Además de trabajar en Interviú, desde hace 30 años, y colaborar en Público, el periodista de investigación Joan Cantarero dirige la Agencia de Investigación Periodística (AIP). Está especializado en bucear por los recovecos de tramas y organizaciones de ultraderecha, de la que surgieron los libros «Los amos de la prostitución en España» (sobre las conexiones […]
Además de trabajar en Interviú, desde hace 30 años, y colaborar en Público, el periodista de investigación Joan Cantarero dirige la Agencia de Investigación Periodística (AIP). Está especializado en bucear por los recovecos de tramas y organizaciones de ultraderecha, de la que surgieron los libros «Los amos de la prostitución en España» (sobre las conexiones empresariales del mundo de la prostitución con el mundo ultra) y «La huella de la bota. De los nazis del franquismo a la nueva ultraderecha». A pesar de haber indagado a fondo en las organizaciones neonazis (Frente Antisistema -Operación Pánzer-; Blood & Honour, Armagedón, Hammerskin), considera que una gran parte de los sujetos afines a la extrema derecha forman parte o son votantes del Partido Popular, en un porcentaje que fluctúa entre el 10 y el 15 por ciento de su masa electoral.
-La ultraderecha ha irrumpido con fuerza en las últimas elecciones europeas en toda la UE. Ciñéndonos al caso del Estado español, ¿constituye un tópico afirmar que la extrema derecha se encuentra dentro del Partido Popular?
Primero hemos de establecer algunas cuestiones previas. En España existe una derecha extrema, una ultra derecha o extrema derecha -autodenominados social patriotas- y los neonazis en sus distintos pelajes. En este sentido, en efecto, el Partido Popular tiene en su perfil genético indicadores de una derecha extrema, ultra católica y nostálgica del franquismo, aportados por sus orígenes fundacionales provenientes de Alianza Popular. Así tenemos que una gran parte de la ultraderecha opta por votar al PP antes que a las organizaciones que mejor los representa. Eso es una realidad. Los «ultras» suponen en torno al 9-12% del PP, a lo que habría que sumar un 6% de «nostálgicos». Ahora bien, en España hay organizaciones de ultraderecha tradicionales que están obteniendo (sumados) en torno a los 100.000 votos. Eso sin contar Cataluña, donde encontramos la singularidad de Plataforma por Cataluña, que ha llegado a alcanzar resultados de 75.000-80.000 votos. Ello sitúa a la extrema derecha en torno a los 200.000 votos en los momentos más «activos». Lo que ocurre es que en estas formaciones se da una distancia acusada entre las cúpulas adultas (entre 48 y 60 años) y la joven militancia (entre los 15 y algo más de la veintena). Es decir, hay un «salto» generacional. También encontramos una «guardia pretoriana» de algo más de 30 años, la más peligrosa y curtida en gimnasios.
-¿Dirías que el fascismo se cura con la edad?
Curarse no se cura, pero sus acólitos más afectos cambian de trinchera con el tiempo. Lo cierto es que llegada una determinada edad los compromisos familiares o laborales marcan un cambio de comportamiento, desvinculándose en la mayoría de casos de la actividad callejera, pero no del adoctrinamiento y la práctica política. Buscan liderar su propia organización ultra desde un despacho o bien buscan acomodo en organizaciones más conservadoras, fundamentalmente en el PP o grupos independientes para intentar acceder a pequeños ayuntamientos. Muchos concejales del Partido Popular en Galicia o Madrid tienen un pasado en Fuerza Nueva o Falange, a fin de cuentas el PP es el resultado de una concentración de partidos que van desde la extrema derecha a centristas moderados. Un ejemplo de ultras que evolucionan -entendiendo evolución como cambio que no como mejora- es el abogado presidiario José María del Nido, ex presidente del Sevilla CF, que pasó de ejercer de matón en Fuerza Nueva -siendo su padre un íntimo de Blas Piñar- a medrar como letrado en el mundo corrupto municipal andaluz, gracias a las amistades de viejos camisas azules que ahora son concejales del PP.
-¿Es cierta la fragmentación que habitualmente se menciona en la ultra derecha española?
