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Las relaciones entre el Estado español y el sionismo

Fuentes: Revista Pueblos

Estos días estamos siendo testigos de la brutal ofensiva del Gobierno israelí a la franja de Gaza. El viceministro de Defensa israelí, Matan Vilnai, advirtió a los palestinos de que provocarán un «holocausto mayor» contra sí mismos si continúa y se intensifica el lanzamiento de cohetes contra Israel desde la franja de Gaza. El término […]

Estos días estamos siendo testigos de la brutal ofensiva del Gobierno israelí a la franja de Gaza. El viceministro de Defensa israelí, Matan Vilnai, advirtió a los palestinos de que provocarán un «holocausto mayor» contra sí mismos si continúa y se intensifica el lanzamiento de cohetes contra Israel desde la franja de Gaza. El término holocausto se escucha en Israel a todas horas, pero siempre referido al genocidio padecido por los judíos a manos del régimen nazi. Ahora Israel usa el término holocausto para amenazar a los palestinos teniendo capacidad para infligir enormes daños, lo que no resta gravedad a las operaciones que ejecutan a diario en la franja. Después de cuatro días, los ataques por tierra y aire han matado a más de ochenta palestinos, la mayoría de ellos civiles, entre los que se incluyen niños, y ha dejado en torno a doscientos heridos.

Como ha ocurrido en anteriores ocasiones, nos podríamos preguntar qué papel está desempeñando nuevamente nuestro Gobierno en el conflicto. Parece que con el transcurrir del tiempo es más difícil encontrar una postura crítica y objetiva de las instituciones españolas respecto al conflicto de Oriente Próximo. Este artículo trata de desvelar algunas facetas ocultas de las relaciones entre España y el Estado sionista que podrían darnos respuestas a la actitud pro-israelí observada sobre todo en los últimos años. Dicha actitud no pasa desapercibida para un gran número de ciudadanos que siguen el conflicto a través de las noticias que sobre él publican a diario los medios de comunicación españoles.

Hay que situar las relaciones sionismo-partidos socialistas europeos. Los segundos se vieron seducidos desde el comienzo del nuevo movimiento sionista ante los fundamentos que dieron origen a esta ideología. El sionismo original es la traducción secular de los ideales religiosos y mesiánicos de la Biblia. Como traducción política, trataba de constituir un Estado judío en Palestina, y para ello fomentaba y organizaba la emigración de judíos a aquella tierra. A diferencia de la rama política del sionismo, fundada por Theodor Herzl y continuada por Chaim Weizmann, el sionismo socialista no creyó que pudiera crearse un Estado judío apelando simplemente a la comunidad internacional o recurriendo al apoyo de naciones poderosas como Gran Bretaña, Alemania o el Imperio Otomano. El espíritu religioso y mesiánico secularizado se expresaba en un fuerte idealismo social que aspiraba a hacer del nuevo Estado una experiencia original y que tuvo su realización más característica en los kibutz, con el pionerismo agrícola, la abolición de la propiedad privada y la socialización de las relaciones sociales.

En lo que a España se refiere las organizaciones judías han pasado por diferentes etapas. Todas ellas, podríamos decir, de marginación y persecución, sin embargo, ello no ha representado un obstáculo para seguir organizándose y por supuesto impedir su desmembramiento. De tal modo es así que una vez llegada la democracia a España aparecieron con profusión iniciando su política reivindicativa en diferentes campos, cuestión que hasta ese momento no pudieron desarrollar. Utilizaron los medios de comunicación para hacer ver a los españoles sus aportaciones y valores históricos e incluso se apropiaron del concepto «semita» para calificarse a sí mismos (cosa común con otros movimientos judíos a nivel internacional), dando a entender con ello que sólo existe en el mundo una población semita a espaldas de la verdad, puesto que, como debería ser conocido por la mayoría, los árabes forman parte de la colectividad semita.

En mayo pasado se cumplieron más de veinte años del inicio de las relaciones diplomáticas entre España e Israel. El establecimiento de las mismas contaba con el apoyo de figuras relevantes del Partido Socialista pro-israelíes como Josep Borrell, Enrique Múgica y el mismo ex presidente del Gobierno, Felipe González.

Es preciso revisar el pasado reciente para comprobar la renovada relación entre el PSOE y el sionismo. En julio de 2006, el actual presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, en unas declaraciones sobre la guerra de Israel contra el Líbano calificaba el ataque como un «uso excesivo de la fuerza», obteniendo airadas reacciones por parte de la comunidad judía residente en España. Como portavoz de ese malestar, el entonces embajador israelí en nuestro país, Víctor Harel, puntualizó que las relaciones entre España e Israel no se encontraban en su mejor momento debido a las duras e injustas críticas contra Israel.

El secretario de Organización del PSOE, José Blanco, llamó a Harel para admitir el error de sus declaraciones y ambos abogaron por abrir una «nueva página» en las relaciones, según indicó este último a Europa Press. Asimismo, según el PSOE, estuvieron de acuerdo en que las relaciones entre España e Israel continuaran desarrollándose en el ámbito «de normalidad y cordialidad».

A partir de ese acuerdo de «pasar página» se ha observado un cambio de acercamiento y «comprensión» del Estado e instituciones españolas hacia el Estado judío. Sirvan como ejemplo, la inauguración a comienzos del año pasado del Museo Judío, durante un acto solemne en el que el presidente de la Comunidad Judía de Madrid, Jacob Israel Garzón, así como Víctor Harel, ex embajador de Israel en España, hicieron de anfitriones de la presidenta regional, Esperanza Aguirre, y del alcalde, Alberto Ruiz-Gallardón, invitados al acto inaugural.

