En una de sus anotaciones, la 26 concretamente [1], a la biografía de Gerónimo, por él mismo traducida y presentada, editada por S.M. Barrett a principios del siglo XX (y reeditada por Frederic k W. Turner III en 1970), escribía Manuel Sacristán sobre la tumba del gran rebelde, aquel que emprendió batallas que se sabían […]
En una de sus anotaciones, la 26 concretamente [1], a la biografía de Gerónimo, por él mismo traducida y presentada, editada por S.M. Barrett a principios del siglo XX (y reeditada por Frederic k W. Turner III en 1970), escribía Manuel Sacristán sobre la tumba del gran rebelde, aquel que emprendió batallas que se sabían o parecían perdidas:
El cuerpo del antepenúltimo jefe tribal chiricahua, Mangas Coloradas, fue descabezado luego de su tortura. La cabeza, inmediatamente hervida y descarnada, se vendió a unos civilizados discípulos de Gall para que hicieran frenología.
El cuerpo de Kintpuash, jefe de los modocs de California al que los civilizados llamaban Captain Jack, fue disecado y embutido por taxonomistas de ocasión para ser contemplado en las ferias del Oeste, previo civilizado pago de entrada.
Y así otros casos.
Por eso contenta saber que los apaches sostuvieron durante tiempo esto: el cuerpo de Gerónimo no está en el sitio en que primer o se depositó, en el cementerio apache de Fort Sill, Oklahoma, sino en el lugar secreto al que trasladaron en seguida unos guerreros chiricahuas. Ese lugar secreto está quizás en los Montes Mogollones, o en los espolones septentrionales de Sierra Madre.
V ale la pena completar la anotación cuatro décadas después [2].
Se entiende bien la alegría contenida del autor de «Panfletos y Materiales», del profesor de metodología de las ciencias sociales que escribía su observación mientras seguía expulsado de la Universidad de Barcelona por motivos políticos y sufría, como todos los pueblos españoles, el gobierno fascista de Arias Navarro. Activo militante del PSUC, había abandonado su comité ejecutivo cinco años atrás.
Si no fue así, si lo que los apaches sostuvieron sobre la ubicación final del cuerpo de Gerónimo en un lugar distinto del cementerio apache de Fort Sill no fue exacto, la historia continuó con Gerónimo de manera muy similar a los casos de Mangas Coloradas y Kintpuash de los que el propio Sacristán nos habla en su nota. Un breve resumen que toma pie inicial en el apache Ned Anderson quien comenzó en 1986 la que sin duda es una batalla póstuma de Gerónimo, no necesariamente la última.
Hay indicios no especulativos de que un grupo de estudiantes ricos y pijos, disfrazados de arqueólogos, saquearon la tumba del líder apache en Fort Still (Oklahoma), llevando su calavera a la Yale University de Connecticut. Fue en 1918. Los miembros de una oscura sociedad secreta, los Skull&Bones, la convirtieron en símbolo suyo. La besan en sus ritos iniciáticos mientras gritan su nombre.
Entre esos estudiantes ricos y cristianos (¡y profanadores de tumbas!), se cree que estaba Prescott Bush, el mismo individuo que años después se convirtió en un gran «empresario emprendedor», un «gran hombre de negocios» que se enriqueció vendiendo productos al Ejército nazi, el mismo «anglo» que luego sería un respetado gurú de Wall Street y, más tarde, padre y abuelo de dos de los presidentes de Estados Unidos de peor recuerdo y más criminal curriculum.
El bisnieto de Gerónimo, Harlyn, 61 años, desea recuperar el cadáver de su ancestro. Harlyn, algo ingenuamente, confiaba en la sensibilidad sobre el asunto del primer presidente negro del país. Aprovechando el centenario de la muerte de Gerónimo, el 17 de febrero de 2009, se plantó en Washington para exigir los huesos de su bisabuelo. Harlyn, chamán [3] y actor apache de Mescalero, quería forzar las pruebas de ADN del cadáver.
La escritora Alexandra Robbins desveló el asunto en Secrets of the Tomb . Casi nadie se lo tomó entonces muy en serio. Una carta entre dos miembros de la sociedad secreta señalada, Winter Mead y F Trubee Davison, que salió a la luz en 2006, confirmó las sospechas. El texto, autentificado por Judith Schiff, responsable de investigadores de la Yales Sterling Memorial Library parece corroborar el expolio, confundido en sus resultados si la información india fuera exacta. «La calavera de Gerónimo el Terrible, exhumada de su tumba en Fort Still por tu club, está ahora segura dentro de (nuestra) tumba», se afirmaba en la carta.
