Los compañeros de » Socialismo siglo XXI» han pedido que nos atrevamos a anticipar un pronóstico para las próximas elecciones que se celebrarán el mes de marzo en nuestra comunidad y por ello, a riesgo de quedar como adivinos de medio pelo, ponemos en negro sobre blanco algunas previsiones que, como mal mayor, nos permitirán […]
Los compañeros de » Socialismo siglo XXI» han pedido que nos atrevamos a anticipar un pronóstico para las próximas elecciones que se celebrarán el mes de marzo en nuestra comunidad y por ello, a riesgo de quedar como adivinos de medio pelo, ponemos en negro sobre blanco algunas previsiones que, como mal mayor, nos permitirán en el futuro reírnos de nuestra falta de acierto o, con un poco de suerte, atinar en algo.
Si nos hubiesen planteado el acertijo tan sólo unos meses atrás, el pronóstico sería claro: mayoría absoluta del PP, lo que le permitiría hacerse con el control de uno de los pocos resortes de poder institucional que hasta el momento les era esquivo.
Sustentaríamos la apuesta en los resultados obtenidos por este partido en las elecciones municipales de marzo de 2011 ( 39’36% de los votos, pero arrasando en la mayoría de los grandes núcleos urbanos ) y generales de noviembre ( 45’57% ), en un contexto social de toda la derecha y extrema derecha – no olvidemos que este último subgrupo puede suponer un tercio de los votantes peperos, lo que impide, de momento, dar la cara electoral a un partido similar al Frente Nacional francés – movilizada, motivada y que ha olido el miedo y entreguismo en las acciones de gobierno del «PSOE».
Sin embargo, a los dos meses de su llegada efectiva al gobierno central el partido «Marianista Cristiano», en su doble significado de entrega absoluta a los designios políticos del gran hermano, líder máximo Kim Il Rajoy y a los designios espirituales de monseñor Rouco, ha puesto sobre la mesa, sin tapujos, sin complejos, el programa ideológico tan celosamente guardado y al destaparlo a impregnado de tufo rancio, añejo y lo que es peor , de ya vivido , a toda la sociedad.
En pocas semanas han dejado patente la hueca falsedad de su discurso «centro reformista» y han dejado claro que, lejos de renunciar a su siempre latente herencia franquista, la han hecho emerger como distintivo.
Por ello juegan a ser un » tea party» con bata de cola, resucitando lo peor del beaterío clerical, intentando anular el derecho al aborto, saciando a la cúpula eclesial en sus peticiones de control educativo y económico, dándoles patente de corso en protocolo y control de mentalidades, cepillándose ( eso sí, con la inestimable a colaboración de sus antecesores en el poder) los derechos laborales y los avances sociales del último siglo, regalando cuchillo y tenedor al empresario para que desmenuce a su gusto al asalariado, poniendo en práctica la más descarnada lucha de clases favoreciendo legalmente a la capitalista, redefiniendo «crisis» hasta hacer aparecer como culpables y responsables de la misma a quienes la sufren en sus carnes mientras protegen a los que la crearon y a la vez rescatan su queridísima idea de «orden» cajón de sastre en el que a las injusticias se les da un tratamiento de estado policial que flota sobre los pilares de la represión, el miedo y la cárcel.
Son estas últimas prácticas las que han introducido una variable inesperada en la ecuación pues, pese a la movilización de un electorado mimado con guiños ultras, entregar sin disimulo el gobierno económico a los poderes fácticos nacionales ( CEOE ) y europeos ( Sarkozy-Merkel ), no afectarles a sus seguidores los innumerables casos de corrupción y mala gestión que salpican la geografía hispana o gozar del inestimable apoyo de una judicatura altamente politizada, sin parangón en Europa, que lo mismo te absuelve a un Camps que te condena a un Garzón, es difícil calibrar si la creciente contestación ciudadana motivará al 20 por ciento de electorado abstencionista -que no es de derechas- o alejará de sus filas al sector urbano dispuesto a votar una derecha moderna y con vocación formal de democracia, pero que le hace ascos al prietas las filas, correaje marcial e imperio hacia Dios que se pretende resucitar.
