De un tiempo para acá es frecuente encontrar en los diversos medios de comunicación españoles interpretaciones muy dispares de la idea republicana, ya sea examinando a la República dentro de un contexto histórico, ya sea en estudios evaluadores de las perspectivas de futuro de esta Institución. Y este interés reciente con visiones tantas veces contrapuestas […]
De un tiempo para acá es frecuente encontrar en los diversos medios de comunicación españoles interpretaciones muy dispares de la idea republicana, ya sea examinando a la República dentro de un contexto histórico, ya sea en estudios evaluadores de las perspectivas de futuro de esta Institución. Y este interés reciente con visiones tantas veces contrapuestas puede interpretarse como una efervescencia socio-cultural premonitoria de un cambio en la sociedad española.
Pero el desordenado debate puede generar confusión y desorientación en muchas personas que, intentando militar en la praxis republicana, no consiguen encontrar una alternativa clara en la que comprometerse.
Los republicanos debemos utilizar todas las ocasiones que se nos presenten para tratar de homogeneizar criterios y establecer caminos de actuación política comunes utilizando la experiencia histórica de anteriores generaciones.
La Historia debe de servir, entre otras cosas, para comprender la realidad actual, para aprender de los errores cometidos y para reivindicar la persistencia de los ideales. Pero el paso inexorable del tiempo produce mutaciones irreversibles en la sociedad y los conceptos cambian. Y eso es algo que debemos tener en cuenta permanentemente los republicanos mientras dirigimos nuestros esfuerzos en pos del benéfico cataclismo socio-político que va a representar una nueva República en España.
Por otra parte, desde algunas instancias de la izquierda se observa con cierta desconfianza a los partidos políticos que mantienen la tradición, las siglas y/o el acervo cultural e histórico republicano. Se habla de su inoperancia, de su desunión, de su falta de atractivo electoral, de que no tienen ningún papel que representar en una hipotética transición y parece ya admitido por muchos que las únicas fuerzas que pueden llegar a tener alguna trascendencia en la creación de un clima propicio al advenimiento de la Tercera República son las asociaciones republicanas, colectivos de índole cultural con contenido político que, al parecer, son mejores transmisoras de los ideales y de la historia republicana.
Pero ello, sin dejar de ser parcialmente cierto, no nos debe llevar a minusvalorar el papel dinamizador que pueden llegar a tener los partidos auténticamente republicanos en algún momento del proceso. La actuación coordinada de las asociaciones y partidos en un no tan lejano momento histórico en el que se presenten ante los pueblos de España las condiciones objetivas que lleven al establecimiento de la IIIª República será la garantía de un tránsito sin grandes sobresaltos y de un final feliz.
Para alcanzar ese momento es necesario comenzar ya a establecer relaciones consistentes entre todos los colectivos republicanos y a definir los conceptos. Hoy solamente es posible hablar del republicanismo desde una perspectiva de izquierdas. Sin embargo, el bocado republicano está empezando a ser apetitoso para una facción de la derecha que espera agazapada apropiarse de nuestro «atrezzo» semántico, dialéctico (y estético) tradicional para utilizarlo en provecho propio. Por eso hay que dejar establecidos ya los ejes de la acción republicana de izquierdas, alcanzando un acuerdo de mínimos, trabajando todos en la misma dirección, obviando aquello que nos separa y poniendo énfasis en lo que nos une, evitando personalismos que crean discrepancias y fortaleciendo las plataformas socio-políticas que se vayan creando.
Una de nuestras prioridades debe ser acometer con entusiasmo el esfuerzo de transformar a esa parte de nuestra sociedad constituida por súbditos y vasallos, alienados por la desinformación, la apatía y la adicción a los medios-basura, en ciudadanos conscientes de sus derechos y deberes, informados de su posición en el mundo y de sus posibilidades de transformarlo. Esta ha sido siempre una de las funciones de las asociaciones republicanas y también es un objetivo por el que debemos luchar individualmente con nuestro trabajo y con el propio ejemplo personal, siendo nuestra conducta política una referencia para muchos ciudadanos expectantes.
Pero al mismo tiempo hay que propiciar el encuentro entre todas las fuerzas políticas y sociales afines al republicanismo para establecer ese cuadro de mínimos necesario para crear una plataforma de actuación común: ¿un Frente Republicano de Izquierdas?
¿Acaso no se comparte por todos los grupos de izquierdas el concepto antidinástico de la jefatura del Estado, considerando al titular de esta jefatura como un cargo público elegido por sufragio directo y sometido a las leyes del Estado como cualquier otro ciudadano?
Y la idea de un Estado laico, en el que no se permita la injerencia religiosa en los distintos campos de la «res pública» (educación, ejército, conmemoraciones y ceremonias públicas y en la propia actividad política, etc.), pero que permita y reafirme el pluralismo y la divergencia ¿acaso no forma parte de la cultura de la izquierda?
Tampoco es descabellado, por otra parte, considerar mayoritaria la concepción de una estructura federal del Estado, no como una descentralización sino como una delegación de poderes y funciones de las colectividades inferiores en favor del Estado federal, manteniéndose la diversidad y las características (y sentimientos) propias de los pueblos que lo constituyen que se organizan autónomamente federándose «desde abajo»…
¿Y no está generalizado en la izquierda el anhelo de una democracia auténticamente participativa y deliberativa, considerada como avance y mejora respecto a la democracia delegativa actual, en la que se potencien los mecanismos de participación y consulta popular más directos (como el referéndum) y el control por parte del ciudadano de la actuación de los políticos, responsabilizándose directamente de las decisiones que le afecten?
Si todo esto nos une, utilicémoslo como base de partida. Hoy más que nunca está en nuestras manos crear condiciones objetivas para propiciar el tránsito a la República. Unamos nuestros esfuerzos.
¡A por la Tercera!
SALUD Y REPÚBLICA
* José Manuel Graña Garrido. Miembro de la Comisión Ejecutiva Federal de Izquierda Republicana y Presidente de la asociación » Sociedade Galega Pola República» en Galicia.