También la concesión de dos de los premios Príncipe de Asturias de 2007 al Museo del Holocausto y al escritor Amos Oz podría interpretarse como la demostración del fortalecimiento de la relación entre los dos países que abría el camino a la posterior declaración del Ministro de Asuntos Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, manifestando que España apoya «total y absolutamente» a Israel. Además, el ministro es uno de los firmantes de las cartas de apoyo a la candidatura de Yad Vashem al premio Príncipe de Asturias a la Concordia 2007.

Como menciona el actual embajador de Israel, Raphael Schutz, en un artículo publicado en enero de este año en la sección de Opinión del periódico El País: «Un galardón y un reconocimiento que son parte -y esto es lo importante- de una serie de iniciativas que el Gobierno español ha desarrollado y sigue desarrollando encaminadas a concienciar a la sociedad española del significado y singularidad del Holocausto. Entre otras, hay que destacar la inclusión del tema del Holocausto en el currículum del sistema educativo y las ceremonias institucionales con motivo del Día del Recuerdo del Holocausto, como el Acto de Estado que este año, por tercera vez, tuvo lugar en el Paraninfo de la Universidad Complutense con la participación de los ministros de Asuntos Exteriores y de Cooperación, Justicia y Educación, y la presencia de otras personalidades y de un numeroso público».

El Ayuntamiento de Ciempozuelos (en las afueras de Madrid) decidió reemplazar el año pasado esta jornada de memoria del Holocausto por una «conmemoración del genocidio palestino». Esta decisión es «vergonzosa y obscena», dijo a EFE el anterior embajador israelí en España, quien envió una carta de protesta a la alcaldesa de Ciempozuelos, la socialista Susana León, con copia a los ministros españoles de Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, y Justicia, Juan Fernando López Aguilar. Y aseguró que esta decisión demuestra «una ignorancia completa de la historia» y de lo que supuso el Holocausto que, según recalcó, fue «un evento único y sin paralelismos». Tal decisión, añadió, demuestra «una completa falta de comprensión y conocimiento» sobre el conflicto de Oriente Medio y sobre la «lucha» de Israel «contra el terrorismo islámico». El presidente de la Federación de Comunidades Judías de España, Jacobo Israel Garzón, criticó al Ayuntamiento de esta localidad por la «distorsión» de la conmemoración del Día del Holocausto y su sustitución por un acto de protesta contra el «genocidio palestino», algo que, en su opinión, ni tiene que ver ni existe.

Además este mes de febrero se inauguraba la Casa Sefarad-Israel de Madrid. Moratinos aseguró estar «especialmente emocionado y orgulloso» de haber impulsado la creación de la Casa Sefarad-Israel con cuya apertura se pretende «colmar la remota deuda» que España tiene con la comunidad judía. Junto a Moratinos, la ministra de Asuntos Exteriores israelí, Tzipi Livni, señaló que España e Israel son «dos democracias jóvenes en ambos extremos del Mediterráneo», destacando que ambos países «coinciden en valores democráticos, de libertad y de paz. Ambos comparten el terrorismo que golpea sin pausa y sin piedad a los dos pueblos».

Con todo lo expuesto cabría pensar que hay una tendencia entre los políticos españoles, al igual que los europeos y por supuesto, los estadounidenses, de tratar y referirse a Israel con cierto servilismo.

En relación con la postura de Moratinos ya como ministro de Asuntos Exteriores español se podría uno preguntar cuál era la objetividad que mantuvo Moratinos durante su mandato como enviado especial de la Unión Europea en Oriente Medio. Lo que explica los pocos resultados obtenidos durante el tiempo que ostentó el cargo, a pesar de ser presentado insistentemente a la sociedad española como experto y amigo del mundo árabe. Moratinos y Solana apoyan la firma de un Acuerdo Israel-Unión Europea de Vecindad que simboliza un acuerdo preferencial de mayor peso que el anterior Acuerdo de asociación. Así mismo, se negocia la incorporación de Israel a la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico), tal como anunció el vicepresidente económico español, Pedro Solbes, tras presidir la reunión ministerial del organismo en París.

Es necesario defender la legalidad y justicia internacional y evitar caer en el cinismo y la hipocresía de la política exterior española hacia Israel al apoyar parodias de conferencias de paz como la de Anápolis y dar sustento a un país que viola desde su nacimiento, hace sesenta años, la ley internacional en todos sus términos, arrojando a la población palestina al éxodo, la pobreza, la humillación y la muerte. España mantiene relaciones con un país que ha sido condenado por la Corte Internacional de Justicia por violar la ley internacional y acumula numerosas resoluciones de la ONU que incumple con total impunidad.

Sólo podrá restablecerse la paz cuando se deje de ignorar los derechos inalienables del pueblo palestino. A partir de ahora y dadas las continuas violaciones del Estado hebreo hacia los palestinos se debería reincorporar al Holocausto a otro pueblo llevado a ello por los que utilizan estas palabra y se la han asignado a sí mismos. Las últimas imágenes provenientes de los crueles ataques llevados a cabo por Israel a una población prácticamente desarmada y con un bloqueo sistemático que les está conduciendo a la miseria y desesperación, son el mejor exponente de que Israel es el autor de otro Holocausto. Y esto no se debe considerar como una acusación antisemita. Recordemos las declaraciones del viceministro de Defensa israelí, advirtiendo a los palestinos de que provocarán un «holocausto mayor» contra sí mismos si continúa y se intensifica el lanzamiento de cohetes contra Israel desde la franja de Gaza. Israel se escuda en la defensa y seguridad de su Estado para llevar a cabo el asesinato de civiles, niños, mujeres, ancianos, y enfermos, en definitiva, seres inocentes. España y el resto de la comunidad internacional debería tener en cuenta que sólo con la objetividad de los hechos y la justicia puede llegar a esa lastimada región la ansiada PAZ.