En 1976, cuando publicó American Splendor, Harvey Pekar se convirtió en una generación de un solo hombre: con sus guiones autobiográficos fue el primer nombre de la historieta que quiso usar el medio como un escritor, usando el realismo en la puesta en escena de cada detalle, hasta el más mínimo, de los días de su vida.
¿Quién es Harvey Pekar? En 1976, esa pregunta ocupaba la penúltima viñeta de The Harvey Pekar Name Story, una historieta corta que fue escrita por el mismísimo Pekar y dibujada por su amigote Robert Crumb, otro que también devendría leyenda de la era moderna del comic. El Pekar ficcional daba cuenta en esa ¿historia? de la ansiedad y novedad que el Pekar real traería a las historietas: su búsqueda del realismo desde la autobiográfica puesta en escena del día a día (sean dudas existenciales, anécdotas o editoriales políticos). Hablando de otros Pekar que habían aparecido en la guía de teléfonos en su Cleveland natal se preguntaba: ¿Quiénes son estas personas? ¿De dónde vienen? ¿Qué hacen? ¿Qué hay en un nombre? Y es posible que toda su obra como guionista -compartida con un trabajo como archivista público del cual se retiró en el 2001- haya buscado las respuestas a esas preguntas.
¿Quién es Harvey Pekar? La pregunta hoy, cuando ya fue dibujada por cientos de artistas del medio (hasta el otro guionista «más famoso» del medio, Alan Moore), sigue siendo la misma que se hicieron muchos durante décadas. Pekar nació el 8 de octubre de 1939 en un barrio de Cleveland y murió ahí el lunes pasado a la madrugada, en la casa donde vivía con Joyce Brabner, su tercera esposa. Es más, «Desde las calles de Cleveland» era la leyenda que lo anunciaba en el autopublicado American Splendor, pieza fundamental del medio cuya importancia fue definida de esta manera por el artista canadiense Seth: «Los historietistas underground destruyeron la forma y el significado tradicional del comic book. Más tarde vinieron los historietistas ‘alternativos’, que quisieron hacer del comic un medio artístico legítimo. Pero entremedio de esas dos generaciones estuvo Harvey. Una generación de una persona. Probablemente, la primera persona que quiso usar la historieta seriamente como un escritor».
Los términos «escritor» y «seriamente» no están usados a la ligera. Pekar fue el único guionista entrevistado para ese documental que da cuenta de los grandes valores norteamericanos del lenguaje que es Comic Book Confidential. Tapado por discos de jazz, viejos comics y una gran urgencia por plasmar sus ansiedades sobre papel, Pekar diseñaba sus páginas con palotes en lugar de personas y globos llenos de su extremadamente sincero, iracundo, sentido, hosco, apasionado, asustado, único estilo. Siempre tenso y armado de su principal patología, una profunda depresión («Mi madre siempre decía ‘el nuevo Hitler puede estar a la vuelta de la esquina'»), Pekar buscó un realismo que el medio, entre superhéroes y subversiones al statu quo, desconocía. Treinta años antes del blog, Pekar no dejaba afuera ningún aspecto de su vida íntima: ni los cuentos de cuna a su hija adoptada ni los detalles de la vida de sus compañeros en el trabajo público, ni cuando se encontró acostado boca arriba deseando la muerte por causa de su primer cáncer. Ni romántico ni nihilista, daba de lleno en el nervio justo, en un núcleo de humanidad como casi ningún historietista lo había logrado hasta entonces. Diría el mismísimo Crumb: «Ilustrar las historias de Pekar no es fácil. Hay muy poca acción ‘de historieta’. La mayoría de las veces es gente parada hablando o Harvey hablándole al lector página tras página. Pekar ha probado de una vez por todas que hasta la más aparentemente aburrida y monótona de las vidas tiene la capacidad de conmover y de ser memorable».
Ya sea en The Pekar Project (su último proyecto, un webcomic semanal que seguirá funcionando), en The Best American Comics 2006 (donde fue el primer editor invitado) o en el de su cáncer Our Cancer Year, desde el primer American Splendor allá en 1976 hasta sus últimos trabajos (biografías en historietas de soldados de Vietnam o comics sobre los escritores beat), Pekar tradujo sin piedad -para consigo mismo- su dogma: «Entenderíamos mucho más de la historia del mundo si dejáramos de memorizar las secuencias de reyes e hiciéramos foco en cómo vivían los granjeros, los herreros y los comerciantes». La obra de Pekar llegó de diversas maneras al teatro y al cine. Sobre el escenario, el propio historietista fue interpretado, sugestivamente, por Dan Castellaneta, el actor que hace la voz de Homero Simpson desde hace más de veinte años. Por su parte, la película American Splendor (2003) fue quizá la prueba de que la vida serializada de Pekar sólo puede existir como tal sobre el papel, como otra suerte de -valga la redundancia- homérico y literato Homero Simpson, pero escrito por James Joyce.
«La vida ordinaria puede ser una cosa muy compleja», decía Pekar, quien con sus historietas no sólo aspiró al realismo sino que intentó crear un mundo nuevo, una historia (no sólo historieta) alternativa, hecha de sucesos que parecen comunes pero no lo son, cosas que no entran en las enciclopedias (como caerse y quebrarse, ser amarrete o un simple «Total todos nos morimos»). O quizás el miedo al Alzheimer con que murieron ambos de sus padres lo llevaba a no querer perder el registro de su capacidad de encontrar heroísmo en aquello que otras veces lo asfixiaba, de encapsular pequeñas y palpables epifanías cotidianas ahí donde los otros ven simplemente una vida ordinaria. O un arte ordinario.
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