Durante el siglo XX las mujeres dieron grandes pasos, pagando caro cada logro, y avanzando en un proceso de liberación aún inacabado. Conquistaron su presencia en la política, en la vida pública, el deporte, la educación, la universidad, las fábricas… y también en el campo de batalla.
Durante la II Guerra Mundial las mujeres combatieron en los movimientos de resistencia de los países ocupados. En los ejércitos de Europa occidental y EEUU la participación femenina, aunque importante, no incluyó labores de combate. El único ejército regular donde combatieron fue el Ejército Rojo de la Unión Soviética. ¿A qué se debió esta excepción? Por una parte, a la ideología que inspiraba al Estado soviético. Y, por otra parte, a la pura necesidad de combatientes que impuso la invasión nazi de la URSS en 1941-45. En el Ejército Rojo hubo cocineras, fusileras, enfermeras, radio-operadoras, francotiradoras, tanquistas… y también pilotos de combate. Aquellas pilotos soviéticas tuvieron que enfrentarse a dos enemigos:
El machismo doméstico con sus prejuicios, por un lado, y la maquinaria bélica nazi, por otro, que dejó 27 millones de muertos soviéticos (la mitad de los fallecidos de toda la II Guerra Mundial). Así, escribieron páginas de gloria en la Historia de la Humanidad. Páginas casi desconocidas.
Noviembre de 1917
Comprender cómo y por qué cientos de jóvenes soviéticas se convirtieron en pilotos de guerra nos lleva necesariamente al año en que comenzó la primera revolución socialista triunfante de la Historia. Contra viento y marea, tras una terrible guerra civil y la intervención extranjera (1918-21), se creó la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas sobre las cenizas del Imperio zarista. Tras los diez días que estremecieron al mundo (en palabras de John Reed), siguieron tres décadas de convulsiones políticas y sociales. Si bien la teoría para la construcción de la sociedad comunista estaba establecida por Marx, su concreción práctica estaba por escribir. Fue Lenin quien dirigió la gigantesca labor que supuso pasar de las palabras a los hechos, en un país de países, donde las cifras siempre se calculaban en millones, para lo bueno y para lo malo. Millones de toneladas, millones de muertos, millones de esperanzas.
En los primeros años revolucionarios, todo fue objeto de debate, incluso la institución de la familia. Se discutió sobre su disolución o su continuidad. Aunque las y los bolcheviques eran en general partidarios de su desaparición y el establecimiento de la libertad sexual, fueron conscientes de que el Estado socialista era aún débil y que los servicios colectivos estaban por crear, por lo que la abolición de la familia tendría que esperar. Militantes como Alexandra Kolontai (primera mujer de la Historia al frente de un ministerio) impulsaron cambios sin precedentes en las leyes, la creación del departamento de mujeres (Zhenotdel), la cuestión sobre la igualdad de género se colocó en el centro de muy intensos debates («sin igualdad, no hay comunismo»), la campaña de 1927 en Samarkanda en la que miles de mujeres se quitaron los velos y les prendieron fuego en la plaza… Todo ello no estuvo exento de resistencias ni contradicciones. Solo en Uzbekistán más de 2.000 activistas fueron ejecutadas por los defensores de la sociedad tradicional.
Un paso delante, dos atrás
En los años 30 Stalin asumió la dirección de la URSS. Se produjo una segunda revolución, la colectivización, en un contexto de caída demográfica brutal debido a las guerras anteriores y las hambrunas. Únicamente en 1920, había 400.000 niñas y niños abandonados. La delincuencia de las bandas juveniles alcanzó dimensiones catastróficas. Y, al mismo tiempo, el objetivo de la industrialización a marchas forzadas necesitaba del aumento de la natalidad sin demora.
Las decisiones que se tomaron supusieron un retroceso en los avances anteriores. Se complicó el divorcio, se prohibió el aborto (se despenalizaría en 1955), se criminalizó la homosexualidad… También se aumentaron las ayudas a las familias, las guarderías… Se logró de este modo el aumento demográfico y la asombrosa expansión de la industria, así como la masiva incorporación de las mujeres al trabajo. Logros estratégicos que supusieron la gran diferencia entre la victoria o la derrota en la avalancha de fuego de la Gran Guerra Patria años después.
