La socialdemocracia está mostrando caras opuestas en temas de importancia, lo que nos remite a los diversos proyectos de España existentes en este partido, que reflejan una crisis interna que responde a, como mínimo, tres problemas: uno, el incumplimiento de las reformas sociales prometidas. Siendo admirables los derechos obtenidos por ciertos sectores, se ha negado […]
La socialdemocracia está mostrando caras opuestas en temas de importancia, lo que nos remite a los diversos proyectos de España existentes en este partido, que reflejan una crisis interna que responde a, como mínimo, tres problemas: uno, el incumplimiento de las reformas sociales prometidas. Siendo admirables los derechos obtenidos por ciertos sectores, se ha negado a realizar mejoras sustantivas en otras cuestiones. Mientras a la burguesía le salen los euros por las orejas, las clases trabajadoras ven cómo aumenta su incertidumbre por múltiples causas, desde el terrorismo patronal hasta la precariedad, pasando por el endeudamiento creciente. Otro, su éxito al desmovilizar y hundir en la pasividad e indiferencia a las grandes movilizaciones sociales de la última fase del PP, logro obtenido gracias a la inestimable colaboración de IU y del PCE. Mientras antes del 14-M/04 flotaba una rebeldía con posibilidades de concreción en movimientos organizados relativamente estables, ahora reina la desorientación, exceptuando focos en proceso de recuperación. Por último o primero, según se mire, su incapacidad para revertir la ofensiva del nacionalismo español más imperialista, tridentino e inquisitorial. Estos y otros factores han dilapidado la ventaja obtenida sobre el PP y basada en los réditos de las ilusiones colectivas, en las primeras medidas sociopolíticas, en la crisis postelectoral del PP, y, también, en su inicial respuesta a la oferta de la izquierda abertzale. La interacción de todo esto hizo que durante un tiempo creciera la ventaja, para estancarse luego y empezar a disminuir hasta llegar a los mínimos actuales que pueden ser preocupantes porque el PP ha iniciado una larga fase preelectoral que no da respiro al PSOE. Sin embargo éste guarda recursos importantes para revertir esa situación, movilizar sus bases y pasar a la ofensiva. Dispone de un superávit estatal que puede permitirle ciertas mejoras en situaciones como la pobreza, las pensiones y jubilaciones, la asistencia social, y otras reformas destinadas más a comprar votos que a transformaciones estructurales. Seguro que el PSOE pasará a la ofensiva porque ya empieza a jugarse los resultados de las siguientes elecciones generales. En már- keting electoral una ventaja de entre un punto y medio y dos puntos, así lo indican todas las encuestas serias, es muy fácilmente superable para un lado o para otro al ser un empate técnico. Pero retomar la iniciativa no le garantiza otra victoria electoral ya que los tres factores vistos responden a problemas de fondo: primero, la euforia neofascista es a la vez racional e irracional, desde el consciente egoísmo de las ganancias que obtiene la burguesía española de la explotación de las naciones que oprime, hasta el miedo irracional a la homosexualidad y a los derechos sexuales en general, pasando por la dependencia del opio religioso y su apoyo a la contrarreforma tridentina de la Iglesia, sin olvidar la falocracia de su militarismo eurocéntrico y racista. Segundo, el desmantelamiento de las luchas anteriores a su triunfo le ha dejado sin aliados tácticos en la campaña electoral pero sobre todo en la precampaña que ya está abierta. Recordemos que el PSOE aseguró su triunfo sobre la movilización a última hora de centenares de miles de abstencionistas progresistas y de izquierdas que le prestaron un apoyo crítico y desconfiado. Ganarlo de nuevo es en las condiciones actuales más difícil, no sólo por sus incumplimientos sino también por el giro derechista de IU y del PCE, y por el aprendizaje de otros grupos revolucionarios más críticos que antes, lo que nos lleva al tercer problema. Una cosa es la caridad estatal para paliar la pobreza y otra es una estrategia cualitativa, de avances sociales que, a la fuerza, han de mermar los beneficios de una burguesía beligerante que desprecia la inversión en tecnología y apuesta por el aumento de la explotación física, que sabe además que el PSOE va a ofrecerle otra reducción de los derechos laborales. Este panorama le dificulta recuperar la confianza de los sectores que ayudaron a auparle al gobierno. Vistos estos problemas desde una visión sistémica surge la imagen de la pugna entre modelos diferentes de España que ha caracterizado la historia de este marco geográfico de acumulación de capital, y también en el PSOE. Una, derrotada ya, es la representada por las pocas banderas republicanas que pasean de vez en cuando despistados militantes de la fenecida historia de resistencia pasiva al franquismo. Las buenas gentes ya abandonaron el partido y siguen orgullosos con su republicanismo. Otra es la por ahora etérea España ofrecida por Zapatero a un conglomerado de progresistas, federalistas e intelectuales estatales, que no quieren volver a las miserias reaccionarias del PP neofascista; de burócratas de CCOO y UGT que necesitan sus grandes sueldos pero también una nueva legitimación; de la burguesía europeísta española, dependiente de la UE, Alemania y el Estado francés; de monárquicos, militares y curas inquietos por el desprestigio de sus instituciones; de burguesías y profesiones liberales autono- mistas, necesitados de la protección del Estado español; este conglomerado crece al sumar sus bloques sociales, de modo que puede tener una significativa base. La tercera España es la que destilan los exabruptos de Bono, Rodríguez Ibarra, Alfonso Guerra, Vázquez y tantos socialistas que no se diferencian en nada del PP. El sector de Zapatero quiere el modelo de la España tolerante, pero antes tiene que disciplinar su partido y demostrar a la bur- guesía más españolista que su modelo es mejor para sus negocios que la España Eterna del PP. Lo tiene fácil porque ésta ha dejado en la quiebra tecnocientífica y productiva al capitalismo español. Partiendo de aquí, muestra lo urgente de una reorientación global para evitar la periferización del Estado, lo que exige no desperdiciar fuerzas internas con propuestas como la financiación y otras que aparecen en el Estatut pese a haber nacido cojo en su lado izquierdo y más catalanista por decisión de sus propios padres. Zapatero ha de convencer a los burgueses más tecnófobos, y ha de encontrar los ungüentos que aplaquen a los catalanes, que recuperen la confianza de los abstencionistas críticos y que convenzan al PNV, y no sólo a los más claudicantes dirigidos por JJ Imaz, de la necesidad de apoyarle en los PGE de 2006. Si no lo logra, probablemente perderá las próximas elecciones, aunque un acuerdo con la izquierda abertzale en los parámetros de la Propuesta de Anoeta sí le garantizan esa victoria como lo confirman todas las encuestas sobre la solución del conflicto español en su vertiente vasca, que nunca debemos confundir con la forma que adquiere en su vertiente catalana. Lo que suceda ya se verá cuando empiece el proceso, pero nosotros ya nos estamos preparando. –