Un grupo de profesionales de las Fuerzas Armadas (FAS), preocupados por la deriva de la situación política y social en España en el contexto de la crisis global actual y estimulados por la creciente ola de protestas sociales, hemos decidido participar en el debate público.
Madrid, 23 de enero 2014. Anemoi
En estos tiempos convulsos, en donde los viejos miembros de la Unión Militar Democrática (UMD) estamos seriamente amenazados de extinción -no solo por el coronavirus, sino también porque el tiempo cumple su función- creo mi deber hacer públicos algunos modestos recuerdos, esperando que lleguen a ser de utilidad para los más jóvenes.
La UMD, una vez disuelta y extinguida su función, siguió siendo nuestra referencia histórica, pese a que sus contornos quedaron desdibujados por la niebla que siempre acompaña a cualquier hecho militar, relativamente alejado en el tiempo.
El pasado
Me uní a la UMD convencido de que se trataba de una organización de militares republicana, que pretendía recuperar la legalidad democrática, destruida por el fallido golpe militar del 18 de julio de 1936, la guerra de ocupación y la consiguiente dictadura monárquico-franquista. Lo hice a sabiendas de que podía ser descubierto, detenido y procesado, como de hecho lo fueron los compañeros más castigados por la dictadura, después olvidados por el actual régimen borbónico, resultado de una reforma suigéneris del franquismo, llamada Transición.
Por otra parte, mi paso por la universidad de París -en los años 1968,1969 y 1970- como joven becario del gobierno francés, desvinculado transitoriamente del servicio activo en la Armada, me había aportado un cierto bagaje cultural, suficiente para saber que la UMD estaría infiltrada por agentes al servicio de la monarquía. Por ello siempre me quedó la duda de si aquella organización de militares de la que formé parte estuvo, o no, manipulada por Juan Carlos Borbón, con el fin de blanquear la Transición y con ella a la Familia Real; Incluidos sus potenciales herederos o herederas, clave de la continuidad de un régimen que basó su legalidad en el golpe militar fascista de 1936 y en la impunidad del genocidio que perpetró.
Muchos miembros de la UMD y sus familias atravesaron serias dificultades, especialmente los detenidos, procesados, condenados a numerosos años de cárcel, expulsados y excluidos de la llamada Ley de Amnistía por el poder de la monarquía, en realidad una ley de impunidad de los crímenes del franquismo.
Sin embargo, la actitud que predomina actualmente en una parte de mis antiguos compañeros, con la honrosa excepción de los republicanos, es su atronador silencio ante la deriva autoritaria del régimen borbónico y las presuntas corrupciones de la Casa Real, vergonzosamente impunes.
Pero retrocedamos algunos años, anteriores a junio de 1977.
Terminados mis estudios universitarios en París me reincorporé a la Armada en septiembre de 1970, siendo destinado como profesor a la Escuela de Transmisiones y Electricidad de la Armada (ETEA), en las inmediaciones de Vigo. La situación de conflictividad laboral en los astilleros vigueses era enorme y no había día en que no se produjesen manifestaciones, disueltas inmediatamente por la policía franquista con saña criminal.
En aquellos últimos meses de 1970 se produjo el famoso consejo de guerra de Burgos, en el que se juzgaba a miembros de ETA, una organización armada del movimiento vasco de liberación.
Los oficiales con familia nos alojábamos en casas militares, en mi caso en la localidad de Alcabre, en la orilla sur de la ría de Vigo. Recuerdo como una mañana, en el microbús de la Armada que nos trasladaba a nuestro trabajo, hice un comentario en voz alta, referente al consejo de guerra contra miembros de ETA, criticando que fuesen juzgados por militares, en vez de por jueces civiles. Esto desencadenó las iras del teniente de navío más antiguo, que fue acallado por la oportuna intervención de un teniente de navío más moderno, hoy capitán de navío retirado. Quizá aquella intervención solidaria de mi compañero me libró de verme ante un juez militar, aunque probablemente le costó, muchos años después, el ser rechazado para su ascenso a almirante, pese a su gran prestigio profesional.
A partir de aquel día me vi sometido a un acoso permanente por parte del capitán de navío director, que tuve que soportar algunas semanas, decidiendo finalmente pedir la excedencia voluntaria, marchándome de la Marina por una buena temporada.
De nuevo en servicio activo, ya en 1972, cayó en mi poder una nota de los servicios secretos de la Armada en la que informaba de que un grupo de capitanes del ejército tenía reuniones en Barcelona. Se trataba de Julio Busquets y algunos de sus amigos; compañero al que tuve el honor de recibir en mi domicilio, unas semanas antes del golpe del 23-F de 1981, en donde analizamos algunos datos relacionados con los movimientos golpistas, citándome a una reunión que tuvo lugar unos días después.
Disuelta la UMD en junio de 1977, en el periodo convulso de la Transición, tuve ocasión de conocer al coronel Luis Otero, fundador de la UMD en Madrid, del que guardo un imborrable recuerdo por su activismo antifascista, junto a otros fundadores, como el comandante Julio Busquets en Catalunya y el coronel Xosé Fortes en Galicia, además de otros destacados miembros, como el teniente coronel Fernando Reinlein, atrincherado en Diario 16, dándonos valerosamente cobertura a los que nos atrevimos a escribir, hoy presidente del Foro Milicia y Democracia (FMD), y tiempo después al teniente coronel José Ignacio Domínguez, que siendo capitán, piloto de reactores, fue portavoz de la UMD en el exilio, hoy vicepresidente del FMD.
