Francisco Fernández Buey es catedrático en el departamento de Humanidades y Ciencias Sociales de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona. Ha escrito infinidad de ensayos sobre la izquierda y el movimiento alterglobalización, obras que lo han convertido en un referente inevitable para muchos activistas de la izquierda transformadora. Por su interés, reproducimos a continuación de […]
Francisco Fernández Buey es catedrático en el departamento de Humanidades y Ciencias Sociales de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona. Ha escrito infinidad de ensayos sobre la izquierda y el movimiento alterglobalización, obras que lo han convertido en un referente inevitable para muchos activistas de la izquierda transformadora. Por su interés, reproducimos a continuación de forma íntegra la entrevista que Fernández Buey ha concedido a ForoIU.
PREGUNTA. ¿Qué motivos y soluciones encuentra para la profunda crisis en la que se halla Izquierda Unida?
RESPUESTA. Hay motivos externos e internos. El motivo externo principal es lo que, para abreviar, podríamos llamar la «derechización» del mundo, que en los últimos años se ha hecho galopante. Esto afecta negativamente a todas las organizaciones que han tenido que ver con el comunismo. Pero también hay motivos internos. Señalaré dos, que me parecen de mucho peso: la tendencia endémica a la división (que, para colmo, suele producirse en nombre de la «unidad») y la incapacidad para la renovación generacional. El primer requisito para salir de la crisis es terminar con la pasión autodestructiva que hay en IU desde hace años. Y el segundo es escuchar en serio lo que están diciendo los más jóvenes, dar la palabra a las personas más activas en los movimientos sociales críticos y alternativos.
P. ¿Considera necesario que un movimiento socio-político como pretende ser IU, limite a un determinado número de años tanto la presencia institucional de sus cargos electos, como la presencia en órganos decisorios de la organización?
R. Desde luego que sí. La limitación de la presencia institucional de los cargos electos puede que no sea una condición suficiente pero es una condición necesaria si se quiere mantener y renovar el espíritu original de IU como movimiento socio-político. En cuanto a los órganos decisorios de la organización, hace tiempo que tenían que haber sido renovados. Y aquí también la limitación de los mandatos y la incompatibilidad de los cargos es condición básica para salir de la crisis. No hay movimiento socio-político serio hoy en día que no empiece por ahí. Y como luego, cuando un movimiento socio-político se consolida, suelen plantearse problemas con la limitación de cargos y mandatos, lo mejor es dejarlo claro y por escrito desde el principio para que nadie pueda llamarse a engaño.
P. ¿Cree aplicable, en cierto grado, la experiencia de Kerala sobre la planificación participativa para la elaboración de los programas a nivel federal y autonómico?
R. No creo en la transposición automática de modelos, experiencias o ejemplos de democracia participativa de unos países a otros. La experiencia de Kerala, siendo como es interesantísima, tiene detrás particularidades socio-culturales que no se dan en España, donde, en cambio, hay otras particularidades que deben ser tenidas en cuenta para perfilar el tipo de planificación democrática y de federalismo que queremos. Lo que habría que hacer es estudiar a fondo las experiencias de Kerala y Porto Alegre, compararlas con otras experiencias históricas, autogestionarias y federalistas, en el estado español y, a partir de ahí, hacer propuestas concretas de actuación. Lo que ha escrito Boaventura da Sousa Santos sobre democracia y participación me parece un buen punto de partida.
P. ¿Está el PCE, en su manifiesto-programa, integrando valores del ecosocialismo transformador y anticapitalista que usted y otros divulgadores como Löwy o De Sousa Santos proponen?
R. Francamente, no lo sé. Hubo un tiempo, hace ya años, en la época en que el núcleo dirigente de IU y del PCE estaba organizado en torno a Julio Anguita, en que esta integración de los valores del ecosocialismo transformador y anticapitalista parecía evidente. En eso jugó un papel muy importante Víctor Ríos, que se había formado en el comunismo ecologista revolucionario de Manuel Sacristán. Pero hoy en día la cosa no está clara, porque hay ya tantas versiones del ecologismo como versiones ha habido del socialismo.
