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Las duras trabas del acceso al libro en Chile: La verdadera censura del modelo

Fuentes: El desconcierto

En un mercado cultural donde imperan los criterios mercantiles, las editoriales independientes y los propios autores chilenos viven serias dificultades para llegar a manos de la población. Hoy, sin mayores políticas del Estado, nuestro país está muy lejos de garantizar un acceso igualitario y diverso del libro para todos y todas.

Tras la polémica suscitada entre Fernando Villegas y Librería Qué Leo de Ñuñoa, el debate se centró en la supuesta censura al panelista de Tolerancia Cero y la importancia de la libertad de expresión, sobre todo en el mundo literario. Sin embargo, hasta ahora, los análisis no han abarcado las condiciones reales en que se desarrolla la industria editorial chilena, especialmente en los sectores independientes, donde autores y editores enfrentan serias dificultades para conseguir que sus títulos lleguen a manos de una amplia población.

En entrevista con Galo Ghigliotto, director de Editorial Cuneta, Camilo Brodksy, director de Das Kapital Ediciones y Paulo Slachevsky, director de Lom Ediciones, analizamos el escenario de las editoriales independientes y los obstáculos que, en este caso, manifiestan impedimentos estructurales a la hora de ejercer la libertad de expresión desde el mundo de la producción cultural.

«Estoy en desacuerdo con la idea de la librería, básicamente, porque eso es mediatizar aún más y difundir la figura del personaje», comenta Ghigliotto, en alusión a la decisión inicial de Qué Leo de no vender más libros del sociólogo. Desde su experiencia, figuras como Fernando Villegas poseen la suficiente tribuna mediática como para verse afectados en la difusión de sus ideas y publicaciones.

El director de Lom Ediciones adhiere a esta visión: «Creo que la reacción del librero es una manifestación de impotencia frente a la enorme y establecida tribuna -como es la TV- que tiene este tipo de personajes como Villegas; por lo que el librero, de manera consciente, censura a Villegas -su libro- y así lo declara persona non grata en el único espacio que él tiene incidencia«.

Para los editores, la polémica sólo evidenció cierta parte del juego, donde se ejerce soberanía sobre la decisión de qué exponer y vender en sus respectivos espacios, una expresión de «la curatoría de su negocio», apunta Camilo Brodksy. «Vender libros no es vender copete ni lechugas. Detrás de los libros hay ideas, formas de entender el mundo, y si alguien, por un asunto de principios, decide no comercializar un libro, no traficar con las ideas que puede representar uno determinado, me parece legítimo».

Desde su experiencia en Das Kapital Ediciones, el editor describe como absurdas las acusaciones que, sobre la idea de Qué Leo Ñuñoa, acusaron fascismo o censura sobre Villegas. «Lo realmente totalitario es creer que los agentes culturales estamos en la obligación -por no sé qué mandato de esta especie de dictadura de la corrección política- de traficar con cualquier idea disponible, de estar a disposición de una tolerancia y una diversidad de papel maché«.

Sin embargo, a menos de 24 horas de la decisión, Qué Leo decidió cambiar su opinión y los libros del panelista de CHV volvieron a sus estanterías, dejando detrás de sí una reflexión incompleta sobre la censura y la libertad de expresión en el mundo de la cultura.

OBSTÁCULOS EN EL ACCESO Y DIFUSIÓN LITERARIA: LA VERDADERA CENSURA A LA CULTURA

Iva-al-libro-en-ChileEn un país como Chile, donde el mercado ha impuesto sus reglas sobre los derechos básicos de la ciudadanía, todavía parece lejana la posibilidad de garantizar la libertad de expresión como un derecho democrático. En el ámbito de la cultura, esto se ha expresado con mayor énfasis, manifestándose también en la difusión y distribución de los libros.

Según un reciente estudio internacional realizado por la Asociación Internacional de Editores (IPA, en inglés) y la Federación Europea de Editores, sobre el IVA a los libros impresos y digitales, nuestro país es el único en América Latina sin una política especial de IVA para los libros impresos, una problemática que se ha extendido por años sin ser atendida por las autoridades del mundo de la cultura.

Pero hay otras causas detrás de los obstáculos que viven, especialmente, las editoriales independientes a la hora de enfrentar a las trasnacionales del rubro. «La concentración de los medios de comunicación y las redes de amistades e influencias que destacan un tipo de producción y, una y otra vez, silencian gran parte de la producción independiente; la censura del mercado que bajo la excusa del «no vende» excluye de vitrina y estanterías gran parte de la creación y producción cultural; y el colonialismo cultural que nos domina que siempre pone adelante lo que viene de España y el norte por sobre la producción local», enumera Slachevsky.