Hay una división en la ultraderecha, pero que no es ideológica. Se trata más bien de una fragmentación «caudillista», porque todos quieren ser el «macho alfa» del grupo al que representan. Por eso «La España en marcha» (coalición de partidos de ultraderecha) es en sí misma un problema para ellos. Como todos quieren ser los líderes del grupo, acaban enfrentándose e incluso separándose. Tal fue el caso de Canduela, líder de Democracia Nacional que abandonó la alianza ultra. Cuando llega el momento de elegir un cabeza de lista electoral común, chocan irremediablemente, y en su búsqueda de consenso eligen siempre a alguien de muy bajo perfil para que no haga sombra a los líderes. Por eso la ultraderecha organizada en este país, mientras tenga a muchos salva patrias luchando por el liderazgo, jamás logrará afortunadamente buenos resultados electorales.
-¿A qué organizaciones consideras particularmente fuertes y peligrosas?
Entre las organizaciones peligrosas y con capacidad de arrastrar gente para nada bueno, en su mayoría lumpen, donde la violencia resulta movilizadora destacaría a Alianza Nacional, los autodenominados «nacional revolucionarios», aunque no son ni más ni menos que nazis del silo XXI. Odian el sistema democrático, odian al inmigrante, odian al rival político y seguramente también se odiarán entre ellos y no niegan su intención de destruir la democracia, como reconoce su líder el abogado y ex presidiario Pedro Pablo Peña. También está Democracia Nacional, con buenas relaciones internacionales con lo peorcito de Europa y la Falange de Andrino, un líder que ha conseguido algo de fuerza en la calle tras el asalto a la sede Blanquerna de la Generaltat de Catalunya en Madrid. Además, hay un sector falangista amplio que suele tener bastantes votos, pero que sobre todo es nostálgico del franquismo. Destacaría asimismo al Movimiento Social Republicano (MSR), neonazi, con una gran actividad editorial recuperando libros y manuales de adoctrinamiento antisemita en particular y racista en general, aunque con enormes contradicciones ante los conflictos europeos, como el existente entre Ucrania y Rusia, ya que se han llevado bien con los ultras ucranianos y con sus homólogos rusos, ahora enfrentados entre ellos.
-¿Cuáles son los principales referentes europeos de estos grupos?
Depende, porque hoy las alianzas son más complejas. Antes nos limitábamos a los conceptos derecha/izquierda, pero ahora tenemos otros elementos sociales e ideológicos que entran en juego en Europa, como el «populismo» y el patriotismo, que yo defino como «patrioterismo», el racismo, la xenofobia, el odio en resumen. Casi hay que ver la realidad política no en una perspectiva bidimensional, sino me atrevería a decir tridimensional, para poder ubicar correctamente todos los elementos.
La ultraderecha en Europa ha desarrollado, en gran medida, un populismo basado en el auto complejo, en poner en valor la nostalgia y utilizarla como eje movilizador de la ciudadanía menos instruida y más desamparada. Eso funciona muy bien por ejemplo en Hungría. El crecimiento del Jobbik, organización neonazi antisemita y anti gitana que es la tercera fuerza política del país, se basa en la explotación social de la situación de gran dificultad económica del país. El mensaje movilizador de Jobbik es «recuperar el viejo Imperio austro-húngaro», dinamitado en el Tratado de Trianon de 1920 tras la derrota en la I Guerra Mundial, que precisamente este año cumple un siglo de su estallido. Pues ese discurso funciona tanto que en Hungría es fácil ver a los sujetos con uniforme paramilitar de la Magyar Garda -Guardia Húngara- desfilando armados impunemente, aun cuando ya tienen varios crímenes a sus espaldas contra la población gitana. En España la mayoría de las organizaciones de ultraderecha españolas también aspiran a mantener la unidad de la patria, utilizando para ello referentes movilizadores como Gibraltar o luchando contra el proyecto soberanista de Cataluña. Y así en cada rincón de Europa.
-¿Y en cuanto al modelo francés de Le Pen?
