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Las medallas y su justificación

Fuentes: Rebelión

Nos acostumbran a todo y a todos, nos acostumbran a fuerza de imágenes y a fuerza de repetirlas, con esa machacona retahíla suya que nos dice lo que esta bien y lo que esta mal, lo que tenemos que hacer y aquello que nos prohíben. Nos han ganado y lo saben, como mejor de las […]

Nos acostumbran a todo y a todos, nos acostumbran a fuerza de imágenes y a fuerza de repetirlas, con esa machacona retahíla suya que nos dice lo que esta bien y lo que esta mal, lo que tenemos que hacer y aquello que nos prohíben. Nos han ganado y lo saben, como mejor de las opciones en ello están.

La nueva legislación laboral, incluido el despido libre, el contrato basura, las Empresas de Trabajo Temporal, el contrato por obra y la economía sumergida están llenando los tajos de muertos.

Es muy difícil no leer la reseña de una o más muertes directas en la misma obra o en el itinerario que nos lleva o trae hasta ellas en el día a día. Seguramente son muchos más los muertos que se disfrazan en accidentes de circulación, en muertes naturales u otras figuras que el estado ha acuñado para no engrosar las listas de las muertes en el tajo, laborales.

De vez en cuando nos sorprenden los sindicatos, y no todos, protestando por la inseguridad en ciertos puestos de trabajo, muchas veces culpan a los propios trabajadores de su desidia a la hora de protegerse, la mayoría de las veces se limitan a una protesta por horas frente al lugar donde se ha producido la muerte antes de volver a sus papeles. Son los nuevos sindicatos y su sindicalismo.

La legislación vigente en materia de riesgos laborales deja claro que es el empresario el responsable de la prevención en materia de riesgos laborales, el que esta obligado a hacer del puesto de trabajo un lugar seguro.

La gran mayoría de los accidentes laborales nos recuerda que la legislación se incumple de forma continuada sin que nadie haga nada al respecto. El patrón, los trabajadores, los sindicatos o el gobierno.

Los muertos, los heridos, los enfermos que el trabajo produce de forma continuada hace cierto aquel dicho en clave de humor «el trabajo es tan malo que hasta nos pagan por hacerlo», lo malo es que muchos necesitamos de ese sueldo para vivir y ellos lo saben.

En tiempos difíciles los beneficios de los empresarios aumentan proporcionalmente con el número de parados, despedidos o empresas cerradas por falta de rentabilidad. Son paradojas de la economía moderna.

Son paradojas de esta sociedad que nos dice que allí donde los pueblos pasan hambre y mueren de hambruna sus habitantes, las grandes fortunas, rara vez ajenas al poder y favoritos, crecen proporcionalmente al número de muertos.

Son paradojas que nos dicen que en aquellos países, estados o naciones más racistas, la economía sumergida se nutre de los «sin papeles» como mano de obra y motor directo de su economía sin que ningún organismo oficial haga nada para impedirlo o controlarlo.

El título de estas reflexiones lo había motivado la condecoración por el rey con la cruz del mérito militar a los diecisiete soldados muertos en Afganistán, según últimas noticias, en accidente; la experiencia nos dice que es mejor esperar para saber parte de la verdad en estos casos tan comprometidos.

El Estado Español, según creo, tiene un ejército profesional, lo que hace que sus soldados sean o deban ser considerados, mas o menos, como obreros, por lo que podríamos añadir estas muertes a la estadística de las muertes laborales y pedirle al Gobierno que no exponga a sus funcionarios a situaciones de peligro, incluidas estas falsas misiones de paz fuera de sus fronteras. Lo cierto es que ignoro si el ejército puede o tiene sindicatos profesionales que velen por estas cuestiones aunque, visto lo visto con el resto de profesiones, mejor si no lo tienen.

Ahora bien ¿Por qué estas medallas…?. ¿Un accidente laboral es un mérito y este mérito es militar si el accidentado es un soldado…?.

Sabemos que la imposición de este tipo de medallas conlleva un montante económico que sus familiares van a recibir, cierto que no me he preocupado en «chatear» en Internet para saber a cuanto asciende, ni el tiempo que cubre. No viene a cuento, mas teniendo en cuenta que las cifras, mas si son en euros, deshumanizan toda opinión.

El Gobierno como «patrón» de este ejército es quien paga y pone estas medallas y sus réditos posteriores. También es muy posible que estas medallas paguen el silencio de unas protestas que podrían poner en entredicho muchas de las declaraciones oficiales del porque estaban allí. Mejor callar que justificar.

¿Si damos por buenas las medallas, rey incluido, y sus precios por qué no peleamos para que el resto de obreros sean tratados por igual, como mínimo?

Me gustaría que nos quedásemos solo con las imágenes de dolor de los familiares, que dicho sea de paso tienen todo su derecho, la cara mas o menos compungida de autoridades y mandos, las banderas y el gesto real de las medallas sobre sus féretros, me gustaría que nos preguntásemos en alto por esas misiones de paz que van dejando regueros de sangre y muertos, que hoy en Afganistán como ayer en Irak justifican las guerras de Estados Unidos en su cruzada contra el mal mundial y de las que Rodriguez Zapatero dijo iba a excluir a los soldados españoles, porque solo mueren soldados o mandos intermedios y no mueren generales con los muchos que hay.

Pero lo cierto es que me gustaría mucho más que todos los muertos, si no conseguimos evitarlos por nuestra falta de coraje en la lucha laboral, tuviesen el mismo respeto y la misma respuesta. Estamos hablando del trabajo y sus muertes laborales que según nos dejan dichas las estadísticas en lo que va de año han crecido en más de un 50%.

Por cierto, no estoy pidiendo que el rey vaya en constante peregrinaje por la geografía del estado imponiendo medallas al son de la internacional o del himno del Riego, mejor no. Estoy hablando de que los familiares y herederos de los muertos en el tajo, en trayecto o por enfermedad laboral sean dignos de un subsidio a cuenta de los beneficios del patrón que niega las medidas de seguridad por ser demasiado caras.