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Las brasas de las catástrofes

Fuentes: Diagonal

Un poco de lirismo salvaje para empezar el día, frente a la realidad aumentada un poco de realidad abierta en canal por el poema, encontrar en un vaso la aventura salobre de mareas que nunca tocan playa (DT), ser impalpable ahora como ciertas semillas que el viento mismo que las lleva no las siente (VH), […]

Un poco de lirismo salvaje para empezar el día, frente a la realidad aumentada un poco de realidad abierta en canal por el poema, encontrar en un vaso la aventura salobre de mareas que nunca tocan playa (DT), ser impalpable ahora como ciertas semillas que el viento mismo que las lleva no las siente (VH), quemar las naves, quemar la espera, el ritmo de las sílabas / grita lo que la lengua calla (AM). Y si lo hermoso no es más que el comienzo de lo terrible que todavía podemos soportar (RMR), un poco de lo terrible para empezar el día pues no está lejos el tiempo en que, como el lancero en la batalla, digamos: «No puedo más. He hecho lo que debía» y, como al lancero, nos digan:»Entonces aprende que eso no basta (…) Has hecho mucho, pero no has detenido al enemigo» (BB).

Un poco de Platón, un poco del poema de JMP cuando escribe: «Platón nos asegura que el tiempo es circular,/ que volverá a afirmarlo, que esto mismo/ ya lo ha repetido. (…) /San Agustín refuta esta doctrina/ (…) Yo quiero creerla./ Porque aunque sea precisa mi vejez,/ y otra vez/ los océanos hirviendo bajo un sol inminente, (…) con el asombro de la primera vez/ te besaré en los labios». Un poco de creer que la intensidad cuenta, que el estremecimiento, la ráfaga, el latido condensan lo que podríamos ser en lo que sí fuimos, aunque sólo sea un segundo. Un poco de cobijo en la benevolencia de JRF y decirte: «Siempre tenemos mucho mucho miedo/ pero andamos por las brasas/ de las catástrofes/ como si fueran/ los adoquines mojados de París», y salir a la calle como quien toma un tren, y tomar un tren como quien toma una ciudad y tomar una ciudad porque tenemos muñequeras de pinchos con que defendernos y un contrapoder que transfigura el mundo. Un poco de lirismo salvaje por la mañana, y un poco de justicia aumentada al anochecer cuando, en cada calle y en torno a las hogueras, decretemos que la producción estará al servicio del ser humano, y no el ser humano al servicio de la producción, se establezca un orden de prioridades en nada semejante al que hoy domina, sea evitado todo el sufrimiento evitable y la violencia necesaria encuentre en los caminos pautas de ardiente serenidad.