Zapatero se juega la legislatura en el Tribunal Constitucional. El Estatuto de Cataluña, los matrimonios gays, la ley de dependencia… dependen de la decisión de los doce magistrados. Y un solo voto puede inclinar la balanza. Roberto García-Calvo (La Bañeza, León, 1942) es uno de los juristas que tendrán en su mano la decisión. Antiguo […]
Zapatero se juega la legislatura en el Tribunal Constitucional. El Estatuto de Cataluña, los matrimonios gays, la ley de dependencia… dependen de la decisión de los doce magistrados. Y un solo voto puede inclinar la balanza. Roberto García-Calvo (La Bañeza, León, 1942) es uno de los juristas que tendrán en su mano la decisión. Antiguo gobernador civil en la etapa de Arias Navarro, en Almería su recuerdo se asocia a las actitudes más ultra conservadoras del régimen franquista.
El historiador Rafael Quirosa recuerda que muchos altos cargos aprovecharon los nuevos aires para abrazar el cambio político que se intuía. No fue su caso. Entre sus competencias estaba la de mantener la seguridad y no tuvo concesiones con la oposición política. Estuvo en el cargo menos de un año, entre abril de 1976 y marzo de 1977 pero le bastó para dejar varias huelgas reprimidas sin miramientos y un homicidio sin resolver.
Según el informe oficial, a Javier Verdejo le mató un accidente a los 19 años. La madrugada del 14 de agosto de 1976 el disparo de un guardia civil le abatió entre la playa y la ciudad, mientras pintaba un lema político armado de un espray. Cuando le dieron el aviso, García-Calvo estaba de cena en Cabo de Gata y allí permaneció. Los críticos con la gestión del hoy magistrado mantienen que se limitó a tomar otra copa.
Frenar las protestas
Su reacción pública llegó al día siguiente. La noticia de la muerte del joven había puesto patas arriba a la ciudad, que entonces contaba con 121.000 habitantes. Almería se vuelca en el entierro. Ocurre lo nunca visto aquí desde 1939. Miles de personas acompañan el féretro en un cortejo que desborda el dispositivo de seguridad establecido: las consignas de la izquierda resuenan en los tres kilómetros que separan la iglesia de San Pedro del cementerio.
Vuelan los claveles rojos desde los balcones sobre el ataúd. El Gobierno Civil intenta parar las protestas. Funcionarios cercanos a García-Calvo transmiten su inquietud a la oposición clandestina. Amalia, hija del entonces líder socialista en la provincia, José Tesoro, ya fallecido, cuenta que en el funeral su padre recibe un mensaje claro del Gobierno Civil: «A nadie le gusta lo que ha ocurrido, pero ya está hecho. El presidente Suárez está en la provincia y se va a imponer la calma. Lo mejor es que los líderes controlen a los militantes más jóvenes. Así que tonterías las justas», recuerda Amalia.
Horas más tarde se difunde una nota por la radio. La manifestación convocada para el día siguiente es ilegal y se aconseja no pasear cerca del lugar. El Gobierno Civil no duda en amenazar con el uso de la fuerza y la utiliza cuando la gente empieza a reunirse. Se detuvo a diez personas, cuatro de ellos menores de edad.Ante la rabia de muchos, García-Calvo ordenó una investigación por la muerte del joven, y la causa recayó en el juzgado militar de la plaza. Nunca más se supo del final de este proceso.
El mutismo fue completo y el guardia civil fue apartado. Martirio Tesoro, otra de las hijas del dirigente del PSOE, recuerda que ante la convocatoria de una manifestación de la izquierda, el gobernador llamó a su padre «para advertirle seriamente del riesgo que supondría acusar a un guardia civil sin pruebas ya que en las octavillas se hablaba de asesinato».
Propósitos fracasados
En julio de ese mismo año Almería había vivido una durísima huelga de pescadores, una pequeña guerra en el deprimido barrio de La Chanca. En este dédalo de callejas de origen andalusí, pervivía una pobreza descarnada. La prensa de la época recogió en múltiples ocasiones los deseos de García-Calvo de «mejorar las condiciones de vida de la provincia», propósito en el que aquí fracasó.
La policía había cercado una de las asambleas del gremio de pescadores, de los más reivindicativos de la ciudad. Cuando el primer asistente cogió el micro intervinieron los agentes. Francisco Mayor, un marinero ahora patrón mayor de la Cofradía, recuerda que fueron especialmente duros con las mujeres. «Había algunas inertes en el suelo y la policía seguía golpeando con las porras», cuenta.
Entonces, la violencia explotó. Cuando los pescadores se atrincheraron en el barrio, la Policía cargó con toda su fuerza. Sindicalistas presosAún más dura fue la reacción durante la segunda huelga de pescadores, entre diciembre de 1976 y enero del siguiente año. García-Calvo reprimió el movimiento atacando a los cabecillas. Javier Ayestarán, hoy líder de CC.OO. y entonces perteneciente a la Organización de la Izquierda Comunista, fue encerrado.
Poco después llegaron también a los calabozos Francisco Mayor y otros dos líderes sindicales. Se les acusó de sedición y a los pocos días estaban en la cárcel. Por las calles y el puerto empezó a correr el rumor de que la libertad de los cuatro detenidos dependía del final de las movilizaciones. «Un antiguo fiscal utilizó al Poder Judicial para acabar con una huelga, sin importar los hechos en sí. Todos los estamentos del Estado funcionaban al capricho de García-Calvo», asegura Ayestarán. Aunque en ningún momento fueron sometidos a golpes, en la celda el líder comunista fueencañonado por un agente mientras le amenazaba: «Que sepas que aún quedan policías franquistas».
Así, el sindicalista no duda en calificar a García-Calvo de «represor». «Lo digo claro porque lo he sufrido en mis carnes», zanja. Rafael Quirosa, profesor de Historia en la Universidad de Almería y uno de los que más ha estudiado la transición en Almería, es más suave en su valoración. «El gobernador civil era un hombre gris, un funcionario que no supo cambiar la inercia de los tiempos antiguos», cuenta, mientras que el patrón de la Cofradía, recuerda «los malos modos, la chulería» con la que se conducía García-Calvo. El gobernador «más que negociar, amenazaba», según asegura Mayor.
Los tiempos cambian
Cuando García-Calvo deja el sillón en 1977, vuelve a ejercer distintos puestos en la judicatura. El fiscal de carrera presenta su dimisión, que fue aceptada. Los opositores del momento afirman que la acumulación de crisis en un mandato tan corto fue la causa de su caída. Él, sin embargo, decía en 2001 ante en el Congreso que no fue cesado ni destituido por ninguna razón, «porque mantenía unas excelentes relaciones con el presidente del Gobierno de entonces, Adolfo Suárez». García Calvo abandona Almería para tomar posesión de una plaza como magistrado de Trabajo en Guadalajara.
El Franquismo va quedando lejos y cambian las actitudes. García-Calvo se adapta y deja de presidir procesiones al Valle de Los Caídos. Igual que había jurado los Principios Fundamentales del Movimiento, jura la Constitución. Cuando fue elegido magistrado del TC, y en el trámite parlamentario previo, su paso por el Gobierno Civil de Almería era para él un «episodio anecdótico».