Como siempre y en los peores casos, el cuchillo de la mentira sigue siendo de doble filo y doble sentido. Aquí, para desprestigiar los procesos de cambio social en América Latina. Allí, exactamente para lo mismo, con el mismo filón estigmatizador. Dos pájaros a abatir de un solo tiro, el informativo con el hispánico e […]
Como siempre y en los peores casos, el cuchillo de la mentira sigue siendo de doble filo y doble sentido. Aquí, para desprestigiar los procesos de cambio social en América Latina. Allí, exactamente para lo mismo, con el mismo filón estigmatizador. Dos pájaros a abatir de un solo tiro, el informativo con el hispánico e inquisitorial recurso de la teoría de la peste.
Ha llovido algo más que mucho desde que Alfredo Semprún, el protoperiodista- policía por antonomasia del Franquismo, publicara alegremente que ETA disponía de una base de submarinos en Baiona. Ha llovido algo menos, pero siempre sobre mojado, desde que la francesa Le Nouvel Observateur afirmase sin despeinarse que en Hernani cada atentado era celebrado con corderos degollados, orgías de sangre y danzas rituales. Ha llovido poco desde que abogados vascos han visto las puertas de la ONU cerradas a cal y canto.
¿El motivo ? Un simple fax de inspiración ‘garzonita’ que impedía la denuncia de la vulneración de los derechos humanos ante organismos internacionales señalando que todo es ETA y todo es la misma cosa. Y ellos también. Cabe aducir, en este caso, que después de tres meses de prohibición -y sin que el Estado aportara prueba alguna- volvieron a entrar, con disculpa incluida.
Por esos derroteros de criminalización y bloqueo informativo camina también hoy la internacionalización del conflicto vasco. Con todo, tras la ruptura del último intento de proceso de paz, esta apuesta inquisitorial ha sumado enteros. En septiembre pasado, la Embajada española en Sudáfrica requeriría los servicios de Teo Uriarte y Javier Elorrieta, ambos de la Fundación para la Libertad, para contrarrestar «la desinformación» que el Congreso Nacional Africano (CNA) tenía sobre el ‘conflicto vasco’.
Pero esta estrategia no sólo se cierne contra gobiernos, movimientos y colectivos de otros pueblos que prestan atención al conflicto vasco. También contra cada una de las personalidades internacionales que han tomado posición por el diálogo : de Cossiga o Chomsky, a Hebe de Bonafini y las Madres de Plaza de Mayo, el subcomandante Marcos o la misma Rigoberta Menchú. Ríos de tinta que eran balas contra un proceso de negociación.
Esa ofensiva actual tuvo su punto de inflexión diplomática con la llegada de Jaime Mayor Oreja al Ministerio de Interior. El gabinete Aznar primó esa línea de fuego informativo, donde las embajadas se convirtieron en centros de contrainformación aplicando un nuevo plan ZEN (Zona Especial Norte, que diseñó Barrionuevo en 1984) de abasto internacional.
Y así, la metástasis del «también todo es ETA» aplicada en cualquier punto del Estado a cualquier forma de disidencia que tenga una lectura diferente de lo que sucede en Euskal Herria (el okupa catalán, el minero asturiano, el autónomo madrileño y hasta el desobediente andaluz de Casas Viejas que tenía un manual de euskera) ha recalado ya en aguas internacionales. Nada nuevo bajo el sol, entonces. Porque no es la primera vez. En 1998, el PSOE y Joaquín Almunia se plantaron en México para equiparar ETA y EZLN. Aquellas declaraciones sirvieron, fundamentalmente, para anular el potencial de la posición del Parlamento español, denunciando la masacre de Acteal, donde murieron 45 civiles, 16 de ellos menores. Ambos Estados, solidariamente, tapando sus crímenes, miserias y vergüenzas.
Eso es, al fin y al cabo, la guerra de la información. Y su lógica devastadora. ¿Síntesis ? Aunque en el imperio no se ponga el sol, noche y día implementan represión. En formato de desinformación. Allende los mares y poniendo picas en Flandes, Caracas, Johannesburgo o Quito. Y su larga lista de apestados : que somos todas las personas que no rendimos pleitesía a la siempre siniestra razón de Estado.
David Fernández es periodista