Finalmente se cumplió el pronóstico con más posibilidades y la dirección provisional del PSOE se inclinó mayoritariamente por la abstención para facilitar la investidura de Rajoy a finales del mes de octubre. El camino ha sido tortuoso al menos desde los resultados de las primeras elecciones celebradas en diciembre de 2015. En el camino, los […]
Finalmente se cumplió el pronóstico con más posibilidades y la dirección provisional del PSOE se inclinó mayoritariamente por la abstención para facilitar la investidura de Rajoy a finales del mes de octubre. El camino ha sido tortuoso al menos desde los resultados de las primeras elecciones celebradas en diciembre de 2015. En el camino, los dirigentes partidarios de facilitar la investidura de Rajoy han necesitado hacer dimitir al secretario general, elegido directamente en primarias por los militantes, rechazar la celebración de un congreso antes de la investidura del líder del PP como presidente del gobierno, y ningunear las distintas expresiones de la militancia para oponerse a la abstención decidida por los principales dirigentes y barones socialistas.
Todo ello ha sido posible porque en el fondo no existía en el PSOE un enfrentamiento interno abierto en torno a diferentes proyectos y programas, con dos sectores claramente identificados en torno a líderes y propuestas claramente diferenciadas. Hay que recordar que el dimitido secretario general, Pedro Sánchez, fue el candidato del aparato en las primarias de 2014 para enfrentar al otro candidato con posibilidades, Eduardo Madina, quién en esta ocasión votó a favor de la abstención para la investidura de Rajoy. Igualmente, tanto Sánchez como su principal opositora en el interior del PSOE, la presidenta andaluza Susana Díaz, se inclinaron por elegir como socio de gobierno al mismo partido, Ciudadanos, con la diferencia de que en Andalucía esa alianza si posibilitó la formación de un gobierno socialista, y a nivel estatal la aritmética no permitió un gobierno PSOE-Ciudadanos. Está opción se basaba en otra coincidencia previa, la del rechazo frontal a formar un gobierno de progreso con Podemos. Estas opciones de alianzas a favor del nuevo partido de la derecha y de rechazo al de izquierdas llevaban irremediablemente a facilitar finalmente algún tipo de gobierno al PP dados sus resultados electorales.
Inevitablemente, la inclinación mayoritaria de la dirección del PSOE por la abstención facilitadora de la investidura de Rajoy se traducirá en tensiones crecientes en aquellas comunidades dónde el PSOE está gobernando con el apoyo de Podemos o IU, tensiones que evolucionarán según la posición del PSOE ante las diversas iniciativas legislativas del próximo gobierno del PP.
La actual decisión de la dirección socialista es coherente con la propia trayectoria del PSOE al menos desde los años de la transición. Trayectoria que está jalonada por momentos claves en los que ante determinadas decisiones trascendentales el PSOE siempre se comportó en el mismo sentido que el actual. Sin ser exhaustivos podemos señalar los siguientes hitos: Renuncia al marxismo tras la retirada de Felipe González como secretario general para doblegar la resistencia a dicha renuncia. Posicionamiento a favor de la permanencia en la OTAN en el referéndum celebrado en 1986, después de que el PSOE ganará las elecciones de 1982 con el engañoso slogan de «OTAN, de entrada no». Ruptura del modelo de relaciones históricas del PSOE con la UGT debido a la reforma laboral llevada a cabo por el gobierno de Felipe González, que fue respondida en 1998 con la primera y mayor huelga general del actual período de democracia. Implicación del gobierno socialista en una política de terrorismo de Estado para responder al terrorismo etarra y que se saldó con la condena judicial de altos cargos del gobierno socialista sin que nunca se llegase a dilucidar judicialmente la responsabilidad última y máxima de dicha política. Giro neoliberal del último gobierno Zapatero en 2010 ante el agravamiento de la crisis económica, que le supondría la segunda huelga general a un gobierno socialista.
La actual decisión de los dirigentes socialista representa, pues, un jalón más en una trayectoria que otros partidos socialdemócratas europeos ya han culminado en otros momentos, el de alcanzar una alianza de gobierno con un partido conservador. Incluso han ido más allá de este tipo de alianzas y, como en el caso de Austria, la socialdemocracia no ha tenido reparos para gobernar en coalición con la extrema derecha del FPÖ en los gobiernos regionales de Corintia y Burgenland.
