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Entrevista a Javier Couso Permuy (I)

“La UE es una federación autoritaria dirigida por el centro alemán que ha conseguido una estructura que le favorece en todos los planos”

Fuentes: El viejo topo

Javier Couso Permuy es diplomado en periodismo audiovisual por el Instituto Internacional de Periodismo José Martí de La Habana. A lo largo de su versátil trayectoria profesional, ha ejercido como productor, cámara, realizador, editor, músico, mensajero, librero y trabajador audiovisual, profesión que actualmente ha retomado tras finalizar su legislatura como eurodiputado. Durante su desempeño institucional (2014-2019), fue vicepresidente de la Comisión de Asuntos Exteriores y miembro de la Comisión Especial de Terrorismo, entre otras responsabilidades en diferentes comisiones y delegaciones.

El libro que has publicado recientemente en Foca lleva por título En pie de calle. Reflexiones para tiempos convulsos. ¿Qué hace que nuestros tiempos sean tan convulsos?

Puede sonar redundante, pero son convulsos los tiempos en los que hay grandes cambios geopolíticos.

Vivimos en medio de una revolución tecnológica como la del 5G y con una pandemia que azota a un mundo con estados debilitados, en los que la actual fase del capitalismo ultraliberal y financierizado ha reducido la soberanía económica, la democracia y la protección social

La tensión geopolítica es evidente desde el momento en que se empieza a cuestionar la unipolaridad estadounidense surgida tras la desaparición de la URSS. El nacimiento de los BRICS fue el primer aviso; el rearme moral y soberano de Rusia en lo interno, y en Chechenia o Georgia, el segundo; y el definitivo, el despegue de China que, tras años de planificación y cohesión, rompe definitivamente con ese mundo unipolar que conocimos de 1998 a 2008 y que se encamina irreversiblemente, pero también a trompicones, a la multipolaridad. Todo esto nos lleva a no olvidar que, en la transición de la unipolaridad británica al mundo bipolar tras Yalta, mediaron dos guerras mundiales con decenas de millones de muertos.

Tanto en la revolución tecnológica, que algunos ponen al nivel de la Revolución Industrial, como en la lucha contra la pandemia y sus expresiones más conocidas (la contención y el contagio o la carrera por la vacuna), vemos como toda esa tensión geopolítica entre el hegemón y sus oponentes, trufa ya cualquier movimiento, aunque aparente ser algo neutral.

Cualquier movimiento, dices, aunque aparente ser algo neutral… ¿Por ejemplo?

Por ejemplo, el campo comercial con los aranceles, las medidas coercitivas unilaterales o las amenazas de ellas, jugar con las alianzas militares (caso de EEUU con Marruecos y España), el uso del poder blando como cooperación o acuerdos de cooperación… Allá donde mires y hasta en los breves de los diarios, en el ámbito internacional, se está desarrollando una partida que no sólo produce efectos espectaculares sino que se juega también como si se hiciera una maqueta, a mínima escala.

Vuelvo al título: ¿y qué significa eso de estar en pie de calle?

Significa el compromiso de no abandonar la calle en la que te formas y donde se mueven los movimientos populares y/o sindicales. Estés donde estés, sea detrás de una pancarta o presidiendo una comisión en un parlamento. Fue una guía ética y moral para pasar cinco años en una institución europea y volver al barrio desde el que partí. Es la garantía de que, como decía Zeca Afonso, “povo é quem mais ordena”.

Pero eso que señalas no es muy frecuente. Muchos compañeros que se han expresado en esos términos inicialmente, luego se han instalado en el mundo de las instituciones” de un modo u otro. Viven de ello.

Sí, y eso lo señalé en el libro. Fue un jarro de agua fría ver con mis propios ojos las redes clientelares, o las estructuras de liberados que, desde siempre o desde demasiado tiempo, viven del partido, de las instituciones o del desempeño ininterrumpido de la representación pública, trampeando los propios límites que trataban de poner los estatutos.

Hace falta una reflexión más profunda para ver cómo se puede aminorar esta endogamia que se da, por desgracia, en todos los partidos y en muchos movimientos.

Yo me planteé desde el principio que no estaría más de dos legislaturas ya que quería retornar al mundo de la creación, fuera audiovisual, musical o de pensamiento. Ayuda mucho saber que has trabajado desde los 17 años y que, pasados los 50, aunque esté todo difícil, sigo luchando por buscarme la vida.

Lo has comentado de pasada: ¿el coronavirus lo está alterando todo? ¿Cómo ves la situación española en estos próximos años? La caída económica está siendo, brutal; el impacto sanitario ya lo ha sido, lo sigue siendo.

La crisis de las hipotecas subprime sucede en 2008 y en España empezamos a sentir los efectos demoledores en 2010. Ahora pasará lo mismo. En unos meses empezaremos a ver el impacto en una economía endeble como la española, con una dependencia abrumadora del turismo y del sector
servicios, con un sector laboral precarizado, una economía de subsistencia y un desempleo estructural. Una economía, en fin, que no está preparada para un terremoto de este nivel. Sólo con el dato del turismo me pongo a temblar: ¡el año pasado entraron a España más de ochenta millones de turistas y éste unos cientos de miles. El impacto que viene es inimaginable.