Marina Raskova
En 1927 se constituyó la Unión de Sociedades de Asistencia para la Defensa y Aviación, la Química y la Industria. Su objetivo era promocionar una serie de disciplinas técnicas y deportivas que, en un caso hipotético de guerra, podrían servir para proveer al Ejército Rojo de especialistas en un tiempo relativamente corto. Cualquiera puede convertirse en soldado, pero un piloto de combate no se improvisa. Así, quien quisiera podía practicar tiro deportivo, aprender paracaidismo, volar en planeador o pilotar un avión.
En 1929 una joven cuyo sueño de ser cantante de ópera se vio truncado por una enfermedad, se graduó en Química. Su nombre era Marina Raskova. Dos años después empezó a trabajar como diseñadora de planos en el Centro de Navegación Aérea de la Academia del Aire. Fue la primera mujer soviética en obtener el diploma de navegante aéreo profesional. No tardó en convertirse en instructora en el aeródromo de Zukovski. Alcanzó el grado de comandante.
La industrialización impulsó la expansión de la aviación soviética. Raskova dio rienda suelta a su enorme carisma y talento. En julio de 1938 su nombre se dio a conocer para el gran público, al establecer un récord internacional de vuelo a larga distancia (unos 6.000 km) junto a Polina Osipenko y Vera Lomanko. Apenas dos meses después, a bordo del Rodina (Patria), la piloto Valentina Grizoduvova, la copiloto Osipenko y la navegante Raskova recorrieron la distancia desde Moscú hasta Manchuria. Tuvieron serias dificultades técnicas, y Raskova no dudó en lanzarse en paracaídas sobre la taiga siberiana para que el avión llegara a su destino. Diez días después la encontraron. Las tres recibieron la medalla de Heroína de la Unión Soviética. Fueron las primeras en recibirla. Marina tenía 25 años. Su libro Notas de una navegante (1939) inspiró a cientos de chicas soviéticas, que se acercaron al aeródromo más cercano para vivir su pasión: Volar.
1941. Barbarroja
La Segunda Guerra Mundial ardía desde hacía dos años, pero fue en 1941 cuando entró en una fase de brutalidad sin límites. El 22 de junio el mayor ejército de la historia (tres millones de soldados) se lanzó en un frente de 3.000 kilómetros al asalto de la Unión Soviética. Era la Operación Barbarroja.
El avance alemán fue al principio imparable. El Ejército Rojo sufrió derrota tras derrota sin que el heroísmo que a menudo mostraron los soldados soviéticos pudiera remediarlo. Otras veces las rendiciones fueron en masa. Aquel verano fue catastrófico. Sin embargo, la URSS aguantó la envestida, contra todo pronóstico. El barro otoñal y el frío invernal ayudaron, pero no fue esa la clave. Miles de fábricas fueron desmontadas y trasladadas en tiempo récord más allá de los Urales, en una proeza logística sin precedentes. Las enormes reservas humanas y materiales del país de los Soviets no tardaron en ponerse en marcha. Los hombres fueron llamados a filas. Las mujeres se presentaron ellas mismas. Pero, incomprensiblemente, la mayoría fueron rechazadas.
Marina Raskova, conocida como era, empezó a recibir cientos de cartas de mujeres piloto que querían luchar contra el invasor fascista, pero que se estrellaban contra un muro de machismo que las mandaba a casa o, como mucho, las canalizaba a los servicios sanitarios del Ejército. Marina tomó entonces una decisión: como miembro del Partido Comunista y del NKVD (antecesor del KGB), se valió de su posición para entrevistarse personalmente con Stalin. El resultado fue la orden 0099 del Comisariado de Defensa del Pueblo del 8 de Octubre de 1941. En ella, se ordenaba la creación de tres regimientos de aviación; el 586º Regimiento de Caza, el 587º de Bombardeo diurno, y el 588º de Bombardeo Nocturno. Si bien los dos primeros eran mixtos (mujeres y hombres), este último estaba formado en su integridad (pilotos, navegantes, mecánicos) por mujeres.