Harlyn no está solo en sus reclamaciones, los apaches de Mescalero le apoyan. Desde todos los rincones de EEUU le han llegado señales de aliento. James Anaya, también líder apache y relator de los Pueb los Indígenas de la ONU, ha señalado -con gran y diplomática prudencia- que hay indicios de peso que merecen ser investigados. Manny Sánchez, un líder apache californiano, también cree «que los restos de Gerónimo fueron robados» y ha denunciado el saqueo del cadáver de Mangas Coloradas, descabezado después de su tortura, por las tropas estadounidenses.
El escritor Ron Rosenbaum, como algunos otros políticos conservadores, apuntan dudas que confirmarían, por otra parte, la conjetura de una profanación confu ndida. «No hay pruebas de que la calavera que robó Prescott fuese de Gerónimo». La profanación existió por tanto.
Ned no denunció el caso en el FBI tras la promesa de Bush I padre de devolverle el cadáver de Gerónimo. El líder apache se llegó a reunir con un hermano del que fuera presidente usamericano, Jonathan Bush, en Nueva York. La devolución fue un tongo. Estaba cantado por supuesto. «Le dieron un esqueleto de un niño de diez años e intentaron que firmase papeles para silenciarle», ha sostenido la escritora Alexandra Robbins. Los Bush, todo parece corroborar esta fácil hipótesis, están hechos de ese material poliético.
El asunto sigue vivo. Parece que Gerónimo no puede descansar en paz: sigue dando batallas tras su muerte. Y en este caso, con confusiones duplicadas, probablemente haya obtenido alguna victoria. Y nosotros con él.
El profesor Ross Frank -Associate Professor, Department of Ethnic Studies, UCSD- me ha facilitado, a través del admirable crítico literario Luis Martín-Cabrera, la siguiente ref erencia de indudable interés sobre el caso: http://www.huffingtonpost.com/
Nota:
[1] Manuel Sacristán Luzón , Sobre Gerónimo, El Viejo Topo, Mataró (Barcelona), 2013, pp. 122
[2] Ibidem, pp. 219-221
[3] En su anotación 16, Sacristán se aproximaba a esta noción en los siguientes términos:
«[…] Un chamán es una síntesis de dirigente religioso, médico y sabio práct ico, del que sus hermanos de grupo sienten que participa más intensamente que otros de la fuerza primigenia terrenal (o supraterrenal, según las creencias), de la vitalidad y la espiritualidad. El hecho de que los civilizados hispanos y anglos creyeran hasta bien entrada la segunda mitad del siglo XIX que los apaches tenían sacerdotes es indicio, de todos modos, de que el chamanismo apache tenía alguna fuerza social.»
Se había afirmado varias veces que Gerónimo era un chamán, «cosa que el interesado parece tener interés en desmentir». Para Sacristán, era posible que esa opinión fuera «una forma de salir de la perplejidad en que su carismática figura sumió durante tiempo a los historiadores blancos: un hombre que, sin título hereditario, ejercía tan gran influencia sobre guerreros de la bravura de los chiricahuas que hasta bandas sin vínculos de sangre con él lo aceptaban como jefe tenía que ser un gran chamán».
Casos de curaciones de enfermedades y, sobre todo, de heridas, atribuidos a Gerónimo, reforzaban e sa creencia. «Pero Gerónimo mismo ha desmentido claramente que él fuera un sanador. Gerónimo extrae puntas de flecha y venablo y bizma heridas, como los guerreros antiguos. Pero no afirma nunca tener ni una fuerza especial ni una visión propia que le haya sido concedida por Usen o por algún espíritu, como solía ocurrirles a los chamanes más destacados de aquella trágica época de los indios, los chamanes-profetas (diré así por traducir el fenómeno a nuestra cultura) de los sioux, los poncas, los piutes, etc. Gerónimo era demasiado «seco» para esas experiencias, como habría dicho Juan de Yepes. Eso es parte de la excepcionalidad de su tragedia, poco o nada aliviada por humedades del corazón o de la fantasía».
Finalizaba Sacristán su nota con el siguiente come ntario completado con su singular punta crítica:
«Frederick W. Turner, el editor moderno de la narración de Gerónimo, ha intentado combinar la verdad histórica con el involuntario homenaje que rinden a Gerónimo los historiadores y etnólogos que lo consider an chamán. A esa intención responde su idea de que Gerónimo fue un «chamán guerrero». Quede en eso, si por «chamán» entendemos sólo un hombre robustecido por la proyección de su carisma. (Pero un chamán de verdad no habría recurrido, como Gerónimo en su última campaña, a desesperados trucos de cabecilla de mercenarios para mantener a sus pocas gentes en el sendero de la guerra)».
Salvador López Arnal es miembro del Front Cívic Somos Mayoría y del CEMS (Centre d’Estudis sobre els Movimients Socials de la Universitat Pompeu Fabra, director Jordi Mir Garcia)
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