En Colombia están estigmatizadas ciertas expresiones del acontecer político. Como con marca de hierro incandescente, la dictadura mediática sataniza a lo rebelde, lo insurgente, la beligerancia, lo subversivo, las formas de lucha política y de masas. El escenario de luchas campesinas en El Catatumbo y la tenacidad de su resistencia, conllevan a analizar- dentro de […]
En Colombia están estigmatizadas ciertas expresiones del acontecer político. Como con marca de hierro incandescente, la dictadura mediática sataniza a lo rebelde, lo insurgente, la beligerancia, lo subversivo, las formas de lucha política y de masas.
El escenario de luchas campesinas en El Catatumbo y la tenacidad de su resistencia, conllevan a analizar- dentro de su contexto- no un estado masivo insurreccional; como sí, por el contrario, una avanzada de subversión social, contra unas situaciones de hecho, injustas e impuestas. Al así plantearlo, ha de abordarse el tema desde el punto de vista de un pensar individual y desde el del comportamiento social-colectivo.
LO SUBVERSIVO COMO PENSAR.
Se puede catalogar como el resultado del razonar práctico ante la importancia de una necesidad, por una situación crítica, mayoritariamente planteada.
Se trata de la manifestación del pensar individualmente considerado que termina por concluir que ante un estado de cosas planteado, denigrante, injusto, alienante, surge la necesidad de cambiar, de transformar de raíz, esa anacrónica situación. El individuo se arma (en el sentido menos militarista y no utilizo el termino «se blinda», por ser esencialmente militarista) en su interior. Es decir, se consolida ideológicamente en lo que considera que es autentico, valioso y cosmogónicamente necesario para cambiar. Digamos que opera en él (o ella) una especie de revolución interna, por el cambio, por lo Nuevo. «La subversión humanizadora aparece breve en el tiempo, como un soplo de vida nueva», enseña la Teología de la Liberación.
LO SUBVERSIVO COMO PRÁCTICA.
Existe una dualidad conceptual en el pensamiento subversivo. Se bifurca, se divide en dos: Uno, el analizado, imbuido de una fuerte conciencia interna de la necesidad de un cambio. Bulle en una lucha de contrarios interna, por la supresión de un orden de «valores»; por la creación de un nuevo orden moral; por superar la opresión; por cambiar lo que se vive; por la imposición de un nuevo futuro. Por aquello que irrumpe en lo consecuencial, ya convencido que se encuentra encerrado en un status quo asfixiante y alienante, imponiéndose lo categórico de un cambio radical. Otro, ese impulso interno, se transforma así en una consigna y practica consecuencial de un accionar social, real, expresado en una movilización de fuerza social y colectiva.
En eso radica la eficacia del pensar original subversivo: en su proyección de movilización como fuerza social; como fuerza de la colectividad. Es el paso a lo transformador. De allí la importancia de la subversión, planteada en la consecuencia lógica de una nueva institucionalidad; en la consecución de un orden alternativo.
Pero ese accionar dialéctico, no queda allí. El acto subversivo creador de dinámica social colectiva puede ser violento, pacifico, dialógico. Depende del análisis concreto, de la situación concreta (…).
La valiente ex senadora Piedad Córdoba ante el conflicto estudiantil llamó a la juventud universitaria colombiana, a la subversión. A su vez, el Papa Francisco I, lanza también desde Brasil este llamado subversivo:
«Minutos después del mediodía, Bergoglio se encontró con más de 40.000 peregrinos argentinos en la Catedral Metropolitana, donde llamó a sus compatriotas «a hacer lío» en las diócesis. «Quiero que ustedes salgan a las calles, que la Iglesia vaya a las calles y que nos defendamos de toda comodidad, inmovilidad, clericalismo. Porque si la Iglesia no sale a las calles se convierte en una ONG», puntualizó.» (25 de julio de 2013).
LA INCOMODIDAD DE LA PROTESTA CAMPESINA PARA EL ESTABLECIMIENTO.
Ello obedece al desarrollo mismo de los acontecimientos.
La prepotencia gubernamental lo comprende; pero no lo aceptan, que los campesinos impulsaron la protesta mutua propia y que no obedeció a espontaneidad alguna. Ni mucho menos a imposición de factores a ellos extraños. Solo el calado esfuerzo de una organización popular de base constante; de trabajo político ancestral, adaptada a sinsabores y sacrificios explica la prolongación en el tiempo de una caracterizada protesta, superior inclusive a la capacidad de sus propios dirigentes.
Pero el peso político de la protesta catatumbera aterriza en lo concreto.
Ante muestra del apogeo del presidencialismo en Colombia, la visita del Presidente Santos a Cúcuta y la danza de los billones para la cura de entuertos de mas de cuarenta años de promesa fallidas; se concreta ahora en propuesta gubernamental, a lo del Centro de Convenciones en Cúcuta y a la imposible aplicación de la Zona Franca, en momentos en que la economía suramericana tiene como Norte al MERCOSUR y la colombiana atada al fatídico TLC con USA. La inexplicable y torticera entelequia legal de requerirse de una ley «reglamentaria» y no de un decreto ejecutivo reglamentario para la aplicación o implementación de las Zonas de Reserva Campesina (ZRC), ya de por sí con creación legal. Haciéndose interminable la relación promisoria de la inversión bimillonaria para la solución de las carreteras del Norte de Santander, en su totalidad desvencijadas.
En hora buena los dirigentes del paro campesino del Catatumbo debieran proponer la libertad de los campesinos y dirigentes detenidos; la garantía de no impunidad ante los asesinatos de los cuatro campesinos en la lucha desigual en los cerros de Aguas Claras, en Ocaña y la discusión de la aplicación de las Zonas de Reserva Campesina mediante decreto ejecutivo gubernamental.
Amanecerá y veremos.
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