A esto se suma que ya soportamos una deuda que está en torno al 100% del PIB y que las supuestas ayudas de la UE hay que devolverlas, lo que hará subir la deuda soberana y todas serán decididas y condicionadas por la UE, lo que ahondará en la reducción de soberanía y democracia. Si en la crisis de 2010 se sufrió de una manera mayúscula, y eso que fue amortiguada gracias las redes familiares representadas por las menguadas pensiones y los pisos de los abuelos, la que se nos viene encima arrasará con lo poco que sobrevivió de aquella.

No hay que olvidar que nuestra economía débil, privatizada, terciarizada y sin soberanía monetaria, es el resultado de las exigencias de la Unión Europea de Maastricht para nuestro país y que aceptaron y asumieron sin rechistar todos los presidentes españoles, desde González a Sánchez.

Pero algunos aseguran que una parte de las ayudas de la UE no hay que devolverlas, son a fondo perdido.

Ese es el engaño que se publicitó al principio y que es una característica de todos los movimientos económicos y financieros que toma la Comisión en el guión de desorden neoliberal que propugna desde Maastricht. Es decir, atempera, con la ayuda de todólogos y grandes medios, las medidas más dañinas para la población y que van a aumentar el desapego a la UE, con el ocultamiento de medidas que se van a implementar al termino de meses o años.

En el caso que comentas, hemos sabido que la Comisión ha anunciado que ha endurecido los criterios con los que se repartirá el fondo de recuperación Next Generation UE, cuyo borrador ya apunta que para obtener los fondos hay que cumplir con las anteriores <<reformas>> marcadas por la Comisión o el Consejo, y que, en nuestro caso, entre otros, apuntan de manera definitiva hacia las pensiones.

Cuando oigo la palabra <<reformas>> en la boca de los eurócratas, me echo a temblar pues está más que comprobado que nos anuncia un hachazo a las pocas regulaciones o normas que surgieron de las luchas sindicales o populares, para seguir con el rumbo de la desregulación que nos está llevando a una sociedad de precariedad y con mínima protección social.


Has sido eurodiputado desde 2014 a 2019. ¿Cuáles son las principales ideas políticas que has sacado de estos años?

La primera es que el Parlamento Europeo es un poco de maquillaje democrático a un proyecto de élites que en sus inicios no gozó de una inspiración democrática. De hecho, las primeras elecciones se producen en 1979 y hoy no ha cambiado de ADN, como se desprende de las palabras del ex presidente de la Comisión, Juncker, al señalar, la pasada legislatura, que no habría consultas contra los tratados europeos. Es decir, a pesar de que tras el Tratado de Lisboa el parlamento puede rechazar unos presupuestos y algunas migajas más, en el fondo pincha y corta muy poco con respecto a la Comisión, el BCE, etc… donde se deciden realmente las cosas.

La segunda es darte cuenta de que el diseño de la UE es un proyecto exitoso para los EEUU, que siempre la han impulsado y tutelado, al abortar desde el principio cualquier veleidad de autonomía estratégica propia. La autonomía de la política exterior de la UE es prácticamente inexistente y no se sale de los parámetros estratégicos marcados por la política exterior estadounidense. Para más inri, nuestras capacidades militares están controladas por la OTAN y dedicadas mayormente a la contención de un vecino como Rusia que, paradójicamente, es nuestro principal suministrador de energía y que si compartiera un espacio de seguridad compartida haría añicos el supuesto vínculo atlántico que es la excusa propagandística para vender lo que no es más que la amputación de nuestra autonomía estratégica.

La tercera sería que la izquierda cada vez pinta menos. En la VIII Legislatura éramos sólo 52 diputados de 751 y en la actual el grupo de la izquierda europea lo forman de 39 eurodiputados de un total de 705. Además, fue doloroso darse cuenta de que no había unidad en temas sensibles.

Hoy, la izquierda en Europa va siendo sustituida por espacios como el de los Verdes, dominado por Alemania y que ha asumido muchos presupuestos culturales liberales.

Eso por señalar algunas constataciones que me han hecho reflexionar bastante, durante y después de la finalización de mi mandato.

¿Y por qué la izquierda cada vez pinta menos? ¿Por qué goza de menos apoyos ciudadanos? ¿Errores propios, límites de la institución o buen hacer de los adversarios?