El 588º Regimiento de Bombardeo Nocturno
El llamamiento a las mujeres poseedoras de especialidades útiles para la formación del regimiento aéreo se divulgó por toda la Unión Soviética y la respuesta fue espectacular, hasta tal punto que Raskova pudo permitirse el lujo de elegir a las mejores. Un regimiento se componía de unas 400 mujeres, organizadas en tres escuadrones de diez aviones cada uno. El perfil de las candidatas era de chicas de entre 17 y 25 años, todas voluntarias, estudiantes en su mayoría (mecánica, astronomía, pedagogía, matemáticas, medicina…), de familias trabajadoras, campesinas o de profesiones liberales…. La instrucción de las candidatas aceptadas empezó en la localidad de Engels, junto al Volga.
No fue un camino de rosas. Estricta disciplina, tuvieron que cortarse el pelo, arreglar los uniformes enormes, entrenarse constantemente… Muchas chicas salían de su entorno por primera vez. Por si fuera poco, ahí estaban los prejuicios machistas. Las llamaban «el regimiento de chiquillas». No las veían como combatientes. Aún no. Si bien el 586º Regimiento pilotaba los modernos cazas YAK-1 y el 587º regimiento el excelente bombardero PE-2, las chicas del 588º pilotaron un avión que no fue diseñado para la guerra.
De hecho, el U-2 (o PO-2) era una aeronave ligera biplaza, con cabina abierta y biplano, hecha en tela y madera (salvo el motor), y que en tiempos de paz era utilizado para enseñar a volar y fumigar campos agrícolas. Su velocidad no superaba los 177 km/hora y el ruido característico que emitía hizo que lo llamaran ‘la máquina de coser’, aunque era muy maniobrable y podía despegar o aterrizar en casi cualquier lugar. Era impensable que se enfrentara en combate aéreo a los veteranos pilotos de la Luftwaffe. No obstante, el Ejército Rojo supo sacarle provecho.
Nachthexen (Brujas de la Noche)
¿Cómo? Negando a los soldados alemanes el descanso. La Wehrmacht llegó a avanzar hasta 60 km diarios a comienzos de Barbarroja. Si bien el Ejército alemán estaba altamente mecanizado, su infantería se desplazaba a menudo a pie, con lo que el descanso nocturno era fundamental. Los humildes PO-2 bombardearon al enemigo cada noche con sus dos bombas de unos 300 kilos. Cada noche efectuaban entre 6-8 salidas o más. Despegaban, efectuaban su bombardeo, regresaban a la base, y vuelta a empezar.
Como sus objetivos solían estar protegidos por la artillería antiaérea, su táctica consistió en ganar altura, poner el motor al ralentí y planear silenciosamente hasta colocarse sobre su objetivo, lanzar las bombas y encender entonces el motor para salir de allí. Al hacerlo así, el avión emitía poco ruido, apenas un susurro surcando el viento. Esta táctica de hostigamiento la llevaron a cabo de manera sistemática y constante. Los soldados alemanes compararon ese susurro característico con el vuelo de las brujas sobre sus escobas: pronto las apodaron Nachthexen (Brujas de la noche). Al enterarse de esto, las pilotos del 588º, lejos de molestarse, se lo apropiaron.
Aquel improbable avión de guerra supo demostrar su valía, sacando partido de sus aparentes desventajas. Al ser capaz de volar mucho más despacio que los cazas enemigos y de maniobrar fácilmente, era difícil de localizar en la oscuridad. El enemigo fascista tampoco era estúpido y adaptó sus tácticas a su vez. El empleo de grandes focos se lo puso difícil a las ‘Brujas de la noche’, pero buscaron la contramedida atacando en tríos: Mientras dos hacían ruido deliberadamente y esquivaban los focos y el fuego antiaéreo, el tercer avión se acercaba con sigilo a su objetivo. En este macabro juego del gato fascista y las ratonas rojas, cada salida podía ser la última: las aviadoras no llevaban paracaídas, pues la baja altura a la que volaban lo hacía inútil, además de sumar peso al avión ya muy cargado con sus bombas.
No fueron estas sus únicas misiones: Realizaron labores de reconocimiento, ayuda a los grupos partisanos detrás de las líneas alemanas, lanzaron suministros a muy baja altura sobre unidades de primera línea que se encontraban cercadas… El respeto que les tenían los soldados a quienes ayudaron era infinito.
