El presidente del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) y del Tribunal Supremo (TS), Francisco José Hernando, justificó ayer las instrucciones de «disparar primero y preguntar después» recibidas por la policía británica, en aplicación de las cuales fue asesinado Jean Charles de Menezes. Hernando -que habló desde un curso de verano de ésos que tanta […]
El presidente del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) y del Tribunal Supremo (TS), Francisco José Hernando, justificó ayer las instrucciones de «disparar primero y preguntar después» recibidas por la policía británica, en aplicación de las cuales fue asesinado Jean Charles de Menezes. Hernando -que habló desde un curso de verano de ésos que tanta simpatía me producen- argumentó que «estamos ante la Tercera Guerra Mundial, que es la guerra contra el terrorismo» y que, en consecuencia, «es necesario extremar las medidas» porque el terrorismo «afecta a vidas inocentes que se han de proteger».
Cuando oí la perorata de Hernando, deduje que la vida de Jean Charles de Menezes no entraba en su idea de lo que es una «vida inocente». Porque no parece demasiado lógico que para reforzar la seguridad de las «vidas inocentes» haya que poner en peligro «vidas inocentes».
Tal vez la de Menezes era para Hernando una «vida culpable».
Poca gente está familiarizada con las cosas de este personaje, que manda en el CGPJ y el TS a propuesta del PP. Yo tampoco es que lo conozca mucho -me da que nunca me lo han presentado-, pero algo he seguido sus andanzas. Y son finas. Un ejemplo: al poco de ser elegido, se entrevistó con los representantes de los partidos parlamentarios y, al encontrarse con Iñaki Anasagasti, le espetó: «Tengo entendido que ustedes, los del PNV, no sienten simpatía por el anterior jefe del Estado. Pero puedo asegurarles que fue muy respetuoso con las decisiones de la Justicia».
¡Franco, respetuoso con la Justicia!
Supongo que no hará falta glosar semejante afirmación. Ni calificar a quien la expresó.
Hernando ha metido baza en una polémica que está muy en boga. Se discute si hay que primar la seguridad o la libertad.
El planteamiento tiene trampa. Porque autorizar a los cuerpos de seguridad a disparar a matar con tanta facilidad, a prolongar los periodos de detención hasta los tres meses sin necesidad de formular cargos ante los jueces y a interceptar las comunicaciones sin autorización judicial, considerando el material así obtenido como prueba fehaciente, no sólo son medidas que limitan la libertad de la ciudadanía, sino también su seguridad. Medidas como ésas facilitan la comisión de injusticias y la violación de los derechos humanos. Es decir, la inseguridad.
Lo que se discute en realidad no es si conviene aumentar la seguridad ciudadana a costa de las libertades públicas, sino si hay que incrementar los poderes del Estado a costa de las libertades ciudadanas. Que es lo que desean todos los Hernandos del mundo.