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La violencia de los derechos humanos

Fuentes: Rebelión

I . Lugar común Decir «la violencia de los derechos humanos», es una contradictio in terminis, porque en el lenguaje dominante (léase burgués, liberal y católico) los derechos humanos (ddhh) se asocian con paz, solidaridad, dignidad, respeto a la vida, amor al prójimo, formación concientizadora, etc. y sus defensores se asemejan al Mahatma Gandhi. Inclusive […]

I . Lugar común

Decir «la violencia de los derechos humanos», es una contradictio in terminis, porque en el lenguaje dominante (léase burgués, liberal y católico) los derechos humanos (ddhh) se asocian con paz, solidaridad, dignidad, respeto a la vida, amor al prójimo, formación concientizadora, etc. y sus defensores se asemejan al Mahatma Gandhi. Inclusive se habla de una «pedagogía de la ternura» como ejercicio ideal de los derechos humanos en la escuela… ¿Un defensor de los derechos humanos ejerciendo violencia contra sus semejantes? ¡Por amor de Dios! ¡Imposible! ¡Qué horror! ¡Qué aberración! Frente a este lugar común asumimos la «razón de la sospecha», es decir, de la Teoría Crítica, (pero criticando a su vez la razón que critica) y entonces dudamos de ese lenguaje hipostasiado (que se ha hecho uno con la realidad que representa: un dogma) y diferenciamos lo que se dice/creemos (y se ha dicho/creído) de lo que se hace (y se ha hecho) en ese campo social e histórico denominado derechos humanos (ddhh): separamos el discurso (la palabra) de la realidad (la cosa) y apenas ahondamos en la realidad que se dice/creemos representa ese lenguaje descubrimos que no hay nada más falso. Que la historia -lo que se hace- es otra. Aún peor: que el lenguaje oculta la realidad y que, por lo tanto, el problema más grave en ddhh no es que «la brecha entre lo que se dice y lo que se hace es cada día más grande», sino que esa brecha es el fundamento y la razón de ser de dichos derechos y sin ella no podríamos hablar de ddhh. Esquizofrenia pura. En otras palabras: lo que se llama ddhh es la ideología (en la concepción desarrolada por Teun A. van Dijk en su libro «Ideología: una interpretación multidisciplinaria») (1), que funciona como pegamento suprasensible para cohesionar al sistema capitalista. O, en un símil más popular: la lucha por los ddhh es la rueda del Hámster del capitalismo: corres y corres dentro de ella y nunca llegas a ninguna parte porque no hay dónde llegar. Pero, pensemos otro sistema que no se sustente exclusivamente en la propiedad privada de los medios de producción, que no esté orientado por la lógica de acumulación individual realizada en el mercado y veremos como se para la rueda y se escapa el roedor. Nos curamos.

II . Todo tiene un comienzo…

La primera vez que el lenguaje ocultó la realidad fue en el siglo XVI, durante la conquista de América por los españoles y la iglesia católica. Entre 1492 y 1542, año en que Bartolomé de las Casas comenzó la redacción de su «Brevísima relación de la destrucción de las Indias», ya los españoles habían destruido las estructuras políticas de dos de los más grandes imperios de América: el azteca y el inca y una gran parte de la población había sido destruida por las armas y las enfermedades. Antes de culminar su diorama, Las Casas había logrado que en 1537 el Papa Pablo III emitiera una bula, Sublimis Deus, en la que ordenaba que los amerindios no fueran esclavizados y que se evangelizaran exclusivamente por medios pacíficos y en 1543 el emperador Carlos V decretó unas leyes nuevas que ponían en ejecución muchas de sus propuestas, como la culminación de nuevas encomiendas, «Sin embargo, tanto la bula como el decreto real se toparon con considerable resistencia de los encomenderos y de sus compinches y partidarios en España y en la iglesia [y] finalmente tanto la bula papal como las nuevas leyes fueron suspendidas» (2) El lenguaje de Las Casas era contradictorio con los intereses del poder, porque mostraba la cruel realidad de la conquista. Sostenía que los amerindios tenían derechos como los mismos españoles, por lo que fue silenciado y su discurso sustituido por otro acorde con dichos intereses: el de Juan Ginés de Sepúlveda, para quien los amerindios eran «bestias totalmente incapaces de aprender nada que no sean habilidades mecánicas, por lo que deben aceptar el yugo español como enmienda y castigo por sus crímenes en contra del derecho divino, especialmente la idolatría y los sacrificios humanos. Y los españoles estaban obligados por ley divina y natural, primero, a prevenir el daño y las grandes calamidades que los indios habían ocasionado a un sinnúmero de inocentes con los sacrificios y, segundo, a utilizar la violencia para evangelizar sin el peligro de que sean atacados por los gobernantes y sacerdotes paganos. De manera que el comienzo de la universalización de los ddhh, con la conquista de América, lleva la impronta de la violencia de los europeos sobre otros seres (in) humanos que por diferentes no tienen derechos… Y todos los poderosos dijeron AMÉN. En la conquista de Norteamérica el Sepúlveda inglés, esto es: más refinado, es John Locke, quien convierte los ddhh en la justificación del colonialismo y el aniquilamiento masivo de todos los otros seres que no concuerdan con el prototipo humano occidental, es decir: europeo, burgués, blanco, capaz de implantar y defender, por voluntad propia, el estado civil como confirmación racional de la ley natural que hace a cada individuo poseedor de unos derechos naturales como es ser un propietario, libre e igual a todos ante la ley. El problema de los indígenas de Norteamérica fue que no eran aptos para implantar -y muchos menos defender- el estado civil. Su naturaleza era radicalmente distinta: satánica, irreversible, réprobos, y, por ello, sin derechos, lo que los hacía enemigos acérrimos del progreso civilizatorio representado por el protestantismo anglosajón. No es cuento, nos lo dice Leopoldo Zea en el Prólogo del libro «La Evangelización Puritana en Norteamérica» (3): «El nomadismo, la falta de conciencia del sentido de propiedad, y otras costumbres más, que eran la negación de la concepción de la vida europea, mostraban, a todas luces, que si bien todos los hombres nacen iguales, no todos se mantienen en esta igualdad. Los peregrinos y colonizadores, formados en las doctrinas de Calvino, tendían a dividir a la humanidad en elegidos y réprobos. Ellos, los que escucharon el calling eran, obviamente, parte de los primeros. Pero ¿qué eran esos hombres que se resistían a abandonar, libre, conscientemente, su vida primitiva y que no hacían del trabajo sedentario una expresión de la voluntad divina? Se trataba de hombres que por largos siglos habían formado parte del alejado reino de Satán, creado allende los mares, y que ahora insistían en mantener sus viejos hábitos y costumbres, o que al menos, encontraban gran dificultad en formar parte de la comunidad cristiana» (4).

