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Comunicado de los directores y editor y artículo íntegro objeto de la demanda

La SGAE exige 9.000 euros a la revista Quimera por «daños contra el honor»

Fuentes: Rebelión

En una insólita maniobra y sin mediar comunicación alguna con los responsables de la publicación, la Sociedad General de Artistas y Editores ha interpuesto una demanda a la revista literaria Quimera por supuestos daños contra el honor. El artículo que ha desatado las iras de la todopoderosa SGAE es un texto de opinión («La horda […]

En una insólita maniobra y sin mediar comunicación alguna con los responsables de la publicación, la Sociedad General de Artistas y Editores ha interpuesto una demanda a la revista literaria Quimera por supuestos daños contra el honor. El artículo que ha desatado las iras de la todopoderosa SGAE es un texto de opinión («La horda de gestores» Quimera 282) en el que el autor Trebor Escargot habla, de manera metafórica y en lenguaje coloquial, en un registro irónico que por lo visto se le ha escapado a los lectores de La Sociedad, sobre temas literarios como la piratería editorial y los comportamientos por lo menos polémicos de ciertas instituciones a las que compara de manera tangencial con la SGAE, cuyo radio de acción abarca, como se sabe, las obras audiovisuales, dramáticas, coreográficas y musicales, además de las «obras literarias de breve extensión, tales como los chistes y las historietas cómicas». La SGAE haciendo una interpretación burda y literal del mencionado texto, ha solicitado a la revista, in media res, la cantidad de 9,000 euros para darse por satisfecha. Al parecer, también saben calcular con precisión cuál es el canon por la recuperación del «honor».

Ante semejante atentado contra la libertad de prensa y contra la libertad de expresión, la revista literaria Quimera cumple con informar a la opinión pública que litigará con la SGAE en defensa del derecho de sus colaboradores a emitir su opinión mediante los recursos literarios que crean oportunos, en el marco de una publicación que durante más de veinticinco años ha defendido el derecho a expresarse de escritores de todo el mundo.

Jorge Carrión, Jaime Rodríguez Z. y Juan Trejo, directores.

Miguel Riera, editor.

Para más información sobre este tema: [email protected]

A continuación el artículo por el que exigen el pago de nueve mil euros por «daños contra el honor»

La horda de los gestores

En realidad va a parecer que no hablo de literatura, pero sí lo estaré haciendo. Si en este país la piratería prácticamente no afecta al mundo de la literatura, es sólo por motivos circunstanciales, prácticos. Haciendo uso de los medios a nuestra disposición, y obviando la posibilidad de leer en pantalla, en términos económicos hoy en día sale casi por lo mismo fotocopiar un libro que comprarlo. De ahí la narcótica sensación de oasis del noble arte de la escritura, aparentemente a salvo de estos desaprensivos malversadores: los piratas. Pero eso en realidad poco importa, porque la extorsión no tiene a un arte por objeto sino al ciudadano, al lector, al consumidor de productos culturales, y éste (como imagino que es su caso, lector disciplinado) unas veces lee libros y otras ve películas o escucha música. Por eso creo que es importante que usted lo sepa: los piratas existen, están ahí fuera, son malos y nos acechan. Su propósito es acabar con el arte, convertirlo en mercancía y traficar con ella. Le daré algunas pistas para que, en caso de toparse con uno de ellos, pueda usted identificarlo y actuar en consecuencia.

Un confuso vínculo une al pirata con el mundo del arte. Si hoy se dedica a chulearlo y chuparle la sangre en nombre de la gestión y la propiedad intelectual, en otros tiempos lo practicó, normalmente con escasa suerte y altas cotas de mediocridad. Luis Cobos o Pau Donés (que sigue en activo, en serio…) serían ejemplos obvios, pero hay otros ex artistas que sí gozaron alguna vez del favor de las musas (no hay más que recordar la preciosa canción que, en su debut, Víctor Manuel le dedicara a Francisco Franco. Lo cierto es que suelen iniciarse en la piratería cuando se les acaban las ideas, o más bien las ganas de trabajar para tratar de tenerlas).

Sus métodos pueden despistarnos, pues no andan por la vida en barco, ni tienen el valor que requiere empuñar una espada. Han abandonado el ron, en favor del CD-Rom, y la bandera de la calavera por otras más discretas y actuales con las siglas de su banda: SGAE, VEGAP, etc.

Han ampliado su radio de acción, colonizando los mecanismos que en otros tiempos ampararon a una especie hermana: los corsarios. En virtud de esta reestructuración jurídica, y gracias a un juego de sobornos estándar, cuentan con el apoyo de las instituciones y sus representantes (muy próximos a ellos en capacidad intelectual y gusto estético), y en una evolución próxima a la de la mafia clásica, ejecutan un poder parademocrático que suele tener la forma de impuestos y normalmente recibe el nombre de canon.

Como los piratas de verdad en su momento, como el telar manual tras la aparición del mecánico, o como la comunicación mediante tambores después de inventarse el teléfono, estos zafios piratas tienen las horas contadas. Y nosotros, por una mera cuestión generacional, asientos de primera fila para asistir a su cochambrosa y ridícula agonía.

Así que, de momento, dejemos que nos sigan extorsionando. Querrá decir que siguen vivos, que todavía tenemos tiempo para asistir a su hecatombe.

Trebor Escargot

Articulo publicado en al revista literaria Quimera, nº 232, sección Kalidoskopia, Pág. 6 y 7.