El problema para el PSOE es que esa coyuntura se alcanza en un momento y condiciones muy desfavorables, primero porque tiene que permitir el gobierno de un partido como el PP caracterizado por la aplicación en la legislatura anterior de unas duras medidas neoliberales y minado por los casos de corrupción y, en segundo lugar, porque por primera vez en el actual período democrático se encuentra con una fuerte competencia a su izquierda que amenaza con reducirle a un papel político secundario. Esta es la razón de un comportamiento tan irracional como es el de permitir un gobierno de la derecha sin exigirle nada a cambio. El PSOE no completa la trayectoria de otros partidos similares europeos negociando las condiciones de un gobierno de coalición con la derecha, sino simplemente permitiendo gobernar al PP con su programa, e intentando jugar un papel imposible, permitir un gobierno de derechas y ser su oposición.
No es la primera vez que el PSOE se encuentra atravesado por graves contradicciones y problemas internos, pero si la primera vez que siente el peligro de ser desplazado a un papel secundario y de correr el peligro de otros partidos similares en Europa como el PSI o el PASOK. Sin embargo, tampoco debemos fijarnos exclusivamente en la suerte corrida por unas u otras siglas, la cuestión más de fondo es la existencia de condiciones políticas y sociales que hacen que la socialdemocracia después de desaparecer con unas siglas reaparezca con otras, como ha ocurrido en los casos mencionados, con su reproducción en el Partido Democrático en Italia o en Syriza en Grecia.
Es difícil predecir si el PSOE ha entrado en un declive definitivo que le sitúe como un actor secundario en el panorama político español, pero la posibilidad de que esta situación se materialice se basa en dos hechos claros. El primero es la intensa pérdida de apoyo electoral en los últimos años. Con un censo electoral diez millones inferior al actual, el PSOE dio el gran salto en 1982 consiguiendo algo más de diez millones de votos; con altibajos mantuvo durante 17 años un listón que osciló entre los siete y nueve millones de votos y luego en los siguientes ocho años perdió otro millón; el techo más alto lo alcanzó en el período 2008-9 con Zapatero, cuando alcanzó los once millones, para después en dos caídas bruscas llevarle a perder la mitad de aquellos votos en las últimas elecciones. El segundo hecho es la aparición de un actor político potente a su izquierda que cambia drásticamente sus posibilidades de recuperación, ya no se trata de unas organizaciones a su izquierda, primero el PCE y luego IU, con un techo electoral bajo que eran incapaces de disputarle su hegemonía, ahora dicha hegemonía está claramente puesta en cuestión por Podemos.
A pesar de que el último gobierno de Rajoy llevó a cabo una dura política de austeridad y sufrió fuertes contestaciones sociales, y de que el PP está asolado por los casos de corrupción, la derecha española no solo ha conseguido mantener el suficiente apoyo electoral para mantenerse como opción de gobierno, sino que ha conseguido subordinar al PSOE imponiéndole su alejamiento de Podemos e impidiendo así cualquier posibilidad de un gobierno de progreso alternativo al del PP. En esta última jugada ha destacado el papel jugado por el diario El País, que ha vuelto a sacar a la superficie su capacidad de influencia entre los dirigentes del PSOE [1].
De esta manera, el PSOE ha quedado subordinado al PP en una situación que le empuja, si no quiere provocar unas nuevas elecciones – argumento principal de los socialistas para abstenerse y permitir la nueva investidura de Rajoy-, a apoyar, negociando o no, las diferentes medidas y leyes que vaya proponiendo el nuevo gobierno de derechas. La alternativa a esta situación, la ruptura de la subordinación, provocando nuevas elecciones, y el acercamiento a Unidos Podemos para presentar una alternativa de gobierno, solo podría alcanzarse mediante un terremoto interno en el PSOE que apartase el actual equipo dirigente en favor de otro totalmente diferente, de lo cual no existe la mínima señal de existencia en su seno.
Si la derecha española obra con un poco de inteligencia no buscará desgastar más al PSOE, sino prolongar el máximo tiempo posible el actual equilibrio de fuerzas entre los socialistas y Podemos y, de esta manera, poder alcanzar el doble objetivo de mantener subordinados a los primeros y aislados a los segundos, asegurándose, así, un largo período de gobiernos de derechas.
Nota:
[1] Entre otros trabajos y artículos que han tratado sobre esta capacidad de influencia e intromisión se puede revisar el titulado «El Grupo Prisa ‘bombardea’ La Moncloa», http://www.publico.es/actualidad/grupo-prisa-bombardea-moncloa.html
Se pueden consultar otros artículos y libros del autor en el blog: http://miradacrtica.blogspot.com/
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