Mujeres ordinarias haciendo cosas extraordinarias
La hoja de servicios del 588º Regimiento es impresionante, no en vano fue la unidad del Ejército del Aire Soviético más condecorada. Al finalizar la guerra uno de sus escuadrones acumuló más de 23.600 vuelos de combate. Las ‘Brujas de la noche’ destruyeron 9 trenes, 2 estaciones, 41 almacenes, 12 sistemas de combustible, 11 aviones, 3 barcos, 76 camiones, 82 bunkers, 13 proyectores, 17 puntos de suministro… En 1943 recibieron la denominación de 46º Regimiento de la Guardia ‘Taman’, lo que suponía un reconocimiento honorífico colectivo.
Detrás de estas cifras se encontraban nombres propios, rostros, mujeres ordinarias que hicieron lo extraordinario cuando el fascismo acariciaba la victoria con la punta de sus garras. Nombres como la ucraniana judía Polina Helman, cuya escasa estatura le impedía ser piloto (sus pies no llegaban a los pedales) pero se convirtió en navegante, acumulando 860 misiones; la rusa Marina Smirnova, de origen campesino, trabajaba en una guardería. Su muy juvenil aspecto hacía difícilmente creíble la cantidad de condecoraciones que pendían de su uniforme, ganadas en 805 misiones.
La maestra Yevdokia Nosal, nacida en el oblast de Zaporiyia, que perdió a su hijo en un bombardeo al comienzo de la invasión. Murió con 25 años mientras pilotaba de regreso de una misión; su navegante, Irina Kashirina, tuvo que dominar el avión de un modo inverosímil, y logró regresar al aeródromo y salvar su vida, el aparato y el cuerpo de su compañera. Irina murió cuatro meses después en combate.
O la mecánica Sofía Ozerkova, que irónicamente a punto estuvo de ser fusilada por sospechosa; su crimen fue lograr escapar de los alemanes y regresar a sus líneas. Afortunadamente, sus mandos hicieron que se revisara su caso, y volvió a su puesto. Nadia Popova, que sería nombrada Ciudadana de Honor de la ciudad de Donestk en 1985. Natalia Meklin, que como tantas otras, se convirtió en miembro del Partido Comunista de la URSS en 1943… Sin olvidar a las pilotos del 586º Regimiento de Caza (en especial a Lily Litvak, que pintó un lirio blanco en su avión. Murió a los 21 años), las del 587º de Bombardeo Diurno (como Galina Brok-Beltsova o Maria Dolina) o la única mujer a los mandos de un Sturmovik en la 230ª División de Aviación de Ataque Terrestre, Anna Yegorova…
Techo de cristal
La participación en combate de mujeres piloto y mecánicas en el Ejército Rojo fue, sin lugar a dudas, fruto de la existencia del Estado socialista soviético. No obstante, podemos afirmar que la URSS, surgida de una revolución, no llegó hasta el final en la lucha por la liberación de la mujer. El patriarcado se debilitó, pero no desapareció. Terminada la guerra, algunas continuaron la carrera militar, pero ninguna llegó al generalato. Fueron invitadas a regresar a sus vidas civiles anteriores. Las mujeres consiguieron grandes avances, aunque existió un techo de cristal invisible en todos los ámbitos, y se produjeron retrocesos temporales en derechos como el aborto. Pero, con todas sus contradicciones, las millones de mujeres soviéticas experimentaron un impulso verdadero, en el que la revolución y la guerra, como terremoto social, tuvieron una enorme influencia.
Cada año un animado corrillo de entrañables abuelitas se formaba en la plaza del Teatro Bolshoi (Moscú). En sus solapas claramente se distinguían las condecoraciones que, orgullosamente, lucían. Eran las ‘Brujas de la noche’ supervivientes, que cada 2 de mayo y 8 de noviembre se reunían para recordar a las que cayeron en la guerra y, al mismo tiempo, celebrar también la vida. En 2006 se reunieron por última vez. Pero ahora, y para siempre, son leyenda.
Fuente: https://www.naiz.eus/es/info/especial/20231002/las-brujas-de-la-noche