Las marchas por la dignidad no se agotaron con la manifestación del 22 de marzo. Las fuerzas que las hicieron arrancar y muchas de las que brotaron sobre la marcha aprovechan el impulso para generar un movimiento que se despliega en el tiempo. La dignidad se ha convertido en una bandera para la unidad en […]
Las marchas por la dignidad no se agotaron con la manifestación del 22 de marzo. Las fuerzas que las hicieron arrancar y muchas de las que brotaron sobre la marcha aprovechan el impulso para generar un movimiento que se despliega en el tiempo. La dignidad se ha convertido en una bandera para la unidad en la lucha. Y por primera vez en mucho tiempo, el corazón del movimiento está en los pies de la clase obrera. No es una casualidad que la primera convocatoria tras el parto de marzo sea en las oficinas de empleo el miércoles, 30 de abril. Va siendo hora de estar a la altura de la realidad, que es una altura muy bajita, la altura de abajo del todo. De ahí está brotando una energía motriz que ya desbordó todos los cauces el 22M y que está destinada a espabilar el trote cansino de las fuerzas de la izquierda.
El concepto de dignidad aclara mucho las cosas, porque rompe el hechizo de la democracia como fetiche que ha servido durante tantos años para domesticar a las organizaciones que pretenden representar a la clase obrera. La dignidad tiene que ver con la ciudadanía, claro que sí, y con la democracia y el estado de derecho, que tienen que ser nuestras conquistas. Pero también nos recuerda que los derechos y libertades no son una mera cuestión formal, sino que dependen de cuestiones muy materiales, a saber: el derecho a una existencia digna, a que las condiciones de trabajo no sean indignas, a una vivienda digna, a unos servicios públicos dignos… ¿De qué ciudadanía nos están hablando si el paro obliga a aceptar trabajo en condiciones de esclavitud? «Democracia en estado de derecho» es un sintagma hueco con seis millones de parados, de los cuales la mitad ya no cobran prestación alguna, y más si el 85% de las personas en situación de pobreza tienen un serio problema de vivienda en un país con millones de pisos vacíos. ¿De qué zarandajas nos hablan si no se encuentra por ningún lado la dignidad popular de la soberanía, porque a cuenta del euro y la deuda ilegítima nos han privado de la menor posibilidad de democracia, es decir, de gobierno del pueblo (y no de la troika o eso que denominan los mercados)?
La renta básica a las puertas de las oficinas de empleo
Uno de los aciertos de las Marchas de la Dignidad fue colocar en el primer plano reivindicativo la renta básica. A cualquier currante con dos dedos de frente no se le escapa que tener la garantía incondicional de una paga que nos pone por encima del umbral de la pobreza es la base de la dignidad más elemental. La que te permite decir no a los abusos de los empresarios y afrontar con libertad tu futuro. La que te hace ciudadano porque te libera de toda forma de esclavitud y te libera de tener que decidir siempre a favor de lo que le interesa al patrón que te da de comer, aunque sea mal. Y cualquier persona con ojos en la cara y corazón, por muy bien que le vayan las cosas entiende que la renta básica es muy urgente. Así que el Movimiento Contra el Paro y la Precariedad-¡Renta básica ya! ha decidido llevar a las puertas de las oficinas de los servicios públicos de empleo, este miércoles, 30 de abril, los pliegos de firmas de la Iniciativa Legislativa Popular (ILP) por una Renta Básica en todo el Estado Español. El movimiento necesita que toda la ciudadanía que confluye en la reivindicación de la dignidad asuma la ILP como propia y la emplee como herramienta de lucha. Porque cuando la presidenta del Círculo de Empresarios español, Mónica Oriol, señora de muy buena familia y reconocida vocera de la oligarquía, dice que hace falta que los jóvenes sin cualificación trabajen para cobrar por debajo del salario mínimo (645 euros), le vamos a contestar con más de un millón de firmas que exclaman que tenemos derecho a esos seiscientos euros sin trabajar para ella y los de su clase, sólo por haber nacido, porque todos tenemos derecho a subsistir dignamente como hombres y mujeres libres y no somos sus siervos para quemar nuestras vidas a cambio de salarios de hambre. Y que si pagar la renta básica implica que ella por fin tiene que pagar impuestos como Dios manda, pues ajo y agua.
Ya rugen las tripas y las piernas se han puesto en movimiento. Las marchas siguen adelante, caminando. Se anda de muchas maneras, pero se anda.
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