Desde 2009, la Furia del Libro agrupa a numerosas editoriales independientes en una feria que les otorga espacio protagónico. La instancia, organizada por el director de Editorial Cuneta, se ha planteado como un desafío a la hegemonía de las editoriales extranjeras sobre el mercado nacional. En la Cooperativa de Editores de la Furia, que hoy integran cerca de 30 sellos editoriales, concluyeron que la experiencia de trabajo solidario es una gran arma de cara a este escenario, especialmente a la hora de publicar autores nacionales, generalmente omitidos por las grandes casas editoras.

«Es claro que desde nuestra trinchera estamos en desventaja con respecto a proyectos como los de las transnacionales. Pero la tarea de revertir esa situación es nuestra, la responsabilidad de modificar en ese sentido el status quo y el actual escenario de hegemonía en el plano editorial es nuestra. Confiar en que el Estado sea garante de algo, a estas alturas, me parece un poco iluso», argumenta Brodsky. No creo que el Estado, este Estado, moldeado de acuerdo a las lógicas del neoliberalismo y las necesidades del gran capital empresarial, sea capaz de ser garante de nada».

La Segunda Encuesta Nacional de Participación y Consumo Cultural reveló que, a mayor nivel socioeconómico, mayor es la proporción de personas que ha leído al menos un libro por año (72,8% en el segmento abc1). Las problemáticas evidenciadas en torno a este tema, con consecuencias en determinadas clases sociales, también recalcan que el 53,9% de las personas encuestadas no ha leído un libro en el último año (2011). En la capital, en tanto, la mayor parte de las librerías se distribuyen entre las comunas de Santiago y Providencia, un circuito que facilita el acceso de ciertos grupos socioeconómicos altos a la compra de libros.

EL DESAFÍO: DEMOCRATIZAR LA CULTURA

Durante los últimos años, las editoriales independientes han encontrado en la publicación de autores chilenos una genuina forma de enfrentar a los gigantes de la edición, aunque los rankings de lectura muchas veces no consideren sus títulos. «En el caso de las iniciativas independientes, nosotros tenemos las dificultades de no contar con promoción, por ejemplo, o con capacidad de pagar publicidad. En el fondo, personajes como Villegas, que tienen una notoriedad pública, a pesar de que sus libros no sean de buena calidad, sí se venden porque es un personaje que aparece en televisión», comenta Galo Gighliotto.

En Chile, agrega, la distribución de los mismos libros es escasa y no se cuenta, como en otros países, con editoriales y distribuidoras estatales. «Tampoco hay mecanismos que aseguren que los libros que se publican lleguen realmente a las librerías, sino que pasa por un concurso que en muchas ocasiones también responden a los mismos patrones antojadizos de selección y eso hace que la distribución sea siempre por la demanda, la gente no pide lo que no conoce», añade el editor de Cuneta.

Aunque la calidad de un libro publicado por independientes pueda superar al best seller de moda de una trasnacional, las posibilidades de difusión son muy desiguales. Por ello, los desafíos a futuro son urgentes.

«Hoy estamos, precisamente, enfrentando estos temas, montando punto de venta propio (librería), distribuidora, redes de internacionalización, en fin, todo lo que está a nuestro alcance para poder mejorar las condiciones en que enfrentamos este escenario».

«Hoy estamos, precisamente, enfrentando estos temas, montando punto de venta propio (librería), distribuidora, redes de internacionalización, en fin, todo lo que está a nuestro alcance para poder mejorar las condiciones en que enfrentamos este escenario, que hasta ahora está fuertemente definido por lógicas exclusivamente mercantiles, con las cuales, a todas luces, no estamos de acuerdo y no compartimos», relata Camilo Brodksy en alusión a la Cooperativa de la Furia.

La democratización de la cultura es, a todas luces, el desafío que tendrán que librar los agentes culturales interesados en sostener también una línea editorial política, más allá de los criterios comerciales. Hoy, no cuentan con espacio real ni apoyo del Estado para el ejercicio real, de todos los chilenos, del acceso a la cultura diversa y de libre expresión.

«Para solucionar el tema creo que hay que articular un serie de acciones, algunas de ellas presentes en la Política Nacional de Libro y la Lectura. Potenciar la presencia y visibilidad de la creación y producción local, fomentar espacios en los medios de comunicación para el libro y la lectura, fomentar la diversidad cultural, la bibliodiversidad, en toda la cadena del libro; enfrentar la concentración y las censuras de mercado, son algunas de ellas», apunta Slachevsky. Por ahora, sin embargo, el IVA a los libros se mantiene y, en paralelo a las pocas acciones del Ejecutivo ante el tema, más evidentes parecen los esfuerzos de los libreros que, agrupados, buscan emparejar un camino que vuelve a evidenciar nuestras desigualdades.