subastas del ganado propiedad de familias que huyeron de la represión en sesiones plenarias de ayuntamientos como el de Forcall. “El resultado fue un sistema político basado en la represión, el autoritarismo y un complicado sistema de relaciones que nos recuerda al caciquismo de regímenes antiguos”, escribe Porcar.
El índice represivo en la comarca (un 3,96% de la población) es ligeramente inferior al de la provincia de Castelló (un 4,34%) pero “sustancialmente superior a la media represiva del País Valenciano”. “Tipológicamente”, señala Juan Luis Porcar, “es muy diferente porque las muertes por fusilamientos representan mucho menos que en el conjunto del País Valenciano y hay casuísticas como la muerte en las cárceles y la represión de la guerrilla y de sus colaboradores, superior”.
La persecución del maquis
El historiador destaca los asesinatos sin juicio previo “típicos de 1938”, que descienden a partir del año siguiente “cuando se instaura toda la maquinaria judicial represiva”. Además, en las localidades con un alto índice de represión física, como Forcall, el investigador ha detectado un número superior de expedientes de responsabilidades políticas incoados. Porcar también destaca la dura política penitenciaria como “herramienta de exterminio físico del nuevo régimen”.
La represión de la inmediata posguerra se prolongó, especialmente a partir de 1946, con la persecución del maquis, también en otras comarcas con presencia guerrillera como el Alt Palància o el Alt Maestrat. Entre la colaboración directa y la pasividad amistosa, las partidas guerrilleras contaron con la ayuda de vecinos, especialmente de las aisladas masías.
“Geográficamente”, apunta Porcar, “es una zona muy proclive por el tipo de montaña abrupta, es buena para escondites y las partidas guerrilleras pueden camuflarse en el terreno en cuevas”. “Es ideal para la lucha de guerrillas”, agrega. A partir de 1948, con la política de tierra quemada y la aplicación de la ley de fugas por parte de la Guardia Civil sobre el maquis en Teruel, los guerrilleros se repliegan hacia Els Ports.
“Hay casi más víctimas de la represión que no eran guerrilleros sino población civil que ayudaba al maquis”, abunda el historiador en referencia a habitantes de las masías o republicanos que habían salido de las prisiones. “Sobre esta gente cae toda la presión de la Guardia Civil como forma de cortar la ayuda y el suministro a las partidas guerrilleras”, apostilla.
El libro de Porcar también recoge un estudio sobre los espacios de memoria, la simbología y la nomenclatura y las fosas comunes que quedan en la comarca: “Comparo la simbología franquista que queda en el territorio frente a la que reivindica la memoria democrática”. “La conclusión es que casi duplica aun hoy en día la franquista a la republicana”, asegura Porcar.