«Los poderes económicos han convertido la Europa del euro en un engendro que nada tiene que ver con la idea romántica bajo la que se comenzó a construir». Las palabras del exsecretario general de Hacienda Juan Francisco Martín Seco, que acaba de publicar Contra el euro. Historia de una ratonera, resuenan a rabia y desesperanza. […]
«Los poderes económicos han convertido la Europa del euro en un engendro que nada tiene que ver con la idea romántica bajo la que se comenzó a construir». Las palabras del exsecretario general de Hacienda Juan Francisco Martín Seco, que acaba de publicar Contra el euro. Historia de una ratonera, resuenan a rabia y desesperanza. Rabia porque lleva más de dos décadas alertando sobre la «inevitable» crisis del euro, pese a haber sufrido las consecuencias de no alinearse ideológicamente con el establishment político-económico, como asegura a El Confidencial. Y, sobre todo, desesperanza porque «quienes nos metieron en esta senda no diseñaron un sistema de vuelta atrás si las cosas salían mal, por lo que estamos en una ratonera en la que la ruptura del euro tendrá un alto coste».
Para Martín Seco la crisis que asola Europa no es un bache pasajero que podamos superar a corto o medio plazo con más recortes en el Estado de bienestar. Más bien, es la crónica de una muerte anunciada (entre otros por él mismo) frente a la que no existen más alternativas que provocar una detonación controlada. Una salida dolorosa, pero imprescindible, para recuperar cuanto antes la senda del crecimiento. «Lo más sensato, pero que pocos Gobiernos se atreverán a hacer, sería intentar deshacer lo andado con el mínimo coste posible. En términos económicos, los daños de romper el euro y la Eurozona serán muy grandes, pero la permanencia sólo empeorará más las cosas», advierte el economista.
Sea o no controlado el desmantelamiento de la Eurozona, para Martín Seco no hay duda de que «la unión monetaria no tiene visos de prolongarse en el tiempo». Un periodo de sufrimiento inútil, pues cuando se rompa de forma natural «habremos pagado un coste mucho mayor y tendremos una economía más empobrecida». Como ejemplo pone a Grecia. «Ahora vive una situación dramática. Si hace cinco años, cuando comenzó la crisis, se hubiese apeado del euro lo habríapasado igual de mal. Sin embargo, en estos momentos ya estaría comenzando a ver la luz».
Una unión construida bajo el principio de la desunión
El ‘juego sucio’ de los actores económicos y la multiplicidad de factores que según Martín Seco influyen en la evolución de la crisis europea lo echan para atrás a la hora de ponerle fecha al crac europeo. «Antes o después, la Unión Económica se romperá porque, tal y como está concebida, las diferencias entre países son cada vez mayores. Cada uno paga unos tipos de interés distintos, la fiscalidad es diferente, no existen unos presupuestos conjuntos (los últimos se reducen al 1% del PIB europeo) y las economías son muy divergentes», por enumerar sólo algunas de las contradicciones citadas por el profesor. Aunque parezca una paradoja, se trata de una unión «construida conscientemente desde la diferencia, lo que provoca fuertes desequilibrios entre los países miembros».
Un problema que las economías más beneficiadas por este sistema, principalmente la alemana, no están dispuestas a corregir. Pero aunque quisiesen, probablemente no podrían porque, según lo define Martín Seco, se ha seguido un «procedimiento de gradualismo asimétrico» que va en contra de la verdadera armonización fiscal. Un «engendro», como en repetidas ocasiones llama este economista a la Eurozona, que comenzó a gestarse hace más de dos décadas con la firma del Tratado de Maastricht. «Desde ese momento se comenzó a correr a todo trapo y de una forma cada vez menos armonizada. Yo comprendo que Alemania no esté dispuesta a trasferir fondos, pero entonces no podemos hablar de una unión monetaria», añade.
Una trampa para las economías más débiles, o una «ratonera» según el símil que se utiliza en el título del libro. Es por ello que Martín Seco, como ya dijo por aquel entonces, vuelve a repetir: «Los países del sur nunca deberían haber firmado el Tratado de Maastricht». Ahora, los acontecimientos refuerzan sus tesis. No en vano, en su ensayo Contra el euro recupera una buena cantidad de los artículos y análisis que publicó a lo largo de los últimos años. Pese a su anticipación, reconoce que ciertas cuestiones han superado sus peores presagios. La «total falta de democracia» en las instituciones europeas es una de ellas.
La pérdida del control político de los Gobiernos
«Los Gobiernos han perdido toda capacidad de intervención política. Las elecciones nacionales son como una farsa, da igual a quien votes por quien va a mandar será Draghi [actual presidente del Banco Central Europeo]. La voluntad de los pueblos ya no importa, las órdenes las dan Berlín o Bruselas, y la democracia se nos escurre cada vez más de las manos», lamenta el exsecretario general de Hacienda.
La otra contradicción sobre la que se asientan los pilares de la UE, según Martín Seco, es que «tampoco existe unión política», una realidad que acaba provocando que «los países fuertes sean los que controlan a los débiles». Para el economista se trata de una nueva forma de «colonialismo, casi de ocupación o, si quieres, de intervención, como se le llama ahora».
Algunos de los ejemplos más extremos de este juego antidemocrático que cita son las consultas de la Constitución Europea: «Como venció la opción del ‘no’ en varios países, se repitieron y finalmente se volcaron sus artículos en un Tratado (de Lisboa) para no tener que ser refrendado en las urnas». Asimismo, otra de las formas modernas de «huir del control de la ciudadanía» consiste, según describe Martín Seco, en «presionar a los Estados para que creen organismos bajo el apelativo de independientes. Es decir, instituciones que no respondan a nadie más allá que el BCE y blindadas a la presión social».