Pienso y reflexiono sobre ello en el libro y concluyo que es una conjunción de factores, pero tiene mucho que ver el desenganche con los problemas reales de la gente, con el miedo a debatir y reflexionar sobre problemas que no nos atrevemos a tratar pero que están en la calle, por abandonar demasiadas veces las reivindicaciones más necesarias para nuestros barrios y pueblos y sustituirlas por luchas identitarias, por ser equidistantes con el nacionalismo independentista, por no proponer soberanía, por no hablar de Defensa y Seguridad y cuidar a las personas que componen las FFAA y las FSE, por saltarnos los límites éticos en cuanto se pisa moqueta… A mi juicio, ahora mismo la izquierda está prácticamente ausente y lo que se presenta como tal es o social-liberal o social-posmoderna.

Vienen tiempos durísimos para las clases populares. Espero que, con la vuelta de la movilización social, vuelvan a surgir ideas y propuestas para levantar una fuerza de izquierda que aborde todo lo que no se aborda y que corrija lo que hay que corregir.

¿Cómo podríamos definir entonces a la UE? ¿Una confederación de Estados dominados y dirigidos por Deutschland über alles”? ¿Un mercado único sin proyecto político de fondo?

Yo la caracterizaría como una federación autoritaria dirigida por el centro alemán que ha conseguido una estructura que le favorece en todos los planos: un banco central a imagen y semejanza del Deustche Bank, una moneda copia del marco alemán que favorece sus exportaciones de alto valor añadido, una política económica que lleva en el alma el dogma neoliberal del control de déficit, mayoría en los órganos ejecutivos…

Como bien dice Manolo Monereo, el ordoliberalismo alemán tiene poder estructural para cambiar a su favor las reglas de juego y practica sin pudor una especie de dumping social sobre sus vecinos. Es como un sol sobre el que giran sus periferias del Este y el Sur. Las primeras, donde se sitúa mano de obra barata, y las del Sur, desindustrializadas, endeudadas y con una economía precarizada y destinada al sector servicios.

Está claro que esta arquitectura terminará por reventar. La moneda única terminó con nuestra posibilidad de realizar políticas macroeconómicas soberanas y nos remite, cada vez que hay una crisis, a utilizar la devaluación social en vez de la devaluación monetaria, entre otros instrumentos.

Está igualmente claro que la unión monetaria es una chapuza gigantesca, la única moneda que no tiene detrás un banco central que haga de banco central ni una fiscalidad común. A nuestro país le supuso una demolición controlada de los sectores productivos y la inmersión en una especie de «estado de excepción neoliberal» que nos ha ido empobreciendo, precarizando y despojando de derechos sociales y sindicales.

Sorprende que este país siga siendo tan «UEuropeísta» cuando los resultados han sido nefastos para nuestro nivel de vida.

¿Y cómo se explica este ueuropeísmo?

Creo que tiene mucho que ver las ganas de salir de cuarenta años de aislamiento franquista, el uso de los fondos de cohesión en un momento de alza económica y la destrucción gota a gota que el PSOE hizo de la izquierda y de los movimientos sindicales y populares.

En tu opinión, ¿es reformable (con orientaciones de izquierdas) la UE realmente existente o el neoliberalismo está y estará en el puesto de mando? ¿Qué crees que ha demostrado la experiencia de Grecia y de los gobiernos de Syriza?

Lo veo casi imposible, no sólo por la correlación de fuerzas actual si no porque los tratados están blindados ante la voluntad popular y no hay que olvidar que, desde el inicial de Maastricht, todos conforman una estructura con alma neoliberal que pivota en torno a un centro alemán en el que giran sus periferias, siendo todo ello un conjunto subsumido en política exterior como una pieza más de la estrategia geopolítica estadounidense para el diseño europeo.

No me atrevo a aventurar cómo sería la cuestión si llegara al poder un partido de un país con un PIB potente que se negara a cumplir los dogmas impuestos o que crease una alianza regional de las periferias, sobre todo del Sur.

En el ámbito político, excepto en Italia, no hay fuerzas de izquierda que cuestionen con fuerza y sin miedo público esta UE injusta o la camisa de fuerza de la moneda única. He comentado en otras respuestas que sí creo que hay que ir abriendo el debate, comenzando por empezar a poner en la agenda una alianza estable de los países mediterráneos que pelee por combatir las asimetrías impuestas por la UE alemana, pero con vocación de no quedarse ahí sino marcando un horizonte de superación de esta estructura que nos quita soberanía para darnos precariedad y deuda.

Pero no parece que haya indicio alguno de esa alianza de países mediterráneos a la que aludes (a la que tal vez convendría incorporar un país no mediterráneo como Portugal).

Tienes razón, no debería haber empleado sólo el término Mediterráneo, tanto por Portugal como por nuestro norte peninsular que es cantábrico y atlántico. La verdad es que no hay una voluntad firme de crear una estructura que una a países con unos intereses geopolíticos comunes, con unos pocos puntos de acuerdo y que tenga la vocación de ser un bloque que dentro de la UE haga valer su influencia. No lo hay, pero hay que empezar a plantearlo como objetivo político de primer orden en nuestra política exterior europea.

Queda lo que antes te preguntaba sobre Syriza. Tomemos antes un descanso.

Como quieras.

Fuente: El Viejo Topo, noviembre de 2020.