Cruz menos, Biblia más, o viceversa, la verdad es que católicos y protestantes creyeron en una naturaleza humana cerrada, portadora original de unos «derechos humanos» y de una «dignidad» que excluía a quienes no coincidían con ella y «En nombre de ‘derechos humanos’ naturales se hace entonces posible acosarlos, reducirlos, forzarlos a ser distintos o incluso exterminarlos» (5) . Este es el origen histórico de los sacrosantos derechos humanos… ¿Alguien habló de violencia?

III …y un final.

Cuatrocientos cuarenta y cuatro años después del comienzo del exterminio de los habitantes originarios de las tierras americanas en nombre de la dignidad humana, los poderosos volvieron a decir AMÉN cuando el 6 de agosto de 1945 se cumplió el sueño del recién fallecido presidente norteamericano F. D. Roosevelt de poseer un arma nuclear y el B-29, Enola Gay, autorizado por su sustituto, el senador Harry S. Truman, dejó caer sobre Hiroshima la bomba atómica que asesinó instantáneamente a más de 80.000 personas, bajo el pretexto rendir a Japón y acabar la guerra. Se cumplió la lógica racionalista de los ddhh: si quieres tener derechos, mata por ellos… por lo que tres días después lanzaron otra bomba sobre Nagasaki con más de 70.000 asesinados (6). El AMÉN se escuchó también en París, el 10 de diciembre de 1948, cuando la comisión presidida por la (ex)primera dama estadounidense Eleanora Roosevelt, terminó de redactar la Declaración Universal de los Derechos del Hombre (como se llamó hasta 1952) y fue aprobada unánimemente por todos sus aliados que eran mayoría en la recién creada ONU. AMÉN dijeron luego los poderosos cuando el ejército estadounidense invadió y destruyó a Vietnam para salvar la libertad y la democracia del comunismo rojo negador de los ddhh, a pesar de que Hô Chi Minh había redactado la nueva Declaración de Independencia de los vietnamitas comenzando con «Todos los hombres son creados iguales. Les ha sido otorgado por su creador…», etc., etc., copiando el modelo estadounidense, pero era un comunista, satánico, réprobo, irreversible. Los estadounidenses salieron derrotados militarmente, pero dejaron estéril la tierra, el agua y a mucha gente para impedir el despegue económico del país. Todavía retumba en los oídos de la humanidad el AMÉN gritado cuando la OTAN (es decir: USA bajo la presidencia del «demócrata» Bill Clinton) destruyó Kosovo y Serbia, para castigar a los kosovares y servios violadores de sus propios ddhh. Y AMÉN musitó el poder cuando… (Complete usted la frase, porque se me acaba el espacio. Le recomiendo el libro de Fernando Bossi, Estados Unidos y los Derechos Humanos, para que escoja el caso que más le arreche).

Y quien lee se preguntará ¿Quiénes son los poderosos que dicen AMÉN? Son las élites dominantes de los países centrales del sistema-mundo-capitalista que históricamente han controlado los grandes bancos, las grandes empresas multinacionales y los organismos multilaterales como la ONU, la OEA, la UE, etc., (cuyo pionero fue el prestamista que exigió las joyas de la Reina para financiar el primer viaje de Colón) y sostienen con su dinero a algunas iglesias y a algunas instituciones benéficas sin «fines de lucro», etc., que a su vez financian de buena fe a muchas de las ONG de derechos humanos que luchan, sobre todo en los países del Sur, también de buena fe, para que se realice, aquí en la tierra, el mito burgués de todos los derechos para todos.

Notas

1) Teun A. van Dijk en su libro «Ideología: una interpretación multidisciplinaria». Edit. Gedisa; 2006),

2) (I. Wallerstein, Universalismo Europeo. El discurso del poder. p. 17. Edit. FCE, 2007).

3) Juan A. Ortega y Medina,»La Evangelización Puritana en Norteamérica», Edit. FCE, 1976)

4) op. Cit. p.16

5) (Helio Gallardo. «Derechos humanos como movimiento social». p. 31. Edit. Desde abajo. Colombia, 2006)

6) Es poco comentado el bombardeo a Tokio perpetrado por la aviación estadounidense, en la madrugada del 10 de marzo de 1945, en el que perecieron casi 200 mil personas, en su mayoría civiles indefensos.