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Las cosas de palacio

Fuentes: www.javierortiz.net

Creen los de El Jueves que el secuestro judicial del último número de su revista ha venido provocado por la insistencia con la que un programa de televisión volvió una y otra vez sobre el dibujo en el príncipe Felipe y Letizia Ortiz resultaron caricaturizados en una actitud laboral un tanto equívoca. Seguro que tienen […]

Creen los de El Jueves que el secuestro judicial del último número de su revista ha venido provocado por la insistencia con la que un programa de televisión volvió una y otra vez sobre el dibujo en el príncipe Felipe y Letizia Ortiz resultaron caricaturizados en una actitud laboral un tanto equívoca. Seguro que tienen razón. Lo exhibido en una gran televisión generalista en prime time tiene un efecto social infinitamente mayor que un dibujo visto por un público adicto a la sátira y propicio a tomársela con espíritu burlesco.
No les tomo en serio, en cambio, cuando sostienen que el verdadero objetivo de su broma era la propuesta de Zapatero de subvencionar la natalidad. Si el asunto ha tenido la repercusión que ha alcanzado -han de saberlo: son listos-, es porque la caricatura de Guillermo planteaba, con su tanto de sal gruesa, un asunto que muchos ciudadanos consideran altamente problemático: el de la vida regalada que proporcionamos entre todos a unos señores y señoras cuyo único mérito es o bien haber nacido en una cama de alta alcurnia o bien haber conseguido meterse en ella con el paso de los años. El dibujo hace sangre con ese asunto de fondo, y lo hace prescindiendo del bochornoso mimo con el que la prensa española ha venido tratando desde la Transición a la Monarquía juancarlista y a todos sus integrantes, lo que se ha manifestado tanto en la exageración ditirámbica de sus presuntas virtudes como en el implícito pacto de silencio con el que se han encubierto sus abusos y sus pifias.
Si la cuestión fuera que en España la Justicia vela escrupulosamente por el honor de todo hijo de vecino, lo sea de La Zarzuela o de Entrevías, estaríamos ante un debate muy distinto. Pero éste en un país en los que los asuntos más íntimos de cualquiera son materia de mercadeo y debate en cualquier lugar público a cualquier otra. Hace años, una revista satírica publicó una caricatura de Francisco Álvarez Cascos entregado a un ataque de furor carnal con quien era a la sazón su pareja, y ningún juez se dio por enterado.
Lo nuevo no es el tipo de sátira, sino la personalidad del satirizado. Y lo nuevo es también que bastantes medios de amplia difusión hayan recogido muchas críticas a la decisión del juez Del Olmo, optado por boicotearla en la práctica reproduciendo la portada prohibida. ¿Asistimos tal vez al ocaso de un tabú absurdo y anacrónico? Así lo creen algunos.
Yo, de natural realista -o sea, pesimista- no puedo sino reparar en la naturalidad con la que casi todos los publicistas han asumido que el Rey haya recibido de una empresa privada y a modo de dádiva otro barco más, considerado el top de entre los de su clase. Una fruslería de más de un millón de euros. ¿No merece eso ningún comentario?
Se ve que todas las cosas de Palacio van despacio.