Hago también mención del capitán de fragata Antonio Maira, cofundador esencial del colectivo Anemoi, con el que he compartido y comparto muchos puntos de vista sobre la Transición y la historia de la UMD, aún inconclusa, pese a que existan numerosas y excelentes publicaciones, incluida una tesis doctoral, que, como en un caleidoscopio, son reflejos multicolores de aquella etapa heroica en la que nos lo jugábamos todo.
Honrosa historia la de la Unión Militar Democrática (UMD), cuya épica tampoco conviene exagerar, a pesar de las duras penas que recayeron sobre los compañeros procesados, pues la heroicidad y el precio en vidas y exilio que pagó la Unión Militar Republicana Antifascista (UMRA), tan solo unas décadas antes, no tiene parangón.
Transcurridas varias décadas, de aquella semilla de libertad que fueron la UMRA y la UMD, nacieron nuevos brotes.
El presente
Hace ahora siete años que un pequeño grupo de oficiales, tres retirados y uno en la reserva, nos reunimos en Madrid para analizar el creciente activismo fascista de los generales monárquicos que, obviamente, representaban y siguen representando una seria amenaza para el futuro de los movimientos republicanos emergentes, especialmente el catalán.
En la reunión decidimos constituir un colectivo de opinión democrática, es decir republicana y antifascista, que contribuyese al debate público.
Once meses después el Colectivo Anemoi hacía su presentación en el Club de Amigos de la Unesco de Madrid (CAUM). Nuestro manifiesto Las fuerzas armadas con el pueblo, fue un aldabonazo en las conciencias de muchos compañeros. Quizá, porque aportaba el dramatismo de algo que moría cuando aún no había nacido lo nuevo. La redacción final de aquel manifiesto corrió a cargo del capitán de navío Manuel Pardo de Donlebún, que fe aprobado por unanimidad. Hoy en día ANEMOI se ha desarrollado y, pese a su minúsculas dimensiones en términos cuantitativos, reúne a militares demócratas, es decir republicanos y antifascistas, de todas las escalas y ejércitos.
Al margen de las asociaciones militares profesionales que, como AUME, tienen una función estrictamente profesional, sin mayor recorrido por ahora, la única existente hasta aquella fecha era la muy ultraderechista y reaccionaria Asociación de Militares Españoles (AME), apoyada por los gobiernos del PP.
Sin embargo, lo nuevo, no tardó en emerger. Por aquellos días aparece publicado el libro Un paso al frente. Su autor, un joven oficial del ejército: Luis Gonzalo Segura. Publicación a la que siguió El libro negro del Ejército español, En la guarida de la bestia y su libro más reciente, un imprescindible análisis, partiendo de pruebas irrefutables, de la estrecha vinculación entre la extrema derecha y las Fuerzas Armadas: El Ejercito de Vox .
Nuestro compañero Luis Gonzalo Segura es hoy, por méritos propios, uno de los referentes intelectuales imprescindibles del colectivo Anemoi, además depresidente de la Asociación Civil Milicia y República (ACMYR).
Han transcurrido siete años en la vida activa del colectivo, siete años en los que el tiempo histórico se ha acelerado vertiginosamente: escándalos de la monarquía; procesamiento por presunta corrupción de la hija del rey Juan Carlos; condena y encarcelamiento de su yerno por corrupción; nace Podemos, impulsado por los movimientos sociales emergentes; abdica el rey Juan Carlos en su hijo Felipe, en un intento vano de ocultar la corrupción galopante de la Corona; el Parlamento de Catalunya proclama la República; brutal represión de más de dos millones de pacíficos votantes catalanes; conflicto del Reino de España con la Generalitat de Catalunya; intervención amenazante del rey Felipe VI; eclosiona el movimiento feminista; irrupción de la extrema derecha del PP, en forma de partido monárquico ultra franquista, trufado de generales, con numerosa representación parlamentaria; eclosiona el movimiento de pensionistas; llegada al gobierno de Unidas Podemos, en coalición con el PSOE; se inicia una esperanzadora mesa de dialogo entre el Gobierno de coalición y la Generalitat de Catalunya; pandemia del coronavirus; la escritora y periodista Enriqueta de la Cruz publica su libro Despertando a Lenin; colapso hospitalario; los trabajadores de la sanidad pública, héroes aclamados; el socialista Pedro Sánchez, presidente del Gobierno, decreta el estado de alarma; comienza la llegada de ayuda médica a Europa procedente de la Republica Popular China; sale a la luz pública un nuevo escándalo económico de los reyes de España.
El futuro
El futuro ya lo estáis escribiendo vosotras, las jóvenes y no tan jóvenes. Estamos en la misma trinchera. Mucho ánimo y fuerza, camaradas; siempre al servicio de la República, que seguirá siempre latiendo en nuestro pecho, aunque a algunos se nos hiele el corazón.
Manuel Ruiz Robles es capitán de navío