Las piedras tiradas al cenagal nos han devuelto la fragancia a señoritismo y si a ello sumamos el timo de intentar convertir en carne fresca y adalid del cambio a Javier Arenas, que será un eterno aspirante al báculo andaluz pero nunca podrá ser » político a estrenar» pues se subió a un cargo oficial a finales de los setenta y cuarenta años después sigue en la brega, el lunes 26 los conservadores andaluces pueden despertarse como partido más votado pero lejos de la mayoría absoluta, lo que volvería a traer al debate político un punto conscientemente obviado: que el PP en las pasadas elecciones generales obtuvo una mayoría de diputados gracias a la injusticia de una ley electoral hecha a medida de las dos fuerzas del turnismo, pero que en ningún momento tuvo el respaldo de la mayoría absoluta de los votantes.
Dicen las malas lenguas que en las reuniones del Comité Andaluz del PSOE sólo se oye una plegaria: «Virgencita, que nos quedemos como estamos». Mirando las últimas votaciones ( 32’22% en las municipales, 36’57% en las generales), su máxima esperanza es pasar desapercibidos y cruzar los dedos para que el chaparrón de las impopulares medidas del actual gobierno arrastre también sus propios casos de corrupción (que tienen en los EREs la punta de lanza), el hartazgo tras 30 años de poder absoluto, omnímodo, prepotente, chulesco en tantas ocasiones…y todos los calificativos que se quieran añadir, amén de intentar hacer olvidar la enorme parte de responsabilidad que sus políticas económicas (de todos ellos, no de Zapatero, pues ninguna voz se alzó cuando desde su gobierno se socavaron los derechos de los trabajadores y allí estaban sin piar Rubalcaba y Chacón o Griñán en Andalucía) han tenido para llegar a la actual situación.
Que la inquietud ante el (posible) negro horizonte laboral abierto para muchos burócratas del partido está a flor de piel se ha manifestado claramente en la confección de las listas electorales. Aunque es sabido que el PSOE practica un cainismo frío, capaz de abrazar al conmilitón mientras lo apuñala y que en sus guerras internas no hacen prisioneros, hasta ahora acallaban los chillidos reubicando a los afectados en puestos de libre designación, lo que garantizaba discreción y silencio.
La merma de poder se ha traducido en falta de sillones y, por ello, resultó tan llamativa la dimisión del secretario provincial sevillano José Antonio Viera, especialmente su lapidaria frase de negarse a pedir el pedigrí de los candidatos «porque hayan cambiado las condiciones personales o económicas de alguno«.
Con dificultades para sacar el conejo de la chistera de anteriores ocasiones, fiarán su suerte a practicar la desmemoria (» no me acuerdo, yo no lo hice, no sabíamos que nuestras decisiones traerían consecuencias tan nefastas…«), o el pasatiempo favorito de la socialdemocracia neoliberal cuando está en la oposición – retomar el izquierdismo verbal -, esperanzados en que la brutalidad de las propuestas peperas los convierta en mal menor y el votante apueste por un voto a nariz tapada que mitigue el descenso previsible y los coloque de segundos con posibilidades de mantener el poder si son propicias las combinaciones electorales.
Sin embargo, al no poder controlar un imponderable como el de la actuación judicial en el caso de los EREs y repasando actuaciones anteriores de la juez Alaya (caso Rodrigo Torrijos en las municipales), todo indica a que coincidirán campaña electoral y toma de declaración a imputados, con lo que la presencia en los medios de difusión del tema » corrupción socialista» estaría garantizada, faltando sólo conocer si a la lista se sumará algún alto cargo o candidato más .
Con el panorama judicial y las movilizaciones casi seguras de funcionarios de la Junta opuestos a la reordenación del sector público vía Agencias el lastre en las perspectivas de voto está garantizado a no ser, como hemos subrayado anteriormente, que las próximas actuaciones del gobierno central minimicen el daño.
A Izquierda Unida, tercera en discordia dado su número de votos, le vamos a dedicar -por afinidad- la última parte del análisis.
El Partido Andalucista tiene delante un panorama complicado. Tras los sucesivos descalabros que lo dejaron sin representación parlamentaria en Andalucía, reducido a la mínima expresión en las municipales ( 5’65% de los votos y huérfano de alcaldías importantes) e inexistente en las generales (1’76% ), ni está ni se le espera. Puede tener un repunte lógico en las autonómicas aunque con la posibilidad de escaño demasiado centrado en sólo dos provincias (Cádiz, Sevilla ) y con muchas papeletas para seguir repitiendo su condición de fuerza extraparlamentaria.
