¿Qué fue lo que pasó en España en 1934?

De acuerdo con Eduardo González Calleja, autor del libro 1934: involución y revolución en la Segunda República (AKAL, 2024), la sociedad española de ese tiempo presenció, en algunos casos como partícipes, la preparación y posterior movilización de la clase trabajadora española; no obstante, esa movilización no se manifestó de la misma forma en todo el territorio español, ya que en Asturias, Madrid, Cataluña los hechos tuvieron un cariz diferente al resto de España. Efectivamente, según el catedrático de la Universidad Carlos III de Madrid, en ese momento en España asistimos a cuatro expresiones del malestar social frente a la derechización del gobierno republicano de Lerroux, cada vez más próximo a la formación política de Gil Robles, que incorporó a tres de sus ministros al gobierno en octubre de 1934. En este contexto posterior a las elecciones de noviembre de 1933 los socialistas, principalmente bajo el liderato de Largo Caballero, asumieron que había llegado el momento de preparar la revolución como un acto defensivo contra un gobierno que pretendía alterar la esencia del régimen republicano. Así, a lo largo de un intenso año, el PSOE y la UGT se prepararon para la “conquista revolucionaria del poder para implantar la dictadura del proletariado”, en palabras del dirigente juvenil Segundo Serrano Poncela; esta preparación, sin embargo, lejos de llevarse en secreto era de conocimiento público… y el gobierno más o menos estaba al tanto de los preparativos revolucionarios, incluyendo la formación de milicias socialistas, que llegaron a desfilar públicamente, igual que las milicias japistas -de extrema derecha-. Asimismo, a lo largo de ese período, se promovieron diferentes diferentes huelgas, como la huelga de la construcción en febrero de 1934, pensadas como paros políticos, y la huelga general campesina del verano de 1934, que tuvo un amplio seguimiento -sobre todo en el sur peninsular- y que debe ser considerada como ‘el primer gran conflicto agrario organizado por los socialistas y la primera acción reivindicativa de masas planteada a escala nacional durante la República’.
Llegado el momento de la insurrección, que lo que se había estado preparando para realizar en todo el territorio español, no todos los territorios habían preparado el movimiento insurreccional del mismo modo, algo que a parte de mostrar una realidad que difería mucho de lo proyectado, provocó que lo que tuvo lugar en octubre de 1934 fueron como mínimo cuatro hechos diferentes.
En Asturias, sobre todo en las cuencas mineras de los ríos Caudal y Nalón (concejos de Mieres, Langreo…), el nivel de organización de la clase trabajadora, elevó el movimiento insurreccional a la condición de revolución social, llegando a ser proclamada la ‘comuna asturiana’ entre el 4 y el 18 de octubre, cuando fue violentamente reprimida por las tropas gubernamentales, lo que hace de la revolución asturiana la última revolución obrera de Europa.
En Madrid, el lugar supuestamente mejor organizado, la insurrección fracasó debido a los errores, escaramuzas, defecciones y derrotas que tuvieron lugar en la decisiva noche del 4 al 5 de octubre, lo que redujo el movimiento revolucionario en Madrid a un paro absoluto en la ciudad de Madrid el día 5 que se fue desconvocando -entre otras razones porque la derecha supo movilizar a sus bases para emplear a esquiroles que reventasen la huelga-, hasta que el día 13, aunque los últimos días tuvo menor intensidad, se desconvocó.
En Cataluña, por su parte, se asistió a tres procesos paralelos, que se correspondían con dinámicas políticas y sociales muy distintas; en este sentido, en el octubre catalán se produjo una ‘revolución multifacética’ en la que convivieron una lucha por la proclamación de un Estat Catalá ‘confederable’, de una República catalana que guardase las esencias de la República española a la deriva… y una revolución de carácter social.
En el resto de España lo que se vivó fue una huelga general política dirigida a forzar un cambio de gobierno, aunque a su vez tuvo un impacto desigual, ya que no tuvo la misma intensidad en Tenerife o en Soria (por citar dos ejemplos donde la huelga tuvo una escasa repercusión) que en Bilbao o en Eibar (por citar dos ejemplos de lo contrario).
Esos fueron los hechos y así nos los presenta el historiador Eduardo González Calleja en su libro, en el que también analiza los aprendizajes que la derecha -sobre todo los cedistas, la Falange joseantoniana y los monárquicos-, obtiene de estos acontecimientos. Ahora bien, dejando a parte el interés que el tema pueda tener como objeto de análisis historiográfico, lo cierto es que los hechos que tuvieron lugar ese año siguen estando de actualidad. Ahí está la intervención de Ramón Tamames -a la sazón candidato del ultraderechista VOX, no el diputado comunista-, durante la moción de censura al Gobierno de Pedro Sánchez el 21 de marzo de 2023, en la que dijo, literalmente y entre aplausos de la bancada derechista, lo siguiente: “La principal, la revolución de octubre de 1934, con más de mil muertos por la represión en gran medida o casi totalmente, por decirlo así, pero, como dice Raymond Carr, el hispanista, en realidad, 1934 fue el comienzo de la Guerra Civil”. Así pues, 90 años después, aquellos sucesos siguen estando de actualidad…, en la medida en que son objeto de manipulación histórica, cuya expresión más exquisita es la que realizó Ramón Tamames en sede parlamentaria.
Precisamente para acabar con las mentiras impuestas por la historiografía franquista y que sigue siendo fuente de inspiración para la derecha, Eduardo González Calleja sostiene, como principal conclusión del libro a efectos de desmitificación del pasado, que ‘tras la conmoción revolucionaria de octubre y la amenaza golpista de noviembre, el régimen republicano recuperó en 1935 una precaria normalidad que permitió el mantenimiento de la actividad institucional (incluida la parlamentaria) sin grandes sobresaltos hasta comienzos de 1936’; en este sentido, si en el año largo que media entre octubre de 1934 y julio de 1936, a pesar de la fractura cada vez mayor entre la derecha y la izquierda y de la asimilización de la violencia por las diferentes organizaciones políticas, el hecho de que las instituciones funcionasen con normalidad, al actividad parlamentaria no se viese interrumpida, las organizaciones obreras siguiesen manteniendo abiertas sus sedes y la prensa obrera siguiese publicándose…, es una prueba irrefutable de que el sistema funcionó, por lo que no es correcto buscar en los acontecimientos de 1934 ‘los primeros disparos de la guerra civil’, como sostiene el ex-grapo Pío Moa -ahora reconvertido a historiador franquista- y toda la historiografía de derechas, hasta llegar a Alejandro Nieto y Ramón Tamames.
Hay muchas razones para leer este libro, en el cual el autor ofrece una lúcida interpretación de todo el proceso proceso (las alianzas y las divisiones, la esperanza y la decepción, la acción y la reacción…), pero quizás la más importante es que destroza los mitos y las manipulaciones de la derecha.
Fuente: https://mundoobrero.es/2025/08/17/la-ultima-revolucion-obrera-de-europa-occidental/
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