Ante el actual intento de negociación del movimiento popular vasco con un gobierno del PSOE cuya principal diferencia con el PP es quien de los dos ocupa el poder, los movimientos sociales del resto del estado debemos apoyar a dicho movimiento en sus demandas de diálogo, paz y democracia. Pero, sobre todo, debemos organizar nuestros […]
Ante el actual intento de negociación del movimiento popular vasco con un gobierno del PSOE cuya principal diferencia con el PP es quien de los dos ocupa el poder, los movimientos sociales del resto del estado debemos apoyar a dicho movimiento en sus demandas de diálogo, paz y democracia. Pero, sobre todo, debemos organizar nuestros propios procesos de autodeterminación popular de las víctimas del mercado global, el estado neofranquista y el machismo
Para un proceso de reconciliación, la voluntad política, la memoria compartida y la disposición emocional de todas las víctimas son condición necesaria, pero no suficiente. Una vez presupuestas, las condiciones emocionales y sicológicas de la reconciliación no pueden avanzar solas al margen de las condiciones materiales.La fuerza restauradora del reconocimiento entre las víctimas y de la voluntad de paz de los contendientes, es vana sin la reparación de las violencias que originaron, tanto la confrontación inicial, como la posterior espiral de violencias mutuas. No hay diálogo de paz sostenible sin atender, simultáneamente, a las condiciones materiales e inmateriales que causaron y retroalimentan el conflicto.
En el momento actual, con la izquierda estatal disuelta por el PSOE, es poco probable un movimiento popular y democrático que limpie, de arriba abajo, el Estado heredado del franquismo. Pero, no es menos cierto que la destrucción total de la voluntad del pueblo vasco es muy difícil y a medio y largo plazo, imposible. Ni el estado franquista ni su heredero, el estado monárquico, han sido capaces de aplastar el movimiento popular vasco por la independencia del estado español y el socialismo. Simétricamente, tampoco dicho movimiento, ni su expresión armada, han sido capaces de provocar la crisis del estado neofranquista trasmutado en monarquía neoliberal, ni tampoco impedir que la autodeterminación del capital vasco y español, precaricen, privaticen, exploten y especulen con los derechos de los trabajadores y trabajadoras vascos.
Sin ascenso de la lucha de masas en el conjunto del Estado Español, la actividad militar de ETA se ha convertido en un sujeto político cuya relación con el desarrollo de otros sujetos políticos populares es contradictoria. Dicha actividad militar, a veces, ha degenerado en acciones donde las víctimas poco tenían que ver con «el enemigo» del pueblo vasco. La represión de la monarquía española y el colaboracionismo de la izquierda del régimen, han producido un círculo vicioso.
Por un lado, la optimización por parte del poder – con dicha izquierda como triste meritoria – de la lucha contra «el terrorismo» y, sobre todo, de la lucha contra el movimiento popular vasco cuyos objetivos políticos comparte ETA. Por otro, la represión de los derechos y libertades ejercitados desde cualquier proceso de autodeterminación, o simplemente, de autodefensa popular frente a los desmanes del mercado y del estado monárquico. Cuarenta años sin vencedores ni vencidos entre ETA y el Estado Español y de degradación de la izquierda, han sido un banco de pruebas para las estrategias del poder frente a cualquier movimiento popular constituyente.
La enfermedad política y moral que sufrimos sólo tiene cura a base de democracia, justicia y voluntad de paz. Pero dicha curación necesita la fuerza de los movimientos populares que, en defensa de sus reivindicaciones y autodeterminándose frente al capitalismo global y sus aparatos políticos y culturales, se reconozcan como equivalentes, se unan frente al enemigo principal – el PP y la monarquía proyanqui herederos directos de la legitimidad franquista – y generen su propio antídoto contra el enemigo interior: la izquierda capitalista y cómplice que inocula su corrupción clientelar en partidos, sindicatos, ONGs y movimientos sociales.
En la lucha por la justicia, la libertad y la paz, pueden darse las condiciones para curarnos del oportunismo irracional de unas mayorías silenciosas explotadas, hipotecadas y amenazadas, pero «felices» en su anestesia consumista. Estas mayorías son la base sociológica y electoral de los partidos parlamentarios y del «nacionalsindicalismo» mayoritario.
Sin el apoyo mutuo de diversos procesos de autodeterminación social, es difícil sobreponerse a la violencia del estado y del mercado. La tragedia se acentúa cuando un movimiento popular por la autodeterminación en un territorio del estado español se desarrolla aislado, gracias a la destrucción de los movimientos populares en el resto del estado por parte de la izquierda capitalista. Por eso, ante el actual intento de negociación del movimiento popular vasco con un gobierno del PSOE cuya principal diferencia con el PP es quien de los dos ocupa el poder, los movimientos sociales del resto del estado debemos apoyar a dicho movimiento en sus demandas de diálogo, paz y democracia. Pero, sobre todo, debemos organizar nuestros propios procesos de autodeterminación popular de las víctimas del mercado global, el estado neofranquista y el machismo. Mientras tanto, debemos cuidarnos de no combatir el terrorismo defensivo y minoritario detrás de las pancartas del terrorismo ofensivo y mayorista.