El caso de UpyD presenta más aristas. La formación de Rosa Díez pasó de ser testimonial en las municipales a rozar el 5% (4’77) en las generales. Este partido populista puede reconducir, a poco que se descuiden otras formaciones, parte del voto visceral y de cabreo que no ve más allá de sus narices. Carente de escrúpulos políticos como acaba de demostrar en su propuesta de ilegalizar Amaiur, intentará canalizar la franja electoral que se identifica con el nacionalismo españolista pero que no se siente representada por el conservadurismo tradicional, bien por proceder del voto urbano desclasado que se ha ido moviendo a empellones en auxilio de las dos fuerzas mayoritarias y ahora está descontento con ambas, bien por provenir de segmentos ultras que tienen sus guías espirituales en conductores de radio o directores de periódicos que, con su propaganda machacona y favorable han contribuido al auge del proyecto.
Si entran, posibilidad no desdeñable, en el Parlamento se convertirían en el puntal del PP al poner a su servicio parte del voto de castigo que huye de las dos grandes formaciones del turnismo juancarlista.
Con escaso peso electoral, (no llegó al 2% en las generales) Equo no parece estar a las puertas de un crecimiento acusado, aunque si puede beneficiarse de una parte del voto crítico y movilizado desde el 15-M, especialmente en los núcleos urbanos. Es difícil que esta mejora se traduzca en escaños.
¿E Izquierda Unida? A priori debería superar sin problemas sus resultados de las generales (8’26%) y no sería descabellado pretender la cota de las municipales (11’9%)
Son múltiples los elementos que juegan a favor de la coalición, no siendo el menor que el tiempo está dando la razón a quienes, hace décadas, avisaron del modelo económico social que se estaba gestando tras la pretendida modernidad de la construcción europea y que podía llevarnos, por pérdida de derechos, a un paisaje cercano al existente cuando se inició la Revolución industrial del XVIII-XIX.
Es cierto que se han repetido los problemas endémicos que suelen aflorar en la elaboración de listas y han vuelto a ventilar en público sus trapos sucios como manda la tradición. También que los episodios más virulentos se han vivido en dos provincias de voto tradicional a IU como Córdoba y Sevilla (especialmente llamativo ha sido el sainete en la primera, aunque los ánimos parecen haberse serenado en los últimos días). E incluso puede añadirse a los «peros» que el candidato andaluz, Diego Valderas, suscita todas las reacciones menos la del entusiasmo, pero en los tiempos que corren, esas carencias pueden convertirse en virtud.
Con la que está cayendo, al electorado progresista, que aspira a tener en el Parlamento una voz a la que considerar propia, le importan un bledo las miserias internas. Y en los tiempos que corren a los hombres y mujeres de IU se les puede sacar muchos defectos pero no el de no haber estado siempre en contra de las recetas PSOE-PP. Y se puede suplir la carencia de liderazgo fuerte ofreciendo la marca IU como proyecto político serio al servicio de los trabajadores.
Muchas voces comparten hoy el programa de mínimos que la coalición puede defender sin mentir, sin sonar a falsete: defensa de lo público, especialmente de los pilares como la sanidad o la enseñanza, apuesta por una sociedad laica, mantenimiento de los derechos laborales, reclamación de impuestos progresivos, negativa a seguir el juego a la última parida que se le ocurra al burócrata europeista de turno, República como forma de estado…
Entre los peligros, sortear las trampas que sin duda sembrará el PSOE, sin hacerle el juego ni darle el marchamo de izquierdista sus palabras, olvidando los hechos. Tampoco debe entrar al trapo de sus apremios para que jure mantenerlos en el poder si la aritmética lo permite, sin más.
Si la ciudadanía indignada la ve como espejo de su pensamiento y baluarte anticapitalista, la coalición puede aglutinar buena parte del voto que aupó a Julio Anguita en 1986 e incluso beneficiarse de un cierto «voto útil» de sectores más radicales.
Pero para dar el paso de fuerza útil o necesaria, a fuerza central de la Izquierda, debe mantener la autonomía absoluta de su proyecto, devolviendo sin complejos la pelota a quienes acucien: » Preguntad al PSOE, si necesitamos su apoyo para gobernar, ¿nos dejará hacerlo?¿O se impondrá la razón de estado y se coaligarán con el PP?«.
Como es fácil de intuir, viviremos un fascinante mes en el que se darán picos de montaña rusa y vaivenes de infarto. Con todas las posibilidades abiertas, nos hemos prestado al divertimento. Los demás pueden esbozar su juego.
Juan Rivera Reyes. Colectivo Prometeo
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.