Le Pen y el FN han advertido en Francia que el discurso radical no «vende», no es un negocio para las aspiraciones políticas serias. Por eso se hacen pasar por «demócratas patriotas» con un mensaje populista al que únicamente se acerca en nuestro país Plataforma por Cataluña. Pero en general hay una gran división. El Movimiento Social Republicano (MSR) está dividido -como decía antes- entre los rusos y los ucranianos en su respectivo afán por recuperar sus imperios, pero también con el Jobbik y su aspiración de reconstruir el Imperio Austro-Húngaro que apoya a Rusia, convirtiéndose coyunturalmente en aliados de los antifascistas, porque recuperar Crimea por Rusia equivaldría por ejemplo a recuperar la región de los Cárpatos ahora en manos de Rumanía; sin embargo, no apoyan a los nazis ucranianos de Svoboda, que si les dieron apoyo a ellos en sus fiestas nacionales como la Magyar Sziget, festival de encuentro neonazi que se organiza cada año a orillas del Danubio a su paso por Budapest. En cambio, Alianza Nacional apoya a los nazis ucranianos de Svoboda, que luchan contra Rusia; Democracia Nacional, sin embargo, no se pronuncia porque tiene amistades en los dos bandos. Es una cuestión compleja. El hecho de que Le Pen no cuente con grupo propio en el Parlamento europeo se debe al tradicional antisemitismo de su padre, lo que le separaba de los ultras belgas y holandeses. En cuanto a Amanecer Dorado, es una banda de «hooligans» que le cae muy bien a la gente de España 2000, igual que los fascistas de Ucrania.
-¿Consideras que los fondos ultras de los estadios devienen un foco de nazismo?
En efecto, los ultras de los campos de futbol son el vivero de nuevas generaciones de neonazis. Todo empieza allí. En Interviú hemos publicado un reportaje sobre cómo el FBI sigue la pista a los «Ultras-Tala», los ultras del Talavera (en Talavera de la Reina, provincia de Toledo). Son un grupo de nazis, «tarados» de pueblo, que han ido creciendo tanto ejerciendo la violencia, que han llegado a invitar a miembros del movimiento nazi y del supremacismo norteamericano -el Ku Klux Klan- a conocer su pueblo. Al enterarse, el FBI y el Departamento de Estado y de Justicia han solicitado información al juzgado que los investiga para que amplíe datos por las vinculaciones con grupos terroristas. Es decir, el fútbol es la guardería de los nazis del futuro, donde se juntan, se produce el gregarismo que, o fluye hacia comportamientos radicales de izquierda (como el caso de los Bukaneros) o, en la mayoría de los casos, hacia organizaciones nazis como Ultra Sur, Yomus y Brigadas Blanquiazules.
-Por otra parte, has investigado a la organización nazi Frente Antisistema (FAS), de la que se juzgaba la semana pasada a 18 miembros en la Audiencia Provincial de Valencia. ¿Cómo empieza a funcionar el FAS?
Es una construcción «nueva» a partir de los viejos grupos radicales que tuvieron su cenit a finales de los 80 y principios de los 90 del siglo XX. Me refiero a la famosa Acción Radical, donde estaba Canduela y otros que actualmente se encuentran en Democracia Nacional; también pertenecía la gente del empresario José Luis Roberto, es decir, algunos vigilantes de la Levantina de Seguridad. En los años 2002-2003 resurge esta organización, de hecho, en esa época yo empezaba a investigar los vínculos entre el negocio de la prostitución y la ultraderecha. Ya en 2004, gracias a algunos «topos» que nos informaban desde dentro, conocimos la actividad del Frente Antisistema (FAS). Lo más inquietante de esta organización es que empezaba a contar con armas y, más aún, cuando se descubre que entre sus dirigentes hay militares, empresarios y personajes «lumpen» que actúan idiotizados por una cúpula iluminada, que visita lugares esotéricos asociados al nazismo, la cultura celta o incluso que incluso aseguran que existe un mensaje oculto en las novelas de Harry Potter. Se trata de una «pandilla» peligrosa por chiflada.
-¿Cómo fue desarrollándose el Frente Antisistema?
La organización fue creciendo. Contaba con armamento de todo tipo y también capacidad para recuperar -mediante una técnica compleja: la «soldadura en frío»- armas inutilizadas por la guardia civil, lo que pone de manifiesto la peligrosidad del grupo y su capacidad de acción. Incluso dos misiles que podían ser utilizados para una bazuca. Tenían armas a su alcance por los vínculos (y los de sus familiares) con el ejército.
-Con carácter previo al juicio, has informado de la destrucción de armas de guerra, que tenían validez como prueba, por parte de la guardia civil.