P. ¿Piensa que el ecosocialismo está siendo desvirtuado y vaciado de contenido transformador por determinados sectores políticos, que se autodenominan así, pero que no tienen ninguna intención de avanzar hacia un sistema socialista alternativa al capitalismo?
R. Sin duda. Lo que empezó llamándose «alianza roji-verde», sobre todo en Alemania, acabó convirtiéndose en muchos casos en un «marrón» con expectativas electorales. En parte, porque lo verde vende; y en parte, porque lo rojo no era tal. Quedaron las expectativas electorales; y sobre ellas se han construido otros «marrones» parecidos. Pero la responsabilidad en esto, y por lo que hace a España, no se tiene que atribuir sólo a aquella parte de los verdes que han diluido la dimensión social de la problemática medio-ambiental, sino también, y principalmente, a la pérdida de sustancia de los programas socialistas propiamente dichos. Ha habido demasiados sectarismos a un lado y a otro.El único ecosocialismo serio que veo ahora en el mundo está en los países empobrecidos, vinculado al movimiento de los sin tierra, a la reivindicación de la soberanía alimentaria, a lo que podríamos llamar, en suma, ecologismo socio-político de la pobreza.
P. ¿Qué le parece la reapertura del debate nuclear ante la actual crisis energética de los combustibles fósiles? ¿Bajo su criterio, qué postura debe adoptar la izquierda transformadora?
R. Creo que la izquierda transformadora tiene que seguir siendo antinuclear, como lo era ya a finales de los setenta del siglo pasado. El debate de ahora es una repetición del debate de entonces, pero con dos datos más, ambos importantes: lo ocurrido en Chernobyl y la evidencia (porque ahora es una evidencia) de que se está acabando la civilización del petróleo. La diferencia respecto de la situación en que se produjo aquel debate es que ahora la izquierda transformadora cuenta con más razones de base científica para argumentar a favor del uso de energías y tecnologías alternativas a la nuclear. Este es un momento clave para fomentar la aproximación entre el movimiento socio-político que aspira a cambiar el mundo de base y los científicos y técnicos comprometidos, con conciencia del riesgo que corre la humanidad en la época del fin de petróleo y de la lucha internacional por el reparto de los recursos. Un ejemplo a seguir en esto es lo que se ha hecho en el movimiento que empezó criticando los trasvases y el Plan Hidrológico Nacional y ha acabado en la llamada nueva cultura del agua.
P. ¿Pueden las fuentes de energía renovable sustituir, de manera ambiental y socialmente sostenible, el actual nivel de consumo de hidrocarburos?
R. Por lo que yo sé, los científicos serios que se han ocupado del asunto dicen que sí. Aunque con dos condiciones. Una: que hará falta una fase de transición si se quieren evitar situaciones traumáticas. Y dos: que habrá que cambiar los hábitos de consumo actualmente dominantes en América del Norte, la Unión europea, Japón, etc. Se ha de reconocer que las dos condiciones son peliagudas. En el primer caso por la política de la actual administración norteamericana, recientemente denunciada por Gore. Y en el segundo porque la concienciación de las poblaciones acerca de la autocontención, de la necesidad de reducir consumos para adaptar los hábitos a un tipo de desarrollo ecológicamente sustentable, es lenta. Todo indica, pues, que la sustitución no se hará sin traumas. Lo que está por ver es la dimensión de éstos.
P. ¿Ha caído la izquierda «institucional» catalana en un «neopujolismo» sin salidas? ¿Cuál es su opinión sobre el «Estatut»? ¿Qué piensa de la situación actual del movimiento alterglobalizador en Cataluña?
R. No me parece que toda la izquierda «institucional» catalana haya caído en lo que se llama «neopujolismo». En cuestiones que tienen que ver con la enseñanza, la sanidad, la vivienda, la inmigración y el medio-ambiente el gobierno del tripartito, a pesar de sus debilidades y diferencias internas, ha tomado medidas que se alejan de lo que hizo CiU cuando gobernaba. Desde luego que no son las medidas que hubiera adoptado una izquierda transformadora de verdad, pero es una exageración decir que eso ha sido continuación del pujolismo sin más. Supongo que cuando se habla de «neopujolismo» se está pensando exclusivamente en política lingüística y cultural.
