Se dice que las convicciones de un organismo, ya sea público o privado, se muestran en cómo distribuye su presupuesto: se invierte en lo que se cree que es fundamental y se deja a un lado lo accesorio. Las universidades europeas se han embarcado en una serie de reformas con una fecha objetivo de 2015 […]
Se dice que las convicciones de un organismo, ya sea público o privado, se muestran en cómo distribuye su presupuesto: se invierte en lo que se cree que es fundamental y se deja a un lado lo accesorio.
Las universidades europeas se han embarcado en una serie de reformas con una fecha objetivo de 2015 con el fin de mejorar su prestigio internacional y de paso su clasificación en los diversos rankings de calidad (por ejemplo, el de Shanghai). Para ello se requieren reformas internas organizativas y mejoras en la selección de capital humano, determinante a la hora de valorar la calidad de las universidades. En países con una situación de partida bastante mejor que la española, caso por ejemplo del sistema británico, las reformas se limitan a reorganizaciones internas en las que la tendencia es a centralizar servicios administrativos mediante la fusión de centros. En España, para que las universidades mejoren su prestigio y sobre todo su atractivo internacional, las reformas de organización además requieren una sustancial modificación de los sistemas de selección de personal académico, que prime el mérito académico y evite la endogamia injustificada.
Desde el primer programa de becas postdoctorales en el extranjero consecuencia de la introducción de Ley de la Ciencia de 1986 ya ha habido varias generaciones de investigadores y futuribles profesores universitarios que acreditan que una parte de su formación académica se realizó en el extranjero. Hace casi una década que el Ministerio de Educación y Ciencia de entonces estableciera a nivel nacional el programa de contratos postdoctorales Ramón y Cajal (RyC) con el objeto de recuperar para el país parte de la inversión en capital humano que supone el mantenimiento de programas de movilidad académica financiado por fondos públicos españoles, ya sea a través del Ministerio o a través de la comisión europea.
A lo largo de los años de funcionamiento, el programa Ramón y Cajal ha mejorado parcialmente en cuanto a las prestaciones de los contratos pero se ha convertido en enormemente competitivo en lo que respecta a las exigencias curriculares requeridas a los investigadores. Esto último es consecuencia de la mejora en la formación de los jóvenes investigadores y del beneficio evidente de las estancias en centros extranjeros punteros (los tradicionales malos resultados académicos españoles no son genéticos sino de falta de organización y de aprovechamiento de recursos humanos del sistema universitario). El sistema de acogida de estos emigrados a su regreso, sin embargo, se ha mantenido ajeno a estas mejoras. Particularmente en la Universidad. Ésta no aprecia el capital humano joven, bien formado y con experiencia internacional. Esto ocurre a pesar de que la universidad española está claramente envejecida y carece de la proyección internacional que requiere para su mantenimiento en un mundo globalizado.
La dejadez institucional que afecta al investigador proveniente del extranjero no es exclusivo de los contratados RyC, aunque lo que la universidad española haga con ellos es significativo y aplicable al resto del talento exterior que se quiera atraer puesto que reunen las condiciones de mérito para que en principio ésto no les debiera ocurrir: buen curriculum académico e internacionalización.
Están claras las labores predominantes de investigación de este colectivo, así como las tareas docentes «secundarias». Tan secundarias como lo puedan ser para un profesor funcionario con exención parcial docente, puesto que la dedicación en tiempo puede ser la misma.
La Universidad permite la realización de tareas docentes a los contratados RyC, sin embargo no reconoce la productividad asociada a la misma, pierden los derechos que se reconocen a los contratados permanentes tipo LOU (Ley Orgánica de Universidades) y sobre todo los reconocidos a los funcionarios. El agravio y discriminación es evidente y contrario a la tendencia en las universidades de prestigio. Cuando se legisla tampoco se valora la labor docente de los RyC, aunque ahora ya se considere a los contratados permanentes como «productivos». En el terreno investigador, ocurre algo parecido. La producción científica de un investigador contratado RyC no es evaluable si ésta la presenta el RyC, sí lo es si la presenta un funcionario o un contratado permanente, incluso siendo exactamente el mismo artículo o el mismo proyecto de investigación.
El agravio comparativo hacia los RyC es conocido por el personal administrativo y permitido (incluso propiciado) por las instituciones: la Universidad y el Gobierno. Por parte de los diversos responsables académicos los motivos que se aducen para la exclusión de los derechos de los RyC a pesar de su inclusión de los deberes son variados y variopintos. El Vicerrectorado de Profesorado, Departamentos y Centros en cartas enviadas con el membrete ad Futurum (hacia el futuro…) escribe que un contratado RyC no es profesor de plantilla de la Universidad y por tanto no puede disfrutar de los derechos de los mismos (aunque si disfrute de sus obligaciones). En términos similares se ha llegado a expresar el Consejo Social de la Universidad (por ejemplo el de Oviedo) que considera un contratado RyC como «personal no docente», quizás ignorando que los contratados RyC figuran en los planes docentes de diversos cursos oficiales de la universidad, en ocasiones como profesores responsables de asignaturas. Las normas son las normas, pero las normas tienen una razón de ser, una motivación moral. Éstas no parecen que tengan nada, ni siquiera sentido.
Parece deducirse de la actitud institucional hacia los contratados RyC que éstos no forman parte de pleno derecho de la comunidad universitaria, a pesar de contar con el perfil académico y la «internacionalización» fruto de las estancias de varios años en el extranjero que podría pensarse necesita nuestra Universidad. Se puede llegar a pensar que realmente no son bienvenidos en esta Universidad.
No deja de ser paradójico. Por un lado, la generación que ahora es mayoritaria en la universidad obtuvo el nombramiento como funcionarios a una edad menor que la que ahora tienen los contratados RyC y similares, en muchos casos sin haber abandonado la misma universidad en la que se formaron y con una formación peor (puesto que se dice que las generaciones posteriores están mejor preparadas). Por otro lado, para sacar adelante a la Universidad del ámbito regional de excelencia, ad futurum, haría falta contar con la generación que está preparada y que es internacional, pero no tanto con la que no es mayoritariamente internacional ni tiene intención de serlo. En el último ranking de calidad de universidades publicado, algunas caían en la clasificación hacia los últimos puestos. Este ranking, a diferencia de otros anteriores, sólo considera la productividad científica del personal funcionario.
Dejar las cosas como están es envejecer y regionalizar la Universidad innecesariamente, justo lo contrario de lo que cada comunidad y la proyección de la economía requieren.
Sergio Llana Fúnez, Doctor en Geología, investigador en ETH-Zurich, en la Universidad de Manchester y en la Universidad de Liverpool entre los años 2000 y 2009 y, actualmente, Contratado Ramón y Cajal en la Universidad de Oviedo
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