La teoría política del republicanismo engloba las ideas de diversos autores pertenecientes a una tradición política democrática distinta de la puramente liberal y opuesta a la monarquía. Su origen está en la obra de Maquiavelo, continuaría con la de los pensadores antimonárquicos ingleses del siglo XVII y la Ilustración radical y culminaría en la de […]
La teoría política del republicanismo engloba las ideas de diversos autores pertenecientes a una tradición política democrática distinta de la puramente liberal y opuesta a la monarquía. Su origen está en la obra de Maquiavelo, continuaría con la de los pensadores antimonárquicos ingleses del siglo XVII y la Ilustración radical y culminaría en la de los federalistas estadounidenses. Su noción polémica fundamental es una idea de la libertad que no es la estrictamente liberal, ni tampoco la de las tradiciones colectivistas o comunitaristas, y una visión del ser humano como sociable por naturaleza y, por tanto, de la organización política como algo que no se opone a una llamada «sociedad civil» entendida como una reunión mecánica de individuos aislados, sino que es una manifestación de la vida social. Esto implica intentar que la política llegue a ser una actividad en la que los ciudadanos desarrollen sus potencialidades individuales, frente a la concepción del liberalismo que entiende que la única actitud posible por parte de la ciudadanía es la resistencia pasiva frente a un Estado completamente extraño en la que los derechos son ases que guardamos en la manga para defendernos de la acción de ese Leviatán.
El individuo nunca existe al margen de una realidad social ya que se forma a partir de un conjunto de relaciones sociales, pero la sociedad tampoco se puede concebir al margen del reconocimiento de las voluntades individuales capaces de autogobierno. La sociedad no puede ser considerada una entidad metafísica con voluntad propia encarnada en entes soberanos por sí mismos en forma de «espíritu del pueblo», «Nación» o «voluntad general». No hay más soberanía que la del individuo que no cede sus derechos a un Leviatán con vida propia, sino que intenta ejercerlos por representación a través de la cooperación con otros ciudadanos, aumentando así su poder. El Estado republicano no puede ser algo ajeno al ciudadano, sino algo de lo que el ciudadano se siente formar parte.
Así el republicanismo entiende la política como una actividad continua y militante, pero esto solo será posible en una democracia radical en la que cada individuo pueda sentir que su opinión cuenta constantemente en las decisiones que determinan la actividad del Estado. Para ello la democracia tiene que adquirir un carácter deliberativo que permita que todas las decisiones públicas sean producto de una reflexión en la que puedan participar todos los ciudadanos, no sólo los expertos, para conseguir conciliar intereses contrapuestos y obtener una diversidad de planteamientos que garantice que ninguna solución quede sin considerar. La libertad es entendida como algo que no significa que la sociedad no pueda tomar decisiones contrarias a las voluntades o caprichos individuales, sino que estas decisiones no deben ser interferencias arbitrarias en el ámbito de su privacidad. Nadie puede decidir por el individuo en lo que respecta a sus exclusivos intereses y ninguna pauta de compor tamiento se puede considerar excluible en tanto que no perjudique a los demás. La diversidad y la disidencia son valores que los republicamos entendemos asociados a una concepción laica del individuo que no acepta más normas morales que las dicta su razón. Un pleno ejercicio de la libertad para todos y la plena conciencia de la pertenencia a la comunidad sólo es posible si hay igualdad, no una igualdad absoluta pero si la suficiente como para que no surjan enfrentamientos y disensiones en la sociedad por diferencias que puedan resultar afrentosas para los que menos tienen. Todos las personas han de tener garantizado un mínimo de subsistencia no en forma de caridad estatal que menoscabe su autorespeto, sino un mecanismo para su emancipación y el sostenimiento de su dignidad de ser humano. Es tarea fundamental del Estado garantizar la igualdad de oportunidades y que las diferencias económicas y de poder sólo vengan dadas por el mérito o el trabajo, para ello el sistema educat ivo público debe ser de la máxima calidad y resultar atractivo para todos las clases sociales de manera que sea una experiencia de convivencia de diversos grupos sociales, un sistema educativo que funcione como un sistema de guetos es la base de una sociedad fragmentada y enfrentada dentro de sí misma.
En definitiva, es necesaria la igualdad porque todos los seres humanos somos iguales y es necesaria la libertad porque todos somos diferentes. Cada persona es responsable de encontrar su propio camino hacia la felicidad, pero la sociedad a través del Estado es responsable de que la probabilidad de conseguirlo sea la mayor posible y de que no se haga a costa de los de los demás.
Libertad, Igualdad y Fraternidad.
[Extracto del Documento Político de Izquierda Republicana, en el año en el que se cumple el setenta aniversario de su fundación por Manuel Azaña, Presidente de la IIª República Española.]