El nuevo Estatut mejora el del 79 en varios aspectos. No es el que habría querido la mayoría de la población de Cataluña, ni, obviamente, es el que salió del Parlament de Cataluña, pero creo que esa misma mayoría es la que lo ha aprobado.
El movimiento alterglobalizador en Cataluña se ha ido ralentizando en los dos últimos años, ha perdido fuerza, como en todas partes. Ahora se está haciendo un trabajo más capilar y se discute acerca de la necesidad de cambiar de estrategia en cuanto a las movilizaciones y campañas.
P. ¿Cuál es su opinión acerca de los cambios que se están produciendo en Latinoamérica? ¿Crees que la alianza de varios países como Venezuela, Bolivia, Cuba y otros puede ser una verdadera alternativa al ALCA?
R. Hablando con propiedad, el ALCA está en las últimas, como lo prueba el hecho de que últimamente se haya pasado en América Latina a los acuerdos y convenios bilaterales entre países. Lo más importante y lo que sin duda va a tener mayores repercusiones va a ser lo que está pasando en Bolivia. Ahí, en Venezuela y Brasil se está jugando el futuro de América de Sur. El apoyo a las medidas que está adoptando el gobierno de Evo Morales me parece un asunto clave también para el movimiento alterglobalizador y para la izquierda transformadora europea. Estoy de acuerdo con los analistas que piensan que este es el mejor momento para intentar una estrategia alternativa al ALCA. Hay dos razones par pensar así. Una es la dimensión social del nuevo indigenismo anti-imperialista y anti-colonialista en América Latina. Y la otra las evidentes dificultades de la administración norteamericana para hacer frente a todos los conflictos al mismo tiempo.
P. Hoy día, hay mucha gente trabajando por muchas causas justas: unos, por los derechos humanos; otros, por la ecología; otros, por el software libre; otros, por la medicina alternativa… Cada uno de esos grupos hace la guerra por su cuenta e intenta negociar con el sistema, desde la moderación, es decir, pactando. Muchos pensamos que sería interesante integrar todas esas luchas para construir un sistema socio-económico nuevo… ¿Ve posible a corto-medio plazo la coordinación de estas luchas en un movimiento socio-político en España?
R. Cuénteme entre los que piensan que sería muy bueno integrar todas esas luchas para construir un sistema socio-económico nuevo, al que yo, dicho sea de paso, no tendría ningún inconveniente en llamar socialismo. Si, como espero, los procesos actualmente en curso en varios países latinoamericanos van adelante volverá a hablarse de socialismo en serio también aquí. Pero ahora estamos todavía en una fase resistencial.
Hace tiempo que no oigo ni hablar de huelgas de solidaridad entre trabajadores. Y ni siquiera coordinar luchas es lo mismo que levantar un movimiento socio-político con objetivos definidos y compartidos. Para llegar a eso hay todavía mucho que hacer. A corto plazo, lo mejor sería establecer algo así como un decálogo con los objetivos compartidos ya en ese movimiento de movimientos que es el movimiento alterglobalizador. Y a continuación popularizar el decálogo. Por otra parte, convendría hacerse a la idea de que tal movimiento de movimientos seguirá siendo plural, por su composición y por sus temas, y que lo que hay integrar son objetivos, no organizaciones. Como sabe cualquier persona que haya participado activamente en un movimiento social crítico y alternativo, todo intento de «encauzar» la pluralidad organizativa de los movimientos acaba matándolos.
P. ¿Cree que las sentadas por la vivienda pueden ser el germen de un nuevo movimiento social fuerte?
R. Deberían serlo, puesto que el de la vivienda es percibido socialmente como uno de los principales problemas de la actualidad, sobre todo entre los jóvenes. La dimensión que ha llegado a tener el movimiento okupa en los últimos años fue ya un aviso. Y las sentadas de las últimas semanas parecen ser un segundo aviso. Existen todas las condiciones para que de ahí acabe saliendo un movimiento fuerte y organizado, que contaría, además, con la simpatía y el apoyo de amplísimos sectores sociales, puesto que el problema de la vivienda viene condicionando desde hace décadas la vida y los hábitos de las familias y está retrasando hasta límites esperpénticos la emancipación de los jóvenes.