Cuarenta y seis años después de la muerte de Franco, al que le sucedió la rancia casta borbónica, las predicciones de Orwell parecen haber tomado cuerpo.
Mi convicción de que una vida consciente es preferible a una vida alienada, me llevó, en mis años de alumno en la Escuela Naval de Marín (Pontevedra), a rechazar el fascismo y su grito necrófilo ¡viva la muerte! Encontré en la lectura el consuelo que la enseñanza militar franquista no aportaba a mis preocupaciones de joven alumno.
Uno de mis primeros destinos, a bordo de una fragata rápida, en el Arsenal de Ferrol, año 1966, como oficial de electricidad y defensa ABQ (guerra atómica, biológica y química), afianzó mis convicciones democráticas.
En la soledad de mi camarote -a bordo de unidades de la Armada en San Fernando, Ferrol y Cartagena- se acrecentó mi deseo de comprender. Mis lecturas y reflexiones sobre el concepto democracia (el poder del pueblo), se convertían de hecho en un acto subversivo, porque dicho concepto implicaba un sistema alternativo al régimen político occidental, del que la dictadura franquista formaba parte.
Resultaba evidente para mí, y también para algunos de mis compañeros, la necesidad de un sistema político que dotase al pueblo de un control efectivo sobre las decisiones políticas de sus representantes elegidos, y de la forma en la que estos lo fuesen, pudiendo ser revocados. La historia de la revolución francesa de 1789, con el derrocamiento de la monarquía borbónica, pero sobre todo algunas décadas después, con el estallido de la Comuna de París en 1871, y su espíritu de socialismo autogestionario, ensanchaban el estrecho horizonte ideológico en el que se desarrollaba nuestra anodina vida a bordo.
Cuarenta y seis años después de la muerte de Franco, al que le sucedió la rancia casta borbónica, las predicciones de Orwell parecen haber tomado cuerpo.
El deseado final de la dictadura franquista, a la que contribuí militando en la clandestina Unión Militar Democrática (UMD), no trajo el anhelado final del franquismo, sino la absurda y forzada disolución de la UMD, y el camuflaje de un sistema político, autoritario en la práctica, bajo formalismos falsamente democráticos, rubricado por el trauma colectivo que supuso el autogolpe del 23-F de 1981 y la entrada forzada en la OTAN en mayo de 1982.
La actual rusofobia, impulsada por la OTAN, alienta a las masas trabajadoras a luchar y morir nuevamente en los campos de batalla, recordando los apocalípticos años de las guerras mundiales, desencadenadas en el siglo pasado, que asolaron el continente. La xenofobia, el racismo y las ideas reaccionarias vuelven a hace crecer los nacionalismos, que son utilizados como fuerza de choque.
El cerco amenazante de la OTAN, cada vez más próximo a las fronteras de la Federación de Rusia; el golpe de estado de 2014 en Ucrania, alentado por EE.UU; la ilegal invasión de Ucrania, por parte del presidente Putin; el consiguiente horror y destrucción -aunque no mayor que el desencadenado por EE.UU. y la OTAN en otras zonas del planeta, bajo pretextos fútiles-; nos muestran a las claras la necesidad urgente de oponerse activamente a la guerra. Seguir alimentándola, con el envío de armas, acrecienta la escalada bélica y añaden más gasolina al fuego, que amenaza con propagarse al resto de Europa.
La intervención del presidente Zelensky en los parlamentos del Reino Unido, Alemania, Italia, Francia, España… seguida de ovaciones cerradas, con los parlamentarios puestos en pie… de guerra; la censura de RT, Sputnik y de otros canales de información alternativos; la compulsiva propaganda de guerra, impulsada por los medios pro OTAN; la transformación de noticias falsas en verdaderas; las palabras gruesas del presidente Biden; el acoso y amenazas de muerte a expertos independientes en geoestrategia, como es el caso del coronel del Ejército Pedro Baños; son indicios evidentes de que la Administración USA, y su brazo armado, la OTAN, pretenden provocar una gigantesca guerra civil en el continente, generando odio y enardeciendo a unos pueblos contra otros. Es decir, dividiendo a la clase trabajadora a ambos lados del frente de batalla.
Las capas populares están empezando a sufrir el impacto del conflicto bélico. Los gobiernos se aprestan a utilizar la guerra para justificar recortes sociales en pensiones, en sanidad, en enseñanza, en servicios públicos en la negociación colectiva, en el bloqueo de los salarios, e incluso en el recorte de libertades democráticas…
De no actuar de inmediato a escala internacional para parar la guerra, prohibiendo el envío de armamento y munición a la zona del conflicto, será el suicidio de Europa, incluido el riesgo de aniquilación nuclear, que crece de día en día.
El resultado de la reciente elección presidencial en Francia, en su primera vuelta, muestran que -incluso en una sociedad industrial avanzada, enajenada por los medios de desinformación masiva- no se puede engañar a todos todo el tiempo, sin consecuencias: el candidato del otrora influyente partido comunista, obtuvo el 2,3 % de los votos; la candidata del partido socialista, el 1,7 %. Es decir, la irrelevancia de la izquierda tradicional, aniquilada por el estrecho margen de maniobra que el sistema, de hecho, les otorga.
La segunda vuelta de la elección presidencial en Francia ha mostrado la crisis del sistema parlamentario francés. La alternativa mayoritaria en la izquierda transformadora, representada por Jean-Luc Mélenchon, no consiguió pasar a la segunda vuelta. El pueblo francés no tuvo más opción que elegir entre la derecha neoliberal de Macrón o la ultraderecha de Lepen.
Mientras tanto, el todopoderoso complejo militar-industrial USA, y su brazo armado la OTAN, a lomos del negro fantasma de la guerra, que vuela de nuevo sobre los campos de Europa, impone su hegemonía criminal a los gobiernos europeos; y éstos, bajo el yugo de intereses inconfesables, traicionan a sus pueblos, empujándolos hacia una enloquecida guerra total, que sería nuclear, en beneficio de una oligarquía financiera e industrial estadounidense, de la que son rehenes.
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Manuel Ruiz Robles es Capitán de Navío de la Armada, miembro de la UMD y del colectivo Anemoi.
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