Si el 18 de febrero de 2013 publicamos en Interviú un reportaje en el que poníamos nombre y rostro a todos los personajes de la banda FAS. El reportaje tuvo un recorrido mayor de lo que se esperaba, y debió poner nervioso a alguien. Así los días 14 y 28 de marzo de ese año -20 días después del reportaje-, y de una manera reiterada e incomprensible, nunca vista en ninguna fiscalía de las que hemos consultado, la guardia civil pidió al Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad Valenciana la destrucción de esas armas. Las dos primeras peticiones no fueron atendidas, pero la tercera (30 de octubre) sí. Al día siguiente, la presidenta del TSJ autorizó la destrucción de las armas que la guardia civil había dicho correspondían a 2006, y entre ellas las de la «Operación Pánzer», confiando en que la Guardia Civil no iba a ordenar destruir pruebas judiciales aun necesarias. Pero no fue así, y quien debía comprobarlo no lo hizo.
-¿A qué te refieres cuando mencionas «conexiones empresariales y militares»?
Primero, en el FAS tenemos a dos militares: José Antonio Andrés Orts, destinado primeramente a Caballería y después a Inteligencia Militar; es el propietario de la sede del Hogar Social creado en Valencia por España 2000, convertido actualmente en una ONG que da de comer sólo a nacionales. En su día, ese mismo chalé era la sede de la Asociación Nacional de Empresarios de Locales de Alterne y depósito de extintores de Levantina de Seguridad. Ahora, el Ayuntamiento de Valencia va a indemnizar con una cantidad que ronda los 3 millones de euros por derribar el chalé, para ampliar una calle. Sin duda una cantidad desorbitada. El segundo militar, Pedro David Montiel Garcia, apodado «cráneo», estaba destinado en el cuartel de Marines cuando fue detenido. Curiosamente Montiel ya fue detenido, juzgado y absuelto en el caso Armagedón, en 2005. Como a los demás del grupo, se le acusa de asociación ilícita y delitos de odio. Hay otro imputado que es hijo de un general. Entre los procesados también se encuentra Alejandro Serrador, concejal de España 2000 en el Ayuntamiento de Silla, y otros que han pasado por Levantina de Seguridad. También hay personas vinculadas a la iglesia de la Cienciología, Nueva Acrópolis o condenados por coacciones a un sacerdote. La policía judicial guardia civil, que hizo en un trabajo magnífico consiguió desarticular a «Hammerskin», «Blood & Honour» y después llevó a término la «Operación Pánzer», descubrió que el proveedor de armas del segundo de estos grupos era el FAS, que vendía los puños americanos y los bolígrafos-pistola a otros grupos nazis. Otro personaje clave es Pedro Cuevas, alias «El Ventosa», asesino de Guillem Agulló en 1993, a quien apuñaló en el corazón y lo mató. Fue condenado a 14 años, pero a los tres ya estaba en libertad. A esto hay que añadir que está huido uno de los jefes, Juan Manuel Soria Monfort, al que se le sitúa en Marruecos, y Facundo Esteban Fernandez, que está en Argentina. Nadie ha ido a buscarlos. En fin, confiemos en la justicia.
-Por último, en alguna entrevista has subrayado la existencia de filtraciones y que llegó a adelantarse la operación de la guardia civil por temor a la destrucción de pruebas.
Hubo numerosas filtraciones. Se detectaron conversaciones telefónicas, por ejemplo, entre José Andrés Orts y Santiago Bojados, líder de España 2000 en Castellón y concejal en el Ayuntamiento de Onda, en la que cuentan que tienen a gente dentro de la guardia civil, de la policía y de la Delegación del Gobierno. En esas comunicaciones se les advierte que hay órdenes desde Madrid (en referencia al gobierno de Zapatero, en 2004) de acabar con los neonazis en Valencia, al igual que antes habían caído en Barcelona (Hammerskin), y Madrid con ramificaciones en Zaragoza (Blood & Honour). Ese aviso les sirvió para vaciar de armas la sede que tenían en Valencia, el «Thule», antes de que actuara la guardia civil, y para que la Guardia Civil decidiera proceder a las detenciones de la banda antes de concluir y estructurar todo su entramado.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.