Hace unos meses muchos políticos de Euskal Herria apostaban por incorporar para sus recorridos por el Estado español un nuevo ancho de vía llamado «vía catalana». Este modelo de vía, más reconocido y ensalzado fuera de Catalunya que en las mismas estaciones catalanas, se le suponía un valor añadido para superar la vetusta vía estrecha […]
Hace unos meses muchos políticos de Euskal Herria apostaban por incorporar para sus recorridos por el Estado español un nuevo ancho de vía llamado «vía catalana». Este modelo de vía, más reconocido y ensalzado fuera de Catalunya que en las mismas estaciones catalanas, se le suponía un valor añadido para superar la vetusta vía estrecha española por la que sólo se puede transitar en una dirección y a velocidad reducida.
La vía catalana que fue loada por políticos amanuenses que deseaban que se pudiera exportar más allá del Ebro, curiosamente la identificaron para el bien de la democracia popular con un determinado estilo y aire político que flotaba en el Parlamento catalán y que pretendía recoger el mayoritario sentir de la ciudadanía de Catalunya. Por supuesto, la vía catalana no era el denostado Gobierno «catalanista y de izquierdas» formado por el tripartito de PSC-ERC-IC, ni posteriormente el llamado cuatripartito cuando CiU se coló en un ideal gobierno catalán por la puerta de atrás, sino que era un estilo histórico de hacer país que permitiría el 30 de setiembre aprobar un proyecto de Estatut que reflejaba el 90% de la po- blación catalana.
Lejos por tanto de aquella situación de extrema fragilidad democrática en que se redactó con las pistolas en los cogotes el Estatuto de 1979, era de esperar que en esta ocasión del siglo XXI, a pesar de las declaraciones militares ancladas en el franquismo, nadie cambiara el aspecto cultural de un pueblo por el fantasmagórico miedo militar al desgobierno. Por popular y por haber pasado 25 años con el estatuto de la transición, «la vía catalana» exigía defender, con la misma unidad que se había aprobado en el Parlamento catalán, el proyecto de Estatut en Madrid, pero las cartas estaban marcadas desde el principio de la partida porque el Estado español está acostumbrado a negociar con gente que no defiende lo que proclama y se pone muy nervioso con la coherencia de quien defiende sin trampas lo que habla. Así las cosas, en un auténtico juego de trileros políticos, en diciembre CiU se apuntó con el PSOE de Zapatero a la vía estrecha española para transitar por Catalunya, arrastrando a un ausente Maragall y a un obediente ecosocialismo.
Sin necesidad de hacer arqueología política, la pieza del presidente del Estado español, Rodríguez Zapatero, de que aprobaría el nuevo Estatut que el pueblo catalán redactase a través de sus representantes, se ha convertido en la mentira histórica más grande de la época de los estatutos, y además ERC ha descubierto en los pecios estatutarios «más limpio que una patena» y «nos lo hemos cepillado», el sello del PSOE y el marchamo del imperio español.
La cara de satisfacción y de gusto del socialismo españolista está despertando a centenares de miles de personas que de una forma espontánea casi improvisada se manifestaron el 18 de febrero en Barcelona después del pacto Más-Zapatero a favor del derecho a decidir. Este miedo a la espontaneidad de la vía catalana, que se puede ampliar el 18 de junio, es el responsable de la campaña socialista contra ERC y un sinfín de colectivos («el No será utilizado por el PP contra Catalunya») que es automáti- camente contestada con el «SI será utilizado por el PSOE contra Cataluña». La vía catalana que respeta el derecho a decidir de los ciudadanos y el marco para poder hablar de soberanía española y de soberanía catalana, va a ser cambiada por la vía estrecha española. Sin embargo, la vía catalana como la vasca, vía por donde transita la voluntad popular, debería convertirse en una pieza inamovible e inviolable.
Enfrascados en Catalunya en comparar el estatuto de dos siglos diferentes, al PSC y a CiU no les interesa investigar si esta herramienta responde a un modelo de Europa del siglo XXI o quiere por lo contrario perpetuar el marco político del siglo XX repitiendo los errores del siglo XIX.
La vía estrecha española del PSOE ha demostrado a los vascos varias cosas interesantes. Primero, un estatuto se puede aprobar parlamentariamente y presentar a refrendo sin que estén todos. Quienes piden que estén todos en Euskal Herria, es conveniente que levanten la vista por encima de la sierra de Urbasa. Segundo: aunque sólo participe un escaso 50% de la población, el resultado será valido. Y si el voto afirmativo ganara por la mitad más uno, también. –