«¿Queremos una cultura donde nadie sepa nada?» Giovanni Sartori, Homo videns (1997) La implantación del modelo neoliberal es, en nuestro territorio común, variada y extensa. Su defensa, matizada según convenga, engloba diferentes posiciones políticas que van desde la izquierda moderada, por utilizar un término comprensible, intuitivo, a la derecha más tradicional y católica, pasando por […]
«¿Queremos una cultura donde nadie sepa nada?»
Giovanni Sartori, Homo videns (1997)
La implantación del modelo neoliberal es, en nuestro territorio común, variada y extensa. Su defensa, matizada según convenga, engloba diferentes posiciones políticas que van desde la izquierda moderada, por utilizar un término comprensible, intuitivo, a la derecha más tradicional y católica, pasando por las diversas formas del nacionalismo rústico y montaraz. El modelo es, según parece, incuestionable. La inmensa mayoría del arco parlamentario ha mostrado, a partir de la muerte del Caudillo, su inclinación, tácita o abierta, al sistema capitalista. Con más o menos matices, y tras haber destinado una gran cantidad de dinero público para proteger la estabilidad de la banca privada, nadie -salvo la gauche transformadora- ha reclamado la titularidad pública para esos bancos que han recibido fondos debido a la gestión especuladora de sus dirigentes. Tiene razón el intrépido Esteban Glez. Pons del PP: aquí hay mucha medida soviética y mucho rojo suelto disfrazado con piel de cordero. Zapatero: rojazo!! Ya que no puede pasar ni un instante más por dirigente del socialismo, de la tradición del tipógrafo Iglesias, el presidente ajusta el país al esquema neoliberal (recorte de gasto) impuesto por Alemania y las grandes multinacionales. Socialismo o barbarie, era leimotiv clásico. Ahora ha cambiado: el socialismo del PSOE es ya la misma barbarie.
El capitalismo del siglo XXI, acelerado y financiero, domina el pensamiento y la acción universal: especialistas y opinión pública coinciden. Sus reglas de actuación, afinándose tras años de prueba y error sobre la cabeza de desfavorecidos, han permitido alcanzar este nivel de neurosis colectiva que preside nuestra relaciones. Hasta las mercancías, antaño esenciales, se han vuelto una molestia: stocks en el almacén. El capitalismo de producción ha quedado relegado a los países emergentes donde la mano de obra sigue con niveles salariales bajos y ausencia notoria de derechos laborales. En nuestras economías post-industriales (es un decir, ya que Alemania y Francia siguen produciendo bienes), el consumo ha suplantado cualquier otra forma de socialización siendo además, garantía de equilibrio democrático: todo el mundo puede consumir y no hay prohibiciones al respecto. El que no consuma será porque no puede o no quiere. Si puede y no quiere, acabará por querer; si no puede: caso perdido. Será un parado.
En breve afrontaremos elecciones. En ese momento, y como sostiene George Lakoff («No pienses en un elefante» y «Puntos de reflexión»), sólo distinguiremos colores y razones del corazón, ya que se vota por imperativos morales, históricos, familiares, sensitivos, etc., y nunca por cuestiones programáticas y/o pensando en castigos electorales. Llegados a ese momento, y lanzados en campaña mediática, el PSOE desempolvará su frasco de olor, su aroma del siglo XIX, y serán más rojos que nadie: lo llevan haciendo más de tres décadas. Pese a estar agarrados por el pescuezo de lo sentimental, ¿cómo es posible que las buenas gentes del PSOE, militantes de base y simpatizantes, votantes todos, olviden que bajo este gobierno se ha producido el recorte de derechos y libertades -que afecta, lógico, en primer lugar, a los que menos tienen- más importante de la democracia? Si la majadería colectiva, grado supino de la alienación, no se adueña de todos los votantes del PSOE, IU debería crecer electoralmente. Si esta fuerza transformadora no consigue, con estas «condiciones objetivas de posibilidad», un notable incremento electoral, debería cambiar de negocio: cultivar ajos en Canfranc, por ejemplo. ¿Dudas entre votar al PSOE o al PP? Resuelva el votante como quiera. Poco importará en los reajustes que vienen. ¿Dudas entre votar a IU o al PSOE? Vote el ciudadano, si todavía recuerda lo que era eso, pensando en sus intereses (de clase). La cultura es también cultura política.