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Agresión de Trump contra Venezuela

La responsabilidad histórica de la presidenta Bachelet

Fuentes: Punto Final

Rezuman hipocresía algunas declaraciones de cancillerías -entre ellas la de Chile- rechazando la «opción militar» con que Trump amenaza a Venezuela. Ha sido el trabajo de zapa del derecho internacional efectuado por esas cancillerías lo que ha creado condiciones para cualquier agresión a la soberanía de una Venezuela previamente aislada, debilitada en su economía y […]

Rezuman hipocresía algunas declaraciones de cancillerías -entre ellas la de Chile- rechazando la «opción militar» con que Trump amenaza a Venezuela. Ha sido el trabajo de zapa del derecho internacional efectuado por esas cancillerías lo que ha creado condiciones para cualquier agresión a la soberanía de una Venezuela previamente aislada, debilitada en su economía y calumniada por la guerra sicológica.

La opción militar no es otro exabrupto de Trump. Será la culminación de una escalada que está en marcha. El Pentágono estudia y prepara esa opción desde hace tiempo. En abril de este año el almirante Kurt W. Tidd, jefe del Comando Sur de EE.UU., presentó un informe al Senado sobre la situación en América Latina. En relación a Venezuela planteó que requerirá una «respuesta regional». Un eufemismo que alude a la «fuerza interamericana de paz», encabezada por los marines yanquis, que ha intervenido varias veces en América Latina.

La opción militar con mano mora es el método que prefiere el Pentágono. En Colombia con su frontera de más de dos mil kilómetros con Venezuela, y en Guyana donde la Exxon Mobil está invirtiendo 5 mil millones de dólares, hay bases militares de EE.UU. Llegado el caso, sus gobiernos proporcionarán las plataformas para una agresión con camuflaje multilateral. Otros gobiernos paniaguados de Washington como los de Brasil -también fronterizo con Venezuela-, Argentina, México y Perú gustosos tomarían parte en esa legión extranjera destinada a recuperar -para el imperio- el dominio de la fabulosa riqueza en hidrocarburos de Venezuela.

La agresión ya ha comenzado. La opción militar es el escalón superior. Entretanto están en marcha las maniobras de cerco y aislamiento diplomático y las guerras económica y sicológica. Venezuela encuentra crecientes dificultades para sus importaciones de alimentos, medicinas, repuestos, etc., así como en el acceso al crédito internacional. Se trata del bloqueo que Cuba padece desde hace medio siglo y que en los años 70 también sufrió Chile. Se intenta estrangular la economía para provocar fuga de capitales, desabastecimiento, mercado negro, especulación y -como resultado- sufrimiento de la población. Es el fuego artillero que precede a la opción militar.

La «banda de los 13 cancilleres» de la OEA se ha encargado de pavimentar el camino a todas las fases de la agresión. Uno de los funcionarios más activos en ese trabajo sucio es Heraldo Muñoz, canciller de Chile. La Cancillería chilena se ha alineado con la escoria de la región: México (treinta mil desaparecidos según la ONU, y más de 1.300 asesinatos mensuales), el régimen golpista y corrupto de Brasil, el gobierno contrabandista de Paraguay y el narco-Estado de Colombia.

Doce de los 13 cancilleres, más cuatro embajadores, se reunieron en Lima el 8 de agosto para condenar a Venezuela. Enseguida vino la amenaza de Trump que se fue de lengua y delató el objetivo. El canciller Muñoz, a su vez, declaró: «Venezuela ya no es una democracia y está lamentablemente en camino hacia una dictadura». Sus palabras eran solo un adelanto de la declaración de Lima, fruto de siete horas de deliberación, donde no hubo acuerdo para la ruptura colectiva de relaciones diplomáticas con Venezuela. El presidente de Uruguay, Tabaré Vásquez, confesaría que fue víctima de un chantaje: firmaba la declaración de Lima o su país sería excluido del Mercosur, asociación vital para la economía uruguaya.

Pero la «banda de los 13» y Trump tuvieron una insólita respuesta que los puso en ridículo. Provino del más imprevisto actor de este drama: la oposición venezolana. Casi todos los partidos opositores anunciaron su participación en las elecciones regionales de octubre y comenzaron a inscribir sus candidatos a gobernadores.

La oposición en una «Venezuela que ya no es una democracia», según el canciller Muñoz, participará en las elecciones convocadas por la Asamblea Nacional Constituyente y organizadas por el Consejo Nacional Electoral (CNE), denostados por el Departamento de Estado, la «banda de los 13», el secretario general de la OEA, la Unión Europea y los medios de desinformación a escala mundial. El drama se convirtió en comedia en cuestión de horas.

Venezuela es una democracia acosada por el imperio y los gobiernos yanaconas de América Latina y Europa. ¿Su delito? Llevar adelante una revolución con vistas al socialismo que desafía el orden político, económico y social que Washington y las oligarquías neoliberales han implantado en la región.

Las Cancillerías saben que en Venezuela hay absoluta libertad de expresión y que la mayoría de los medios son privados y opositores; que la oposición puede convocar manifestaciones cuantas veces quiera y que la fuerza pública las respeta mientras no entren en acción los grupos provocadores de violencia; que tienen vida legal más de 15 partidos políticos; que hay plena libertad sindical y que el CNE ha organizado 21 elecciones y plebiscitos en 18 años y goza de reconocimiento internacional por la transparencia de sus actos. En octubre tendrán derecho a voto 18 millones de electores y ya están inscritos cerca de 600 candidatos chavistas y opositores a las 23 gobernaciones del país. El canciller Muñoz, respondiendo críticas a su desempeño, ha deslindado responsabilidades puntualizando que sólo es un «ejecutor» de la política exterior que dirige la presidenta de la República. Al menos esta vez el canciller dijo la verdad. Es indiscutible la responsabilidad histórica de la presidenta Michelle Bachelet. Ella cargará con el estigma de poner a Chile a disposición de la maniobra que encabeza EE.UU., similar a la que sufrió nuestro país en 1973.

Es hora que las organizaciones políticas y sociales chilenas rompan el silencio y condenen la política de aislar a Venezuela. La erosión ideológica que el neoliberalismo ha producido en las conciencias de vastos sectores no puede ser el dique que impida que renazcan la solidaridad y hermandad latinoamericana que distinguieron a nuestro pueblo en el pasado.

Editorial de «Punto Final», edición Nº 882, 18 de agosto 2